Guillermo Escribano

«La playa de la verdad»

1000 palabras
8 minutos
40 lecturas
Reto creativo «Historias de verano»
El viaje que no sale como esperabas. Siempre puede ocurrir. Una inesperada sucesión de desastres o un acontecimiento especial que lo cambia todo. Cuenta uno de estos viajes.

Ignora Félix Cervantes que se le viene encima una inesperada aventura veraniega. El profesor de Historia ha llegado a julio con los nervios rotos por el batallar docente, cuestiones personales sin resolver y la sensación de envejecer antes de tiempo. 

Hasta que recibe la llamada.

—Hola, tío —dice Marcela—. ¿Pasas a buscarme o voy a tu casa?

—¿Cómo?

—Comiendo, tonto —replica Marcela—. ¡Que nos vamos de vacaciones!

Cervantes frunce el ceño, la vista clavada en los planos antiguos de una ciudad portuaria, fotos sepia y anotaciones que ha tomado en las últimas semanas de ensoñación literaria, de nostalgia por un tiempo perdido. 

—¿Qué?

Una pausa al teléfono y Cervantes se rasca tras la oreja. Su silencio provoca un resoplido a través de las ondas.

—Se te ha olvidado otra vez —gruñe Marcela—. Eres tremendo. Salgo para allá, invéntate un destino mientras llego y que tenga playa. Adiós, tonto. 

Cervantes tarda unos segundos en comprender lo ocurrido. 

—¡Me cago en la leche! ¡Que es hoy!

Palmea el escritorio, salta como un muelle y guarda, deprisa, los materiales de su nuevo proyecto secreto en una carpeta azul. Toma una apresurada decisión que le hace sonreír.

«Los chicos se enamoran, es la brisa y el sol», tararea, atolondrado, mientras corretea por la buhardilla como un ratón, evocando el cosquilleo de la arena entre los dedos de los pies. Prepara algo así como una bolsa de viaje. 

Cuando el timbre suena, Cervantes se siente preparado para afrontar lo que se le viene encima. Trota escaleras abajo, renqueando por el dolor en la cadera, la camiseta pegada a la espalda, con la ilusión brillando en los ojos.

Marcela lo recibe con los brazos cruzados, abajo, en la flamígera calle. 

—¿Y bien? —interroga ella—. ¿Dónde vas con esa camiseta tan hortera?

Luce un escudo con la loba capitolina y la leyenda: «Unico grande amore». Es un recuerdo de aquel otro verano que Cervantes pasó en Roma, una épica historia contada por un amigo suyo en la novela El misterio del umbral. 

—Tiene un valor sentimental.

Marcela niega con la cabeza.

—¿Y nuestro destino? —insiste ella.

—Es una sorpresa.

—¿Tiene playa?

—La Playa. 

—¡Un misterio, bien! —Marcela sonríe—. ¿Y esa carpeta azul?

—Te lo cuento por el camino. 

Poco después, el Seat de Cervantes es una bola de fuego que atraviesa el secarral alcarreño por la autovía. Marcela, en el asiento de copiloto, ejerce de pinchadiscos.

—¿Vamos a Cataluña?

—Caliente —responde Cervantes. 

—Hum… ¡Tarragona! ¡Una chapa de romanos como en Cartagena!

—Frío. 

—¡Ay! Venga, suelta —dice Marcela. Cervantes sonríe—. ¡El delta del Ebro! ¡Vamos de naturalistas!

—Helado. 

—Pues sí que me lo comía, sí —murmura Marcela. Cambia de canción, cavila—. ¿No se te habrá ocurrido ir a Barcelona en julio, verdad?

—Je, je. 

—¡Me llevas al infierno! ¡Con toda esa gente! ¡Y los guiris borrachos!

—Para todo hay remedio, si no es para la muerte —recita el profesor.

—Déjate de citas del Quijote. ¡Sabes que odio a las multitudes! 

—Bueno, pues abre la carpeta y te cuento todo. 

Marcela resopla, sube el aire acondicionado y obedece.

—Papelajos y más papelajos… Oye, qué chula es esta vista, ¿no?

Cervantes tuerce la cara, el corazón henchido de emociones tiempo atrás olvidadas. Nada le hace más feliz que resolver un misterio.

