Este texto es un fragmento de

La cultura como reserva india

Jorge Linheira

El tercer eje, enfrenta dos posiciones clásicas de la política como son, intervención / no intervención.


Hoy no les diré a quién voto / tan solo que empieza por C /
me gusta citar a Churchill / aunque nunca leí una novela de él /
y si un día nos agobia el mercado / pues ya se autorregulará /
amigos míos ámenme, soy un liberal. 

Nacho Vegas, Ámenme, soy un liberal


En este eje, trazamos una posición que aboga por una política cultural más intervencionista, interpretándola como un servicio público que apueste por una cultura y lengua propia -no permitidas durante el franquismo- a través de actuaciones gestionadas directamente por las administraciones públicas. Frente a esta, las posiciones más conservadoras apuestan por una intervención mínima, donde sea la mano invisible del mercado -metáfora que expresa en economía la capacidad autorreguladora del libre mercado, acuñada por el filósofo Adam Smith en 1759- la que impulse la cultura, posibilitado por políticas de patrocinio: un sistema no ecuánime que enfatiza la distancia entre los no exitosos y los que sí y, al mismo tiempo, entre los que proponen una cultura acrítica y los que defienden una cultura incómoda.

A día de hoy, la presencia de los patrocinadores es preminente y probablemente irrempazable en gran parte del circuito cultural. En un momento en que la cultura vive totalmente precarizada, y con una gran falta de apoyo por parte de algunas administraciones públicas, depende sobre todo de la inversión privada. Hemos transitado de aquella Cultura de la Transición (como hablábamos en el capítulo anterior) donde a través de la financiación pública se determinaba lo que era cultura, a un presente en el que los patrocinadores evidencian su gusto respaldando un tipo de cultura confortable y prescindiendo de aquella otra que pudiera suscitar conflictos de algún tipo.

El patrocinio es quien hace funcionar la cultura a día de hoy. Muchos lo ven necesario, pero también podemos presenciarlo como un proceso apresurado de desposesión de la misma, y nos podemos preguntar si la cultura más consumida, discute o perpetúa las estructuras de poder. Por ejemplo, en el Estado español los macroconciertos y festivales son patrocinados, en muchas ocasiones, por empresarios pendientes de juicios por grandes fraudes fiscales y entidades bancarias de ética muy dudosa.

Nuestro marco teórico para este tercer eje, parte de los modelos del Estado de bienestar de Esping-Andersen (1993), que desarrolló una tipología de tres modelos: liberal, socialdemócrata y conservador. El modelo liberal se caracteriza por enfatizar la responsabilidad individual frente a los riesgos, fomentando el mercado y dando vía libre al desarrollo del Tercer Sector. El modelo socialdemócrata trata de efectuar una socialización global de los riesgos, esforzándose por desmercantilizar el bienestar y abolir la dependencia del mercado. Finalmente, el modelo conservador se distingue por el corporativismo y el familiarismo, es decir, por asignar las responsabilidades de los riesgos a la familia.

Refiriéndonos a los modelos de estado y política cultural según Moulin (1992), está claro que ciertos países como el Reino Unido o los Estados Unidos -desde una perspectiva no intervencionista-, ignoran la idea de una política cultural estatal, o prefieren confiar en las fuerzas del mercado las iniciativas del sector cultural. Por el contrario, Francia apostó por un modelo donde el Estado desarrolla una intervención directa y potente en la producción de bienes culturales, desarrollando políticas de democratización cultural, con una cierta actitud de recelo cara a los intermediarios culturales (Barthéleny, 2000). Pero como manifestó Moulin (1992), aparecen tendencias de convergencia entre el modelo anglosajón y la tradición estatista francesa.

Dentro de los defensores de la intervención mínima en la política cultural estatal, se ha recurrido en muchas ocasiones a la posibilidad de facilitar las políticas de mecenazgo, como una participación de la ciudadanía en la conservación y enriquecimiento del patrimonio cultural español.

