Este texto es un fragmento de

Guilhem, una historia caníbal

Enrique Cavestany

«Tú y yo, Áryuna, hemos vivido muchas vidas. Tú las has olvidado, yo las recuerdo todas.»

Bhagavad Guitá

 



Ville D´Arles 2 de agosto de 1984.

A primera hora de la mañana llego a Arles después de una excursión a través del Languedoc.

Desde Perpignan a Narbonne la carretera discurre flanqueando L´Êtang de Salses y el motor del Volkswagen ronronea sin estrépito mientras suena en el cassette “La Butte Rouge” con la que Yves Montand me hace volver a los años cincuenta. Tras consultar el plano de la ciudad busco un hotel lo más céntrico posible.

Hotel du Musée, 90 francos la noche. Este puede valer.

La primera obligación del viajero informado debería ser la visita a Saint Trophime para admirar como se debe un románico en Francia al que decido no poner adjetivos hasta encontrar “Le mot juste”. Cumplo con el pasado, el mío personal y el de la ciudad y desde las columnas del l´Amphiteatre, fabrico un apunte rápido en el cuaderno de viaje.

A mis espaldas y tras quedar medianamente satisfecho con el dibujo, me espera la sorpresa de un grupo escultórico firmado por Monsieur Hipollyte Lefebvre que representa a Niobé, la hija de Tántalo que es, en sí mismo , un suplicio y  al que, por misericordia decimonónica decido no poner tampoco adjetivos.

Ahora empieza a oscurecer y estoy sentado en una terraza en la Place du Forum presidida por una estatua del escritor Frèderic Mistral con bastón, perilla y manteau al brazo. Este imponente personaje, irredento independentista provenzal en uno de los países más centralistas de la Tierra, escribía en la hermosa y antigua lengua de oc y aseguraba que cuando Dios tuvo dudas acerca de la creación del mundo se acordó de que había creado La Provenza; al igual que buena parte de los franceses, Dios se tiene en muy alta estima y está encantado de haberse conocido.  Busco el Café y la gran mesa de billar iluminada por la vieja lámpara de petróleo, esa escena ácida y descoyuntada que pintó Monsieur Van Gogh hace ya más de un siglo. Como era previsible, ya no está y este lugar se llama ahora Pub du Forum, lástima. Nada es como había imaginado y varios grupos de adolescentes intercambian frases banales en las mesas de la plaza.

Varios días alimentándome con bocadillos de paté y cerveza tibia sentado en el asiento del Volkswagen azul, me aconsejan que debo resarcirme de las limitaciones de esta monótona dieta y tras consultar la carta, pido un boeuf garni avec du riz a la mode arlesienne y una cerveza belga. Me lo sirve un camarero  bastante antipático y con un aire de suficiencia, muy común en el gremio a este lado de los Pirineos y mientras lo voy catando compruebo la flexibilidad de su textura y lo característico de su sabor arlesiano. Seguro que es buey. Y la cerveza está fría. Pero la noche no está demasiado estrellada y hace un calor pegajoso.

Vuelvo al Hotel du Musée, Rue du Gand Prieuré y me quedo un rato sentado en el estrecho patio que se abre al fondo de un corredor que huele a humedad y aceite rancio.

Media pipa de Amphora mixture y un dibujo rápido del estrecho patio.

Subo a la habitación, me acuesto e intento dormir embutido entre las sábanas rasposas y amarillentas con el inconfundible aroma de lejía.

Como es casi preceptivo durmiendo en Arles, imagino estar en la habitación de Van Gogh, pero mientras voy recordando la vieja  la cama de madera y los retratos en la pared, me vence el sueño.

En una casa desconocida en la región del Tarn se prepara un banquete al que yo contribuyo con una ensalada de raíz de apio. La preparación de esta ensalada atenta contra los Principios Fundamentales por lo que hay que hacerlo a escondidas y tomando toda clase de precauciones. Fabrico en silencio una buena cantidad de ensalada para congelarla y llevarla luego a la ciudad de Bèziers.

