Este texto es un fragmento de

Luis de Oteyza y el oficio de investigar

Antonio Rubio




 

Mirando atrás y adelante

 

La historia es cíclica y para entender el presente hay que mirar atrás y recordar de dónde venimos y quiénes son nuestros maestros.

 

Luis de Oteyza, que dirigió ‘La Libertad’, fue uno de esos maestros y, además, pionero del periodismo de investigación en España.

 

 

 

El maestro Luis de Oteyza no es un hombre, un periodista de ayer, es un personaje del presente y está más vivo que nunca. Sus denuncias, sus trabajos, sus reportajes de investigación, su compromiso y su actitud política —militante radical y antimonárquico—, son de un hombre de hoy.

 

Si el periodista, director, político, intelectual, embajador, poeta, novelista, aventurero Luis de Oteyza estuviera vivo veríamos su firma desde Venezuela, en tierras africanas o asiáticas como enviado especial. Estaría cubriendo los últimos acontecimientos o movimientos del Estado Islámico, denunciando las irregularidades o falta de libertad de expresión que sufre el país sudamericano. O habría puesto camino a Egipto navegando por las aguas del Canal de Suez, el Mar Rojo, el Océano Índico, Filipinas y China hasta llegar al país de los cerezos, como narra en su libro de viajes De España al Japón(1927).Y, por último, se encontraría con Antoine Sant-Exupery, autor de El Principito, en Cabo-Juny tras culminar su viaje Al Senegal en avión (1928).

 

Y muy posiblemente, a su vuelta de esas andanzas periodísticas, donde denuncia el colonialismo imperante en todas aquellas tierras, estaría cubriendo las manifestaciones en la puerta del Sol y levantando algún caso de corrupción de los políticos de aquella época.

 

No hay que olvidar que él fue el único periodista español que en 1922 fue capaz de atravesar las líneas enemigas y llegar hasta Axdir, cerca de Alhucemas, donde tenía montado su campamento Mohamed Abdelkrim El Jattabi,  jefe de los rebeldes rifeños.

 

El líder rifeño había matado a más de 8.000 soldados del Ejército español en el desastre de Annual (21 julio 1921), hizo prisionero a 658 militares y durante el cautiverio murieron 300 de ellos. Y por esos que aún estaban vivos Abdelkrim exigió al Gobierno un rescate de cuatro millones de pesetas de aquella época y la liberación de varios rifeños. Se pagó y los prisioneros, enfermos y malnutridos, volvieron a casa, pero el Rey Alfonso XIII no fue a recibirlos ni a darle las gracias por su lucha y esfuerzo por España. El monarca tenía obligaciones más importantes en aquellos días, estaba cazando con un grupo de amigos.

 

También, como embajador español en Venezuela (1933), Luis de Oteyza supo levantar la voz, como le había pedido su amigo y presidente de la República Niceto Alcalá Zamora, contra la dictadura del general Juan Vicente Gómez. General que era venerado por un sector del pueblo venezolano por su actitud patriarcal y despreciado por los otros por su brutalidad, corrupción y terror. 

 

Tampoco se quedó atrás el periodista cuando en 1925 renunció a la dirección del diario La Libertad —hay que recordar que había sido elegido democráticamente por sus compañeros de redacción— cuando el banquero Juan March, que había comprado el periódico, intentó cambiar la política editorial.

 

Dos años antes, en 1923, había sido elegido diputado a Cortes por el distrito de Huelva en representación del partido Radical por denunciar las condiciones de miseria y esclavitud en la que vivían los mineros de Riotinto. Y en 1924 apostó por un nuevo medio, la radio, y se convirtió en director de Telegrafía sin hilos. Después, presionado y perseguido por la dictadura del general Primo de Rivera, Oteyza dejó España y se fue a Filipinas a conocer y recorrer mundo.