Desde el ejecutivo central se intentó legislar, para procurar paliar los más de 300 millones retirados por el gobierno de Rajoy ya por el año 2014 en apoyo al desarrollo cultural, pero a finales de ese mismo año conocíamos que la cacareada Ley de Mecenazgo de Lasalle había fracasado. Los motivos, la opinión del Presidente y su Ministro de Hacienda, que entienden la inversión privada en cultura, educación o investigación como un capricho personal sin rendimiento social y con perjuicio sobre la recaudación, a pesar de pedirla para suplantar el gasto del Estado. Mariano Rajoy lo advirtió en su única visita al Museo del Prado como inquilino de la Moncloa, en enero de 2013: “El mecenas no espera nada a cambio”. Para Agustín Baamonde, compañero de partido de los anteriores, fue el ministro de Hacienda y Función Pública el culpable del fracaso del anteproyecto de Ley:

A mina idea do patrocinio me parece correcta...é unha das vías, non digo que sexa a única, polas que podes prestar axuda ás actividades culturais...eu estou seguro que se non saíu adiante foi por Montoro. [A mí la idea del patrocinio me parece correcta...es una de las vías, no digo que sea la única, por las que puedes prestar ayuda a las actividades culturales...yo estoy seguro que si no salió adelante fue por Montoro.]
Agustín Baamonde, portavoz PPdeG en la comisión de cultura en el Parlamento de Galicia. 6-IV-2016

A este respecto, la opinión del BNG en palabras de uno de los miembros de su dirección, es la siguiente:

O mercado non impulsa a cultura, o que procura é o beneficio económico...ten que existir unha intervención dos poderes públicos, iso é democrático; o que é mais antidemocrático do mundo é deixar en mans privadas e de determinados medios económicos a posibilidade de xestión ou patrocinio cultural. Neste momento, nun momento de escaseza como no que estamos, non é que nos opoñamos a este tipo de cuestión (patrocinio), pero a ver, a cultura galega é unha cultura minorizada, ten unha extracción social popular evidente...entón, os hexemónicos dende o punto de vista económico, incluso os radicados aquí en Galiza, pois non proceden desa cultura. Este é un país (Galicia) moi raro, temos os salarios e as pensións mais baixas do estado, e temos a fortuna mais alta do estado que é Inditex, Amancio Ortega; pois nunca houbo un xesto cara a cultura galega de este señor, nada, cero. [El mercado no impulsa la cultura, lo que procura es el beneficio económico...tiene que existir una intervención de los poderes públicos, eso es democrático; lo que es más antidemocrático del mundo es dejar en manos privadas y de determinados medios económicos la posibilidad de gestión o patrocinio cultural. En este momento, en un momento de escasez como en el que estamos, no es que nos opongamos a este tipo de cuestión (patrocinio), pero a ver, la cultura gallega es una cultura minorizada, tiene una extracción social popular evidente...entonces, los hegemónicos desde el punto de vista económico, incluso los radicados aquí en Galicia, pues no proceden de esa cultura. Este es un país (Galicia) muy raro, tenemos los salarios y las pensiones más bajas del estado, y tenemos la fortuna más alta del estado que es Inditex, Amancio Ortega; pues nunca hubo un gesto hacia la cultura gallega de este señor, nada, cero.]
Bieito Lobeira, diputado del BNG. 22-III-2016

Estas palabras de Bieito Lobeira, recuerdan a las del escritor y filósofo César Rendueles en una entrevista realizada en septiembre del pasado año para El Confidencial: “España nunca ha tenido una burguesía ilustrada con un proyecto propio. Cuando trabajaba en el sector cultural a veces escuchaba a alguna gente elogiar el modelo de mecenazgo privado anglosajón. Con independencia de cualquier consideración técnica o ideológica, imaginar que las familias acaudaladas del Barrio de Salamanca se van a poner a soltar pasta para financiar proyectos artísticos, culturales y educativos me parece un mal chiste. No creo que quepa esperar gran cosa de las élites sociales españolas más allá de una honda preocupación por mantener su posición parasitaria. En serio, ¿alguien sabe de algo bueno que haya salido del Colegio del Pilar o del Liceo Francés?” Podemos responderle que una cosa buena si salió del Pilar, el ínclito Javier Krahe.

