Sergio salió un momento de la abarrotada furgoneta en la que habían venido él y seis amigos más a un bosque remoto, lejos de la poli y de miradas indiscretas. Habían llegado buscando nuevas sensaciones, deseando que las alucinaciones les hicieran ver con el tercer ojo. Él fue el primer valiente (o inocente) en salir por su cuenta a explorar lo que ahora parecía un nuevo mundo.No tardó mucho en distinguir una sombra fugaz corriendo por su izquierda. “Empieza el juego”, pensó, divertido. Empezó a seguirla con paso sigiloso, pero conforme aquella sombra iba tomando figura de mujer, acabó dando una zancada tras otra, en un intento esquizoide por alcanzada. Estaba convencido de que las risas traviesas lo estaban tentando, que el destello azul de sus ojos lo miraban con deseo…Corrió y corrió pero, de súbito, un momento la tenía delante de él, casi al alcance de su mano, tan real como él mismo… y, al segundo, todo había desaparecido. Las copas de los árboles, el suelo bajo sus pies… todo se fundía en una espesura negra y fría que le impedía respirar. El shock le despertó los sentidos de golpe, el tiempo suficiente para ver, con total claridad, que sí, ante él, flotando entre esa nada, había una mujer.Tardó dos segundos en darse cuenta de que, uno le estaba besando. Y dos, recordó que no sabía nadar. Aquel beso le estaba quitando el poco aire que aún le quedaba en sus pulmones.Con espanto, contempló cómo la mujer se transformaba en una réplica exacta de sí mismo, salía del lago y, desde la tierra firme, le sonreía con malicia. Sergio dio tantas brazadas como pudo pero comprobó, espantado, que la superficie del lago se había petrificado. Ahora le tocaba a él esperar a la próxima víctima.