 

A su vuelta, escribió:

 

Todo está igual

Parece que fue ayer

El día en que partí…

 

Hechos, actos, noticias de ayer que vivió en primera persona el maestro Oteyza y que hoy serían crónicas y portadas de cualquier periódico de tirada nacional. La historia, tan caprichosa y cíclica, nos ha devuelto aquellos hechos con otros personajes y protagonistas, pero con las mismas actitudes y comportamientos: muertos, incomprensión, religión, dictadura, corrupción política, capital, o Ibex 35, que intenta amordazar a la prensa y un Rey que se va de caza. 

 

Luis de Oteyza es uno de los periodistas que quedan por recuperar de aquella primera mitad del siglo XX español y que dio a la profesión y a la información un nivel que hasta entonces no tenía. Padre del reporterismo y uno de los pioneros del periodismo de investigación, tal como lo entendemos y practicamos hoy, supo estar, documentar, acreditar y verificar cada una de sus informaciones.

 

Junto a Manuel Chaves Nogales, ya recuperado para la historia del periodismo español y como escritor, se convirtió en uno de los primeros periodistas que utilizó el avión para desplazarse a los lugares donde se producía la noticia y recorrer el mundo. De España al Japón y Al Senegal en avión, fueron dos de sus grandes obras periodísticas.

 

Luis de Oteyza y Manuel Chaves Nogales, los dos grandes escritores, periodistas, aventureros, republicanos y comprometidos con la libertad, coincidieron en su lucha por la República, su amistad con el presidente Niceto Alcalá Zamora y  fomentaron el género del reporterismo o periodismo de viaje, que años más tarde también utilizó y cultivó el maestro Ryszard Kapuściński.

 

Además, la obra Juan Belmonte de Manuel Chaves Nogales y El diablo Blanco de Luis de Oteyza fueron dos libros que se tradujeron al inglés y que se utilizaron en diferentes universidades extranjeras como manuales para el aprendizaje del español.

 

En marzo de 2009 tuve la oportunidad de reivindicar, académicamente, a Luis de Oteyza por segunda vez —la primera fue en septiembre de 2006 en la Universidad Complutense de Madrid con motivo de la defensa de mi tesis doctoral Periodistas españoles en la guerra del Rif: Maruuecos 1921-1923. Origen del Periodismo de Investigación en España—. Fue en la Universidad del Norte de Barranquilla, en Colombia —país en el que Oteyza también tuvo un interesante recorrido profesional—, cuando dicté la conferencia inaugural de la Cátedra Europa:  Medios de comunicación en Europa y América Latina. Heródoto, Luis de Oteyza, Ksawery Pruszynski, Albert Camus y Ryszard Kapuściński: Periodismo “intencional” y “valor añadido”.

 

Tanto en la Complutense como en la Universidad del Norte mantuve y mantengo que Luis de Oteyza es nuestro Ryszard Kapuściński, que ha sido considerado el mejor reportero del siglo XX. El polaco y el español aportaban un «valor añadido» a sus informaciones y los dos utilizaron en sus trabajos y reportajes las técnicas de Heródoto y de Ksawery Pruszynski.

 

Allí, en Barranquilla y en marzo de 2009, recordé ante los embajadores europeos en Colombia, el rector de la Universidad y los futuros periodistas que los medios de comunicación, tanto a nivel europeo como en América Latina, se encontraban en crisis y que los empresarios y editores buscaban y buscan un «valor añadido» para sus medios.

 

La historia nos ha demostrado que Heródoto, Luis de Oteyza, Ksawery Pruszynski y Ryszard Kapuściński sabían dar ese «valor añadido» a sus crónicas y reportajes y, además, eran auténticos periodistas intencionales: buscaban un cambio.

 

Ellos dieron dignidad y calidad a la profesión, especialmente Oteyza y Kapuściński. Los dos son europeos y los dos terminaron su carrera personal y profesional bañándose de sabiduría y conocimiento en otro continente: América. Y en esa América se quedaron con América Latina. Los dos son mis maestros, a los dos estudio y los dos, antes de nada, eran reporteros y buscaron la verdad en cada una de sus informaciones y en cada pueblo que visitaron.

