Este texto es un fragmento de

El sueño de un dios

Andrés García Ferreiro

Prefacio

 

La historia de los reyes de Britania de Geoffrey o Gaiteros de Monmouth, nos sumerge en los orígenes de Inglaterra, a través de una historia de caballeros y aventuras.

Pero hay una que destaca sobre todas ellas. Una leyenda que habla sobre el lugar más enigmático de la isla Stonehenge, que alcanza a través de nuestra imaginación sus más altas cotas.

El rey británico Votigern, que se había apoderado del trono a traición y por medio del asesinato es el desdichado aliado de su suegro el rey sajón Hengist, cuyo gran ejército amenazaba su reino. Se concierta un parlamento en el Monasterio de Ambrius (la actual Amesbury, al sur de Inglaterra), para el primer día de mayo. Allí los britanos esperan una leal conversación de paz, pero los sajones han preparado una traición. Al escuchar la orden de Hengist sacan las dagas que llevan escondidas y asesinan a los cuatrocientos señores britanos, capturando al rey Vortigern.

Dando a Hengist todo cuanto posee, Vortigern queda en libertad y huye a Gales, donde manda construir una torre en el monte Erith, con ayuda de Merlín, mago, profeta e hijo de un incubo.

El legítimo rey, Aurelius Ambrosius vuelve a su tierra desde el exilio en Bretaña, congrega a las huestes britanas dispersas y prende fuego a la torre con Votigern dentro. Aurelius gana una gran batalla contra los sajones y ordena la ejecución de Hengist. El vencedor decide levantar un gran y duradero monumento en memoria de la matanza. Como los carpinteros y arquitectos no le agradan en sus pretensiones, el rey llama a Merlín. “Mandad traer el redondel de los Gigantes que se halla en Irlanda”, dice Merlín. “Allí hay una construcción de piedra que nadie de esta época podría levantar, excepto a fuerza de una combinación de gran habilidad física y artística. Las piedras son enormes y no hay ser vivo que tenga la fuerza suficiente para moverlas. Ponedlas en círculo en torno a este lugar de la misma manera que están dispuestas allí y seguirán en pie para siempre”.

El hermano del rey Utherpendragón congrega a quince mil hombres y va con ellos a Irlanda para traer las piedras. Derrotan al ejército irlandés y tratan de desmontar el Redondel de los Gigantes con cables, sogas y escalas. Merlín observando este proceder, irrumpe en carcajadas y desmonta el solo las piedras con increíble facilidad.

Pone las piedras en torno al sepulcro británico exactamente de la misma forma que estaban dispuestas en Irlanda, demostrando así que su habilidad artística valía más que cualquier fuerza bruta. Cuando murió Aurelius fue enterrado en el Redondel de los Gigantes, al igual que Utherpendragón. Su hijo Arturo le sucede a su vez como rey de los britanos y llega a ser un gran héroe caballeresco de la época.

Por el relato de Geoffrey, que dice arrancar de la traducción de cierto libro muy antiguo escrito en lenguaje británico, adivinamos que Stonehenge fue erigido en Inglaterra en el condado de Wilt hacia el año cuatrocientos ochenta y cinco, fecha que naturalmente no concuerda con la antigüedad del monumento y nos lleva a pensar en la posible falsedad de esta leyenda, sino fuera por la coincidencia de que los cuatrocientos sesenta nobles asesinados, encajan muy bien con los cuatrocientos cincuenta túmulos funerarios que se encuentran en la zona entorno a Stonehenge.



 

Capítulo 1

1

 

Residencia de ancianos Leicester, a las afueras de Londres.

Se desabrochó el abrigo, sacudiendo las gotas de lluvia acumuladas tras el repentino aguacero que se había iniciado justo antes de entrar. No sabía qué hacía allí exactamente, pero en el mostrador preguntó por la persona que le habían dicho y tras una pequeña pausa, le indicaron a donde debía dirigirse. Tercera planta. Habitación tres cero siete.

Al recorrer los pasillos, reconoció para sí mismo la ignorancia que tenía acerca de las residencias de ancianos. Aquella parecía acogedora. Sin embargo, cierto olor a melancolía, recordaba que muchas de aquellas personas se encontraban en soledad, añorando su hogar. La idea de felicidad aparecía lejana en sus rostros.

Encontró la habitación fácilmente y tras tomar una bocanada de aire fresco, llamó a la puerta. Allí una joven con una amplia sonrisa, salió a recibirle. Momento en el que se presentó.

—Buenos días,  mi nombre es Richard Blow. Soy periodista en The Guardian. Estoy buscando al señor Marco Oliveira. Me han dicho que esta era su habitación.

—En efecto, esta es. ¿Qué desea?

La verdad es que ni el mismo lo sabía. Pero había llegado hasta allí y ahora no iba a detenerse. Tras la mujer logró ver a un hombre sentado en una silla, observando las gotas de lluvia golpeando sobre el cristal y dirigió su voz hacía él.

—¿Señor Oliveira? Me gustaría hablar con usted acerca de la señorita Monroon.

—¿La escritora? —interrumpió de nuevo la chica—. Mi abuelo no tiene buena salud. Si nos perdona…

—Déjale pasar cariño. No hay que ser descortés con las visitas. Además es un amigo de la señorita Monroon.

—¿La conoce? Si le soy sincero, no se muy bien que hago aquí. Como saben la señorita Monroon va a recibir un premio dentro de unos días por su última novela. El sueño de un Dios. He de escribir un artículo y ella me ha dicho que usted podía explicarme mejor que nadie, el porqué de tan increíble historia.

—El sueño de un Dios —repitió con voz serena sopesando sus próximas palabras—. Sabe, me alegro que Hayflick tuviese razón.

—¿Quién?

—Leonard Hayflick descubrió que las células podían dividirse y regenerarse sólo un número finito de veces. Por eso envejecemos y morimos.

—¿Se refiere a los telómeros de los extremos de los cromosomas? Leí un artículo hace unos meses de un compañero mío sobre el tema. En el se explicaba que si pudiésemos evitar la senescencia de las células, viviríamos eternamente.

—La inmortalidad. Un juego peligroso para el ser humano, ¿no cree?

—Puede ser, pero no sé dónde quiere llegar.  

—El sueño de un Dios. Un buen título. Imagino que quiere saber su historia.

—Si, por favor. ¿Por qué la señorita Monroon me ha traído hasta usted? ¿Por qué escribió esa historia tan hermosa y a la vez tan sorprendente?

—No sé si recordaré los detalles. La edad trata con crueldad a la memoria.

—No se preocupe. Lo que sea…

—¿Quiere escuchar la historia? ¡No me interrumpa entonces! No se si recordaré los detalles…




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