Otro de los peligros de dejar la financiación de la cultura únicamente en manos de las élites económicas -a diferencia del micromecenazgo, que desde algunos partidos se están comenzando a explorar maneras de potenciar esta microfinanciación colectiva con deducciones fiscales, para actividades sin ánimo de lucro-, es ahogar la potencialidad de la cultura como herramienta de transformación social. El periodista estadounidense Thomas Frank, explicaba que “las élites adoran las revoluciones que se limitan a cambios estéticos”.

En estos tiempos en los que la precariedad laboral y vital están muy vigentes, en algunas coyunturas la cultura transige vender sus voces a los mejores postores, que no siempre son los más adecuados. La diversidad de voces es lo único que nos salvará, la cultura será robusta estando informados y ejerciendo nuestro derecho a la misma de la mejor manera posible, apartándonos de la autocensura. Por desgracia, la vida precaria genera una cultura precaria.

Hoy en día la derecha sabe que la cultura, una vez que ésta ha perdido su sentido radical, es un arma fundamental para propagar ideas neoliberales, para generar nuevas sensibilidades. Ahí tenemos las películas, series de televisión, la mutación de conceptos como el de creatividad o el diseño de nuevos modelos culturales como el entrepeneur. Ese puede considerarse el activismo cultural de la derecha, desde Ciudadanos, por ejemplo, insisten una y otra vez en la necesidad de separar política y cultura, pero -paradójicamente- este es un gesto radicalmente político y cultural.

La anécdota principal de un ensayo sucinto pero contundente de Alberto Santamaría, titulado Arte (es) propaganda (2016), nos describe la visita de Franco a una bienal de arte contemporáneo donde su guía le indicaba “Excelencia, esta es la sala de los revolucionarios”, la respuesta del frígido y cristiano dictador es memorable, “Mientras hagan las revoluciones así”. Y es que el mecenazgo provoca situaciones como el hecho de que Juan March, uno de los mayores financiadores de la Guerra Civil haya pasado a la posteridad como el gran filántropo del arte y la sensibilidad, y que resulte muy extraño que escuchemos a las artistas y los artistas cuestionando su figura.

Al preguntar a Xabier Ron de AGE (Alternativa Galega de Esquerda), sobre el modelo intervencionista que considera la cultura como un servicio público de gestión directa, esta es su respuesta:

Defendemos o papel senlleiro das administracións públicas...dado que rexeitamos a concepción neoliberal que reduce este dereito á condición de mercadoría. O traballo para xerar redes que artellen o sistema cultural galego, ten que achegar un enfoque integrador a través dunha cooperación interinstitucional que espalle polo territorio as iniciativas e bens culturais. [Defendemos el papel singular de las administraciones públicas...dado que rechazamos la concepción neoliberal que reduce este derecho a la condición de mercancía. El trabajo para generar redes que articulen el sistema cultural gallego, tiene que acercar un enfoque integrador a través de una cooperación interinstitucional que extienda por el territorio las iniciativas y bienes culturales.]
Xabier Ron, portavoz de AGE en cultura del Parlamento de Galicia. 28-III-2016

Una cooperación interinstitucional sobre la que podríamos diferenciar dos niveles relacionales, por un lado la Unión Europea y Ministerio de Cultura que son percibidos como surtidores económicos, y por lo tanto no existe una relación más allá que la de entrega de fondos. Con esos recursos transferidos, pasamos al siguiente nivel formado por la Xunta, Diputaciones y Ayuntamientos, que en base a sus intereses se distribuyen los recursos. Por desgracia, y la opinión generalizada de los entrevistados es que no existe ningún tipo de coordinación alentada por el gobierno autonómico, y únicamente, en algunas ocasiones y auspiciado principalmente por líneas de ayudas económicas, existe cooperación entre aquellas administraciones con el mismo color político.