 

Luis de Oteyza, que fue director del diario español La Libertad (1919-1925), tuvo que exiliarse de España en dos ocasiones porque dictadores como Primo de Rivera (1923) y Francisco Franco (1936) no le permitieron ejercer su oficio en su país. Por eso el maestro Oteyza emigró a otras tierras: Filipinas, Estados Unidos y América Latina. Y en América Latina vivió durante un tiempo en Colombia y colaboró con el semanario Sábado (1943) cuando era su director Plinio Mendoza.

 

Sergio Dahbar, editor del diario El Nacional de Venezuela en el año 2000, dijo de Luis de Oteyza, con motivo de la edición de sus Obras Selectas por la Universidad Católica Andrés Bello, lo siguiente:

 

«Hubo un tiempo en que el periodismo mordía el polvo de la aventura. Ese tiempo estuvo marcado por periodistas como Luis de Oteyza, que comenzaron a cambiarle el rostro a los medios de comunicación a principios del siglo XX y no cesaron en su empeño. Crearon diarios y semanarios, dieron la vuelta al mundo, enfrentaron peligros, revelaron informaciones desconocidas, pelearon por acabar con las injusticias que unos hombres les hacen a otros hombres. Cabe recordarlo como lo mejor que ha reunido una profesión que nunca pareciera tener tiempo para homenajear a sus propios héroes.» (Obras Selectas-Dahbar II, 2000: 15).

 

Tras un largo periplo en el extranjero Oteyza volvió a España en 1931, cuando se restableció la República. Dos años después, en 1933, se trasladó a Caracas como ministro plenipotenciario del gobierno de la República española en Venezuela. Allí desempeñó ese cargo durante tres años.

 

En 1936, en pleno nacimiento de la democracia en Venezuela, Oteyza volvió a Madrid, pero por poco tiempo. Había estallado el levantamiento franquista y el periodista tuvo que abandonar, de nuevo, su país para ya nunca más regresar.

 

Oteyza se dirigió a Nueva York y allí realizó trabajos especiales para El Excelsior de México, Crítica de Buenos Aires, La Esfera de Caracas y el Diario de la Marina de la Habana. Oteyza colaboró con los periódicos más prestigiosos de América Latina y en 1943 comenzó a trabajar en el semanario colombiano Sábado.

 

Más tarde regresó a Venezuela y allí murió en 1961, cuando tenía 76 años. Oteyza fue un adelantado del periodismo informativo europeo y uno de los primeros periodistas de investigación de España.

 

El maestro Oteyza demostró, durante su quehacer periodístico, que la teoría de «los cincos sentidos»,  («Estar, ver, oír, compartir y pensar») que utilizaba Ryszard Kapuściński en sus reportajes, él ya la aplicaba en sus crónicas y en sus investigaciones periodísticas. 

 

La historiadora María Rosa de Madariaga incluyó en la reedición de su libro España y el Rif (2000) una certera crítica sobre el director de La Libertad. Madariaga reflejaba lo importante que fue el periodista en su época y el valor histórico de sus informaciones, que sirvieron para saber cómo y por qué ocurrió el desastre de Annual:

 

«Luis de Oteyza reflejó testimonios vivos, directos y sinceros. Cuando se propuso decir al público español las cuatro verdades exponiendo con valentía y honestidad, la realidad de unos hechos que cuidadosamente se ocultaban o se presentaban deformados. Por eso arrastró la hostilidad de la mayoría de sus colegas de la prensa.» (Madariaga, 1999:10).

 

Madariaga, especialista en temas del antiguo Protectorado de España en Marruecos, se refiere al magnífico trabajo periodístico que realizó Oteyza sobre Mohamed AbdelKrim poco después del desastre de Annual (21 de julio de 1921) y cuando todavía el jefe rifeño tenía en su poder a más de 326 prisioneros españoles. Ese conjunto de reportajes y entrevistas, que se publicó en el periódico La Libertad durante todo el mes de agosto de 1922, fue editado posteriormente en forma de libro con el título AbdelKrim y los prisioneros.