—Es la mejor vista de Barcelona —dice él con tono profesoral—. Y un documento importantísimo de 1535. Obra de Braun y Hogenberg. 

—¿Y por qué es tan importante?

—Porque es lo más parecido a la Barcelona que visitó Miguel de Cervantes —pausa dramática—. ¿Recuerdas, al final del libro, el duelo con el Caballero de la Blanca Luna?

Marcela asiente y se remueve inquieta. 

—¿Me llevas a la playa dónde don Quijote fue derrotado?

—Y dónde quizá, por fin, descubrió la verdad.

—Estás chalado. 

Avanzan en silencio por la autovía infernal. 

—¿Pero qué quieres hacer ahí? ¿Y qué playa es?

—Te lo contaré cuando lleguemos —dice Cervantes, que siente nostalgia por las playas de su juventud, más tranquilas, menos atestadas. El aroma del mar—. Oye, por qué no me pones a Kiko Veneno, que me gusta para conducir.

—Vejestorio. 

Anochecía cuando el Seat, por fin, se adentra en Barcelona. El profesor parlotea nervioso, la cercanía del destino enloquece su corazón. Marcela asiente como quién da la razón a un loco.

—Veamos —dice Cervantes—. ¿Qué te llama la atención de la vista de Braun y Hogenberg?

—Pues… —susurra Marcela—, ¿que Barcelona no llega hasta la playa?

—Correcto. Fíjate en la pequeña península a la derecha…

—¿Es la Barceloneta? ¡Pero si no hay ni edificios ni nada!

—Correcto —dice Cervantes. Maneja el Seat por Sant Joan—. Según mis investigaciones, don Quijote salió a pasear, ataviado con su armadura, por la playa de la Barceloneta cuando se topó con el Caballero de la Blanca Luna. ¡Menudo duelo! Entonces, era una playa salvaje, un entorno natural de auroras rosadas, del rumor de las olas y de agua cristalina. 

—Pues ahora no veo más que ladrillos y hormigón —replica Marcela con repentina tristeza.

Cervantes asiente y sus emociones se tornan algo oscuras.

El Seat se adentra en las calles de la Barceloneta. Marcela baja las ventanillas. Los hedores de la fritanga, la crema solar y el humo de combustible inundan el coche. La brisa es cálida y el ruido, terrible. Gritos, claxon, motores, un vidrio que estalla. 

Callados, conmovidos, aparcan bajo la Plaza del Mar. Siente Cervantes una melancolía profunda. Han desaparecido los buenos augurios y solo le queda una terrible sensación de pérdida. Marcela le agarra por el codo, cabizbaja. 

Salen al exterior y caminan hasta el anochecer en la playa. Un caótico gentío pasea de un lado a otro. Un perro defeca en la arena. Una pareja se magrea. Un grupo de borrachos berrea en un círculo. 

Cervantes siente un extraño escalofrío.

—¿Y qué verdad descubrió don Quijote aquí en la playa, al ser derrotado? —pregunta Marcela.

Cervantes suspira largo y tendido, la mirada en el anchuroso Mediterráneo.

—Que su tiempo había pasado. Y que el mundo que amaba había dejado de existir. 

Guillermo Escribano
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Leyre Jaime Pérez
01 jun, 00:11 h
¡Me ha encantado! Una pluma excelente y la personalidad de los personajes se ve remarcada, siendo caracterizada Marcela con su actitud y Félix con su pasión hacia Quijote. Enhorabuena :)
Guillermo Escribano
01 jun, 12:45 h
¡Muchas GRACIAS, Leyre! Por tu tiempo dedicado al viejo Cervantes y por tu bella apreciación. Me alegro mucho de que te haya encantado.

Seguimos leyéndonos.
Puri Escuredo
01 jun, 10:30 h
¡Ay qué bonito! Cuántos mundos dejan de existir y cuántos nuevos nos esperan, aunque sea con cachaba :-)
Guillermo Escribano
01 jun, 12:47 h
¡GRACIAS, querida Puri! Deseando leer tus propuestas lúdicas ;)

Esos mundos que nos dejan y nos dejamos y nos llegan; que nos esperan.

Los mundos que imaginamos y que quizá se vuelvan reales. Y los que olvidaremos.

