Este texto es un fragmento de

Cómo el #15M cambió la información

Carmela Ríos

Twitter, mi pequeño CNN+

Hay muchas formas de felicidad. Una de ellas consistió durante años en acabar cada crónica, cada conexión en directo, con una coletilla imperial: «En París, Carmela Ríos, CNN+». Esas palabras nunca perdieron su magia: me escuchaba firmando la información y lo siguiente era un pellizco de euforia. Qué suerte ser periodista, estar en París, que pasen cosas y qué suerte poder contarlas en esta cadena.



CNN+ murió el 28 de diciembre de 2010.  Yo había regresado de París seis años antes, en 2004, y me había incorporado a su redacción central en Madrid, donde aprendía cada día de un equipo profesional y comprometido, una de las mejores redacciones que he conocido.

Durante tres años me ocupé de la información de tribunales. Contamos en directo desde la Audiencia Nacional la apertura del sumario del caso Gürtel y el desfile por el despacho del juez Garzón de personajes de película como Francisco Correa o ‘El Bigotes’, de empresarios de (presunto) soborno fácil, testaferros o contables de (presunta) pacotilla. Y en directo conocieron los espectadores que la Audiencia Nacional metería mano a la causa del franquismo y sus desaparecidos.

Mostramos en tiempo real las concentraciones de apoyo a Garzón, que fue cayendo en desgracia judicial hasta acabar desahuciado del juzgado 5. Los espectadores de CNN+ lo vieron abandonar, para siempre y entre aplausos, el edificio de la Audiencia Nacional, una vez el Consejo General del Poder Judicial dictaminó la suspensión de actividades del juez, tras la apertura de una de las tres causas por la que Garzón tuvo que responder posteriormente ante el Tribunal Supremo.

CNN+ era eso, la reacción en el momento: «Está pasando lo estás viendo». Y yo creía en ello. Me gustaba, y me gusta, la inmediatez, la difusión en el  momento, el desafío de contar rápido y contar bien, estar disponible y atenta a la información. CNN+ me llenaba profesionalmente… como Twitter ahora. Ambos medios se dieron el relevo en mi vida camino de las Navidades de 2010.

La tarde de aquel 10 de diciembre de 2010, Manolín me esperaba en la puerta de la Audiencia Nacional con todo el material para grabar un falso directo. Manolín, es Manuel Cuesta, un prodigio de versatilidad técnica, sagacidad y buen humor, un imprescindible de la redacción. Manolín y yo estábamos contentos: en CNN+ habíamos <a data-cke-saved-href="https://www.youtube.com/watch?v=TM0jESeEmJA" href="https://www.youtube.com/watch?v=TM0jESeEmJA" "="" target="_blank">conseguido buenas audiencias con nuestra cobertura non stop de la huelga de controladores que paralizó el tráfico aéreo en España el 3 de diciembre de aquel año. Secretamente pensábamos que éxitos como aquel servirían para neutralizar algunos rumores que corrían sobre un posible cierre de la cadena.

Nos pusimos a la tarea: Manolín posó el trípode junto a la hilera de árboles que separa la Audiencia Nacional del Tribunal Supremo, ajustó la altura, ancló la cámara, rectificó la posición del foco de luz y me dio el micrófono de mano. Entonces sonó su teléfono móvil. La expresión de su cara cambió. «¡No me digas!», respondió alarmado a su interlocutor, con el que intercambió unas cuantas palabras antes de colgar el teléfono, mirarme y exclamar: «¡Ay, Carmelilla, que nos cierran CNN+!».

Se produjo entonces unos de esos momentos en los que los periodistas nos ponemos el uniforme para no tener que sufrir, es decir que contar una noticia se convierte en la mejor manera de que no nos afecte. Manolín me había dado un titular, el cierre de una cadena de noticias en España. Había que buscar otra fuente, y hubiera bastado el tono de la voz de (digamos María),  la compañera de redacción que respondió a mi llamada. Pero además María tenía en sus manos el comunicado con el que la dirección de Sogecable se disponía a anunciar el cierre de CNN+.

Con los argumentos de la empresa retumbando en mis oídos, pensé: «esto hay que contarlo». Y de forma instintiva agarré el móvil y abrí aquel invento con el que había estado jugueteando intermitentemente desde hacía un año y medio. 