 

Pero Oteyza no solo fue un adelantado de la técnica narrativa-descriptiva y narrativa-explicativa, sino que también se convirtió en un «mucrakers», como definió en 1906 el presidente Theodore Rooselvet a los periodistas norteamericanos que denunciaron su política económica, y siempre buscó el cómo y el porqué de las informaciones.

 

El maestro Ryszard Kapuściński siempre nos decía que:

 

«…El buen y el mal periodismo se diferencian fácilmente: en el buen periodismo, además de la descripción de un acontecimiento, tenéis también la explicación de por qué ha sucedido.» (Kapucinski, 2002: 58).

 

A Luis Oteyza ya no le dejaban explicar el porqué de las cosas y por eso tuvo que emigrar a América Latina, primero en 1925 y después en 1936. Dos dictadores, dos generales, Primo de Rivera y Francisco Franco, le prohibieron ejercer su profesión en España. Oteyza pasó sus últimos años en América Latina, impartiendo sus conocimientos,  ejerciendo su profesión y llevando a la práctica, como un adelantado, los consejos que años más tarde dio Kapuściński:

 

«El verdadero periodismo es el del contacto vivo con la gente y con las situaciones: Ese conocimiento directo constituye la base del reportaje serio y con ambiciones literarias.»

 

Esa reflexión de Kapuściński ya fue utilizada por Oteyza en sus trabajos y tiene su origen en el mejor cronista de la historia, el griego Heródoto.

 

La forma de trabajar de Heródoto (siglo V antes de Cristo), Luis de Oteyza (Badajoz, 1883-Caracas, Venezuela, 1961) y Ryszard Kapuściński (Pins,1932-Varsovia, 2007) son ejemplos directos de un periodismo con «valor añadido».

Ellos tres, que hoy representan el pasado, pueden ser nuestros mejores referentes del presente que vivimos y del  futuro que nos espera.

 

Heródoto, Oteyza y Kapuściński, recorrieron el mundo para saber cómo eran sus gentes y poder contarles a los otros todo lo que vieron, conocieron e investigaron.  

 

Ryszard Kapuściński decía:

 

«Todo periodista es un historiador. Investiga, explora y describe la historia.»

 

Es evidente que existe una similitud en la forma de trabajar de Heródoto, el maestro Kapuściński y Luis de Oteyza.

 

Heródoto, Oteyza y Kapuściński querían saber que ocurrió en las Guerras Médicas, en el desastre de Annual, en Angola y en los conflictos que cubrieron cada uno de ellos.

 

Soledad Gallego hacía la siguiente reflexión en el prólogo del libro El hombre que estaba allí, sobre Chaves Nogales y escrito por Daniel Suberviola y Luis Felipe Torrente:

 

«Conseguir que la memoria de Manuel Chaves Nogales esté viva para todos quienes pretendan, hoy y mañana, incorporarse al oficio de periodista, es fundamental, porque difícilmente se les puede ofrecer un mejor ejemplo y un mejor maestro.»

 

Remato y voy más lejos en el análisis de la gran Soledad Gallego diciendo que cómo es posible que hoy, todavía, no se estudie en las universidades españoles a dos maestros y referencias del periodismo español como Chaves Nogales y Luis de Oteyza. Sus crónicas, reportajes, libros e investigaciones, sobre todo en el caso de Oteyza, tendrían que ser manuales como ya lo fueron en Harvard y en otras universidades norteamericanas.

 

Si tuviéramos que resumir qué es y cómo representaríamos al maestro Luis de Oteyza en el mundo actual, en la redes, diríamos que su hashtag, su llamada, su reclamo, su identificación, sería #PeriodismoVivo



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