Seguimos leyéndonos.
Mila Clemente
01 jun, 18:59 h
Bonita historia. Espero que los protagonistas busquen el lado bueno de la ciudad, que lo tiene...jajaja. Es que este hombre lo que quería era viajar al pasado, y como se suele decir; el pasado, pasado está.
Guillermo Escribano
02 jun, 10:08 h
¡GRACIAS, Mila! Quizás encuentren ese lado bueno en alguna otra aventura ;)

Seguimos leyéndonos.
Mayomoratallaruben
02 jun, 20:11 h
Una técnica exquisita. ¡Enhorabuena!
Guillermo Escribano
05 jun, 11:38 h
GRACIAS, Rubén. Por leerme y por tu sabrosa opinión. Es un honor.

Pensar en exquisiteces me hace querer comer unas croquetas xD

Seguimos leyéndonos.
Mikel M
05 jun, 09:16 h
Te lo habrán dicho mil veces pero... ¡qué bien escribes, Guillermo!
Un placer leerte, enhorabuena.
Guillermo Escribano
05 jun, 11:40 h
Querido Mikel, ni tantas veces ni alguien con tu estilo ;)

GRACIAS por el tiempo que le has dedicado al relato y por tu cariño.

El placer es compartido.

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Roberto Bastida Mora
05 jun, 17:49 h
Grande Guillermo! Las tres primeras palabras ya me han hecho sonreír. Cervantes en la Barceloneta, es el Indiana Jones español! No tiene miedo a nada! 😂😂

Gran trabajo!
Guillermo Escribano
06 jun, 09:21 h
¡GRACIAS, terrorífico Roberto! Jajaja, es un inconsciente el Cervantes este. GRACIAS por la lectura y el cariño de tus palabras.

Seguimos leyéndonos ;)
Rebeca Martín Diosdado
07 jun, 17:19 h
Escribanooo!!!
Es tan divertido leerte... ni que pasen cien años!!!
Un placer haber leído esas 1000 palabras!!!
Enhorabuena 😉
Guillermo Escribano
08 jun, 06:56 h
¡GRACIAS, querida Rebeca! Por el tiempo que le has dedicado a este ejercicio de humor y por tus palabras.

Pasarán esos 100 años y seguiremos leyéndonos ;)

GRACIAS
elinsurgentecalleja
08 jun, 18:42 h
Un placer leerte compañero!!
Tu estilo nítido y divertido es inconfundible, consigues que mil palabras se conviertan en algo sinuoso y fácil de leer.
Tus reivindicaciones metafóricas me han encantado!
Saludos Insurgentes
Guillermo Escribano
09 jun, 07:48 h
Gracias, mi estimadísimo Insurgente. Es un honor viniendo de ti. Y me alegro de que te haya gustado :)

¡Reivindiquemos la metáfora también!

Un abrazo, seguimos leyéndonos
Ivan del Dedo Martín
09 jun, 09:53 h
Este Félix se pega unos viajes tremendos. Ahora en la Barceloneta, yo le hacía aún en Roma... Qué maravilla leerte siempre y qué fácil se lo pones al lector 🤍
Guillermo Escribano
09 jun, 12:07 h
GRACIAS, querido merengón, por tu tiempo y por tus apreciaciones totalmente subjetivas.

Que los viajes de Félix no se acaben nunca y podamos disfrutarlos juntos durante mucho tiempo.

Seguimos leyéndonos
Celia García Mendieta
12 jun, 18:54 h
¡Oh! ¡Qué bueno encontrarme con buenas lecturas! ¡Enhorabuena! Estoy sintiendo una ligera presión en la conciencia por adquirir El misterio del umbral...😉
Guillermo Escribano
13 jun, 05:13 h
¡GRACIAS, querida Celia! Jiji, espero que sea una presión amistosa y soportable ;)

Seguimos leyéndonos
Miquel Quetglas (Maiky Forrester)
13 jun, 13:45 h
¡Muy original! 😊 Enhorabuena
Lucia F.S.
19 jul, 03:09 h
Pasé intencionadamente a leerte y que alegría me ha generado reencontrar a Félix. Siempre muy divertido leer tus historias. Un abrazo.
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