Un grupo de personas entre las que están A y B se reunen en un ático de la calle de San Mateo en Madrid y por algún motivo que ignoro, estas personas se disponen a difundir una noticia calumniosa que afecta a mi prestigio como artista. Entonces yo digo: Antes de que esta ceremonia prosiga quiero hacer una declaración. No permito a nada ni a nadie que se interponga entre mí y el Cristo. Hubo un aullido,una sacudida de manos y todo desapareció(sic). 

En ese momento el que aparece  es A. M. R. que carga un maleta de madera atada con un ajado cinturón de cuero.

Sorprendido por su presencia, le pregunto y él me contesta:” En la vega que fertiliza el rio Segura, una legua al este de la ciudad de Orihuela, se elevó un día la antigua población de Bagastro”. Esto me tranquiliza y vuelvo a congelar más ensalada de raíz de apio.

Mis sueños resultan tan irracionales como de costumbre, son absurdos y confusos, llenos de detalles incongruentes pero muy minuciosos, detalles que intento recordar durante los escasos minutos que permanecen en la memoria. Me levanto, pago la factura del hotel y me dirijo hasta el lugar donde se puede ver el famoso Pont Van Gogh del que he decidido hacer algunos dibujos.

Sentado sobre el césped, en la orilla de los canales y en una mañana gris de luz neblinosa, tomo los primeros apuntes de este puente sobre las aguas oscuras, este puente que es supuestamente el que pintó Vincent Van Gogh varias veces.

Se acerca una anciana y curiosea por encima de mis hombros. C´est la femme de l´eclusier, la esposa o la viuda acaso del encargado de las esclusas de ese tramo del Canal del Mediodía. Entablamos conversación y enseguida me explica que este no es el auténtico puente que pintó Vincent en 1888.

— Il n´existe plus le Pont Van Gogh, ce sont les boches qui l´ont dynamité, c´etait en 44 , ils ont tout cassé ¿vous savez?

Pero parece ser que, por descuido, este, de un total de nueve que fueron dinamitados, los alemanes olvidaron volarlo. Más tarde fue trasladado aquí desde la desembocadura de la Rhône, ¿vous savez?

— Mais, ¡chut!, me señala la anciana con un gesto cómplice acercando su dedo índice a los labios mientras me pide que guarde silencio acerca de esto que me confía de manera excepcional.

—  Ces histoires ne plaisent pas au Syndicat d´initiatives.

Hay que mantener la versión que figura en los folletos de la Oficina de Turismo de que este es el verdadero puente Van Gogh.

— Pour le tourisme, ¿vous savez?

Termino el dibujo, subo al Volkswagen azul y me dirijo hasta el municipio de Cabestany, muy cerca de Perpignan.

La historia de Guilhem de Cabestany trovador provenzal y caballero de la comarca del Rosellón, entre Cataluña y el Narbonés, fue recogida por Stendhal en 1822 en su libro De l’amour y traducida de los antiguos manuscritos de forma libre, según el mismo autor confiesa. Como veremos más adelante, las distintas versiones de la historia de este caballero difieren notablemente de un autor a otro, pero la versión de Stendhal, por la profusión de detalles, situaciones y equívocos de estos enredos amorosos, más bien parece un vodevil medieval que sin duda evidencia su origen francés. Es significativo no obstante, la dedicación de Stendhal a un libro de estas características dada su conocida impotencia sexual que él mismo bautizó con el nombre de le fiasco, el fracaso, la frustración .

Más escueta y fiable resulta la traducción que Marti de Riquer ofrece en el tomo segundo de su obra “Los trovadores”, Historia literaria y textos, editada en Barcelona en 1975 y que constituye un libro único y una referencia obligada para el conocimiento de la poesía lírica en lengua de Oc de los siglos XII y XIII.