Twitter había entrado en mi vida en Ceuta durante el verano de 2009. Aproveché las vacaciones para abrir una cuenta y comenzar a curiosear en una red a la que, francamente, me costó encontrarle la gracia. Publicaba un tuit con la impresión de que no había nadie a la escucha, que era un poco como gritar en la montaña cuando vas de excursión.  Algo de cierto había en ello porque en un año y medio de práctica esporádica, sólo 45 incautos habían tenido la ocurrencia de seguirme en Twitter. 



Pero aquel 10 de diciembre de 2010 abrí mi cuenta de Twitter empujada por la pulsión de contar una noticia. «Cierra CNN+», escribí, liberando así las ganas de informar, sin más pretensiones. A los pocos segundos mi cuenta de Twitter echaba humo.



El tuit había saltado el corralito de mis 45 seguidores y se movía sin parar.  Unos rebotaban la noticia, otros confeccionaban sus propios tuits sobre el cierre de CNN+ citándome como fuente, algunos me preguntaban directamente sobre el cierre de la cadena, y yo, además, podía responderles.

Asombrada por la respuesta a aquel tuit de dos palabras, volví a la redacción en Tres Cantos. Al llegar, ya era de noche: recuerdo que hice una foto del acceso al edificio con mi Blackberry. Me uní a mis compañeros que trabajaban en la primera planta y seguí tuiteando en directo.



Y ya no he parado.

Twitter llegó a mi vida para relevar a CNN+ en la necesidad de contar y mostrar las cosas cuando suceden.  Aquel 10 de diciembre de 2010 comprendí que podía ser un pequeño medio de comunicación siempre y cuando respetara las reglas del oficio. Un soporte de información en directo que me ofrecía el milagro adicional de publicar fotos, todo un regalo para alguien que tiende a traducir en imágenes la actualidad después de tantos años trabajando en informativos de televisión. Y la guinda: la posibilidad de dialogar permanentemente con los espectadores, los lectores, los seguidores.

La muerte de CNN+, desde el anuncio de su cierre hasta el fin de las emisiones, la noche del 28 de diciembre de 2010, fue mi primera historia tuiteada. Una sucesión de días raros y tristes pero que marcaron la senda de una apasionante e incierta aventura de aprendizaje con las ganas de periodismo, las redes sociales y el teléfono móvil como únicos compañeros de viaje.

Al cerrar CNN+ una gran parte de la plantilla permaneció en la redacción de Cuatro, ya en manos de Mediaset, yo entre ellos. Pero algo en mi interior había cambiado cuando arrancó el año 2011. Continué ocupándome de la crónica de tribunales para Cuatro pero el teléfono móvil me ardía en el bolsillo: lo que realmente me apetecía hacer era intentar sacar todo el periodismo posible de aquel cacharro. Así que empecé una doble vida profesional: alternaba las crónicas judiciales y los directos para televisión con coberturas en redes sociales que nadie me pedía. Me estrujaba el cerebro pensando cómo resumir en un tuit un auto judicial o perseguía una foto para subirla a mi cuenta porque contenía tanta información como la crónica o el directo. Se acabó el corretear por la Audiencia Nacional con el micrófono y la libreta como herramientas básicas: me hice con dos teléfonos para poder hablar con uno y gestionar mis redes sociales con el segundo. Muchos compañeros no entendían muy bien por qué me complicaba la existencia de aquella manera pero yo era muy feliz, como ahora, llenando mi vida de todas esas historias nuevas que tomaban forma en mi móvil, coberturas cada vez más seguidas. Tenía la sensación de estar haciendo un trabajo nuevo que era útil para un público nuevo. Y esa es una gratificación extraordinaria para un periodista.

Cinco meses después de cerrar CNN+, surgió el #15M. He pensado miles de veces en cómo se hubiera volcado la redacción para cubrir una noticia como esa. He imaginado la mesa del plató de informativos ocupada durante semanas en un incesante desfile de analistas e invitados. He imaginado las decenas de directos que hubiéramos hecho desde Sol. No pudo ser, pero nada ni nadie pudo ahogar las ganas de narrar minuto a minuto aquel movimiento civil importante en la historia de España. El 15M no tenía cerca un CNN+ que lo contara pero sí una red social, Twitter en manos de periodistas determinados a seguir cumpliendo el compromiso: «Está pasando, lo estás viendo».




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