Este texto es un fragmento de

Historias para Sergio

Fernando Sacedo



“No amonestes al joven con dureza,
 muéstrale su camino con franqueza”.

    (El Conde Lucanor. Exemplo XXI. Don Juan Manuel)




“La enseñanza que deja huella no es la que se hace de cabeza a cabeza, sino de corazón a corazón”.

    (Howard G. Hendricks)






HISTORIAS PARA SERGIO
Fernando Sacedo


—¿Qué es lo que más te gustaría hacer cuando seas mayor, hijo?

  • —Sobre todo viajar, papá. Hay tantísimas cosas que ver, el mundo es tan grande… ¡Lo quiero ver todo!

  • —Y… ¿con quién te gustaría ir?

Ahí se hizo el silencio, Sergio tardó en contestar, quizás demasiado.

 —Pues no sé... Supongo que solo. Lo importante es lo muchísimo que hay que ver, no con quién, ¿no?

Su respuesta me ha hecho pensar, y mucho, en el tipo de personas que estamos educando y hacia dónde evoluciona la relación del ser humano con el mundo y con el resto de los seres humanos.

Mi hijo se equivoca, y mucho. Todo en la vida, todo, solo tiene sentido de verdad si lo compartes. El ser humano es el ser más social del planeta y es solo junto a otro como se realiza, se reproduce, se completa.

Él no tiene la culpa, en todo caso la tenga yo y esta sociedad “moderna” que estamos creando. En ella solo priorizamos y tenemos claro el valor de lo tangible: las casas, los coches, los restaurantes, la ropa... Y no solo eso: también los lugares, los paisajes, los monumentos…

Pero no sé, siento que hemos perdido el valor de lo esencial, de lo importante, de las personas. En numerosas ocasiones ya solo hablamos de los otros, de nuestros iguales, para hablar mal. Parece que el resto de la humanidad es algo que tenemos que “soportar” en el mundo.

Me gustaría haber sabido comunicar a mi hijo que lo mejor que puede hacer es dedicar tiempo a las personas que le rodean; conozco a muchas y son maravillosas. Me encantaría haber logrado enseñarle a apreciar en los otros lo que yo llamo “el lado bueno de las personas”. O en otras palabras: por qué un cuaderno viejo puede ser el mejor de los regalos, o por qué el amor mejora las magdalenas.

Por eso empecé a escribir estos relatos: tratan de personas que he conocido en mi vida y que me han enseñado que, a pesar de las apariencias, cada ser humano tiene algo bello y maravilloso dentro.

Son nuestras pequeñas historias. Del abuelo Ambrosio y mías. De mi padre, Fernando, y mías. De mi hijo, Sergio, y mías. De los hijos de sus hijos. De todo aquel que sepa leer con los ojos del corazón.




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