 En estos siglos el país de Oc, el Languedoc, es uno de los más importantes focos de cultura europea donde conviven judíos, cristianos y mahometanos abierto como país mediterráneo a los enriquecedores intercambios que el viejo mar propicia. Allí se mantienen vivas algunas antiguas tradiciones egipcias y mesopotámicas, mezcladas con creencias y prácticas de los antiguos bárbaros, hunos, vándalos y alanos invasores de Roma. Entre ellos los visigodos, los godos sabios, constituyen la excepción por lo refinado de su cultura y por su carácter itinerante.

De forma resumida resulta ser que Guilhem de Cabestany trovador que canta sus versos en la lengua de Oc y es un caballero de agradable trato y muy famoso en armas, cae fatalmente enamorado de Saurimonda, esposa de Ramón de Castell Roselló. Estos amores son correspondidos por la dama, gran aficionada a los caballeros con independencia de su dedicación profesional y que disfruta ya de su tercer matrimonio. Ramón de Castell Roselló es advertido de esta aventura galante y dado lo fiero y orgulloso de su carácter, monta en cólera y decidido a investigar, llega a saber de la conducta desordenada de Saurimonda. Habiendo obtenido una cita con Guilhem por medio de engaños (aunque otras fuentes describen el encuentro como algo casual) y en el paseo que ambos emprende en un luminoso día de otoño, de un mandoble le separa la cabeza del cuerpo, extrayéndole a continuación el corazón, que aún caliente, lleva al castillo y ordena sea cocinado con mucha pimienta.

A la hora del almuerzo, Saurimonda encuentra en su plato un guiso del que da buena cuenta mojando el pan en la salsa (un sofrito de cebolla, ajo y perejil, verduras frescas bien pochadas, media taza de harina y un vaso de vino del país).

— ¿Sabéis qué es lo que habéis comido, señora?, pregunta el esposo a Saurimonda.

— No, si no que era una vianda muy buena y sabrosa.

Ramón de Castell Roselló informa entonces a su esposa de que acaba de comer el corazón de su amante Cabestany.

— Señor, dice ella, me habéis dado tan buen manjar que nunca más comeré otro.

En esto acierta la dama pues, acto seguido, el iracundo esposo vuelve a desenvainar la espada dispuesto a dar muerte a la adúltera que aterrorizada corre escaleras arriba por la torre del castillo y llegando hasta los adarves, se deja caer al vacío estrellándose contra el suelo  con un sordo estrépito de huesos descoyuntados.

Se trata al parecer de una leyenda muy popular y de un tema folclórico atribuido a diversos personajes.

En el siglo XIII, el Lai de Ignaure de Renau lo hace extensivo a doce maridos celosos que matan al donjuan Ignaure, lo trocean cuidadosamente y lo dan a comer a sus esposas, amantes las doce del troceado.

Pero en realidad parece ser más cierto que Cabestanh, temiendo la ira de Ramón de Castell Roselló, consigue huir y su rastro se pierde definitivamente aunque algunas crónicas más literarias que documentadas aseguran que se establece en la provincia de Lérida y allí funda el lugar de Cabestany, hoy día agregado al municipio de San Pere des Arguells.

Por otro lado madona Margarita no solamente no se suicida cayendo desde la torre del castillo sino que, fiel a sus aficiones ,vuelve a contraer matrimonio tras la muerte de Ramón de Castell Roselló.

Las sucesivas adaptaciones históricas de la leyenda, la traducción de Sthendal y la recopilación de Marti de Riquer, tienen hoy en día su continuación en el municipio languedociano de Cabestany, situado muy próximo a la villa de Perpignan en el sudeste francés, donde he venido haciendo una escala en mi ruta al Midi en busca de la sombra de Van Gogh en Arles.

El caso es que llegué hasta el Ayuntamiento de ese municipio y pregunté si era posible entrevistarme con el alcalde y seguramente a causa de mi apellido (en Cabestany nadie se llama Cabestany, ni siquiera Cavestany), fui inmediatamente recibido por el edil con quien mantuve una cordial entrevista en la que salió a relucir el origen del nombre de familia, intercambiando comentarios sobre la figura del trovador. Jean Vilá, regidor por aquel entonces de la pequeña villa de Cabestany, resultó ser un joven y entusiasta socialista razonablemente preocupado por el bienestar de los 7.000 habitantes del lugar que en aquellos años se contabilizaban, por la limpieza de las calles, la participación ciudadana y la seguridad tanto social como local, cuestión que siempre interesa especialmente a los franceses.

Vivre mieux a Cabestany, c’est posible si vous nous y aidez, encabezaba uno de los editoriales del Boletín Municipal en el que animaba a todos a colaborar con el municipio para un mejor nivel de vida ciudadana y cuyos últimos números me obsequió orgulloso. En esta publicación aparece una sección de forma periódica en la cual un adjunto a la alcaldía, el profesor J.P. Josi, publica las historias, los versos y las anécdotas de Guilhem de Cabestany que, obviamente, es la figura local. J.P. Josi    trabaja como profesor en el Instituto de Perpignan y dedica media jornada a la investigación en los archivos de la Biblioteca Municipal de todo lo relacionado con el trovador.

Pero siguiendo con el texto de Marti de Riquer, encontramos aún otros Cabestany que no conviene confundir con el bardo languedociano.

Un escultor “mestre Cabestany” que trabaja en el Languedoc del siglo XII, en Navarra y en Cataluña y Guillelmus de Cabestany, testigo de un documento de 1162, tratado de paz entre Guilhem de Montepellier y los señores de Pinhan.

Y aún hay noticia de otro Cabestany, en esta ocasión se trata de Pere Cabestany, posiblemente hijo o hermano de Guilhem, a quien menciona Mosén Jaume Febrer en su manuscrito titulado “Trobes” y que trata de caballeros que asistieron a Jaime I el Conquistador en la toma de Valencia. En concreto Pere Cabestany participa en el sitio de Burriana, en Castellón y Don Jaime le entrega en recompensa de sus servicios las tierras que fueron del moro Ali-Amet con el cual Cabestany corp a corp reñit i li tallá lo cap, de modo que continúa la tradición de los Cabestany de perder la cabeza propia o bien prescindir de la ajena. Este es  el texto del manuscrito:

Pere Cabestany, que de Roselló

Baxa a Burriana, servint a son Rey

A su costa propria, la primera acció

Que feu en la guerra (guanyant opinió)

Fonch un Desafiu ( que segon la Lley

De este terms se ussa) tingué a un moret

Corp á Corp reñint, li tallá lo Cap:

Despres en Valencia si li feu mercet

De la Gasa e terres que foren di Ali Amet

La serpent de Or, fí, principi, y cap

Del añy, possa sobre roig, y de el Negre el Cap.


La primera noticia de la existencia de Guilhem de Cabestany, cuyo apellido parece corrupción de Cap des Estanges ó Etanges, es decir: “Jefe o Capo de Estanques” aparece en el testamento de Arnau, su padre, firmado el 24 de Enero de 1175, que menciona a dos hijos, un clérigo y el propio Guilhem a quién la última voluntad de su padre encomienda la tutela de su tercer hijo nonato aún, pero a quién destina, ya al borde de la tumba, al servicio de la Iglesia.

Guilhem, niño en 1175, llegaría a participar en 1212 en la batalla de Las Navas de Tolosa según queda reseñado anteriormente.

Hasta aquí los datos históricos cuyas fuentes han quedado expresadas, pero en esta historia permanecen muchos puntos oscuros, suena en ella el fragor de la batalla, la voz armoniosa de las dulces cuitas que da el amor y queda, evidentemente, un rastro de sangre que he decidido seguir.








Reservar

Recompensa
+ XP
Acumulas XP y estás en nivel
¡Gracias!