Para informarnos sobre el órgano estatal que podríamos considerar como referente de la cooperación interinstitucional, que es el la Conferencia Sectorial de Cultura, intentamos contactar con el actual Secretario  Xeral de Cultura de la Xunta de  Galicia, Anxo Lorenzo, pero no obtuvimos respuesta. Por suerte, pudimos entrevistar al actual Secretari Autonómic  de Cultura de la Generalitat Valenciana, Albert Girona de Compromís, cuya opinión respecto a la Conferencia Sectorial es la siguiente:

No es útil, yo he ido a una y lo único que se hace es hablar un poco; desfilan por allí los responsables de espacios como el Museo del Prado, el Director General de Archivos, Instituto Cervantes, pasan por allí, te explican lo que van a hacer y nada más. La verdad es que no hay ni un análisis en profundidad, ni te dejan realizar aportaciones porqué dura una tarde y allí estamos todas las CCAA...yo pienso que a veces pesan más los sectores que las CCAA, las grandes patronales...normalmente los que son del partido que gobierna en Madrid van allí a hacer bueno todo lo que lleva su gobierno, y los demás a quejarnos pero sin sacar ninguna conclusión.
Albert Girona, Secretari Autonómic de Cultura de la  Generalitat Valenciana. 27-IV-2016

Volviendo al nivel conformado por las administraciones autonómicas, provinciales y locales, la opinión sobre la existencia o no de cooperación interinstitucional de Agustín Baamonde del PPdeG, es la siguiente:

No acontecer cultural diario penso que depende do voluntarismo das persoas que ocupan os departamentos de cultura que de unha coordinación, e están en función dos vaivéns políticos. [En el acontecer cultural diario pienso que depende del voluntarismo de las personas que ocupan los departamentos de cultura que de una coordinación, y están en función de los vaivenes políticos.]
Agustín Baamonde, portavoz PPdeG en la comisión de cultura en el Parlamento de Galicia. 6-IV-2016

En la misma línea se expresa Emilio Vázquez del PSdeGA, al ser consultado sobre la relación existente entre las diferentes administraciones públicas en materia cultural, durante estos treinta y cinco años:

Relación pouca, existe un problema na concepción que temos da administración, moitas administracións teñen competencias no mesmo ámbito e a coordinación entre elas non existe...cada administración fai no seu ámbito cultura pero non se coordinan...unha boa maneira de mellorar a gobernanza cultural sería entre todos conseguir ter algunhas pinceladas comúns para que non se solapen cousas, ter mais colaboración, mais coordinación...é verdade que se fan convenios entre administracións, pero a cor política sempre inflúe na relación das políticas...pero non hai coordinación, eu non vexo que a Xunta fale coas deputacións, que digan que o Conselleiro de Cultura se reuniu cos responsables de cultura das deputacións e que vamos a poñernos dacordo, iso non acontece. [Relación poca, existe un problema en la concepción que tenemos de la administración, muchas administraciones tienen competencias en el mismo ámbito y la coordinación entre ellas no existe...cada administración hace en su ámbito cultura pero no se coordinan...una buena manera de mejorar la gobernanza cultural sería entre todos conseguir tener algunas pinceladas comunes para que no se solapen cosas, tener más colaboración, más coordinación...es verdad que se hacen convenios entre administraciones, pero el color político siempre influye en la relación de las políticas...pero no hay coordinación, yo no veo que la Xunta hable con las diputaciones, que digan que el Conselleiro de Cultura se reunió con los responsables de cultura de las diputaciones y que vamos a ponernos de acuerdo, eso no acontece.]
Emilio Vázquez, portavoz PSdeGA comisión de cultura en el Parlamento de Galicia. 16-III-2016

Pero en voz de nuestros entrevistados, comenzamos a encontrar propuestas de cooperación interinstitucional, como la que nos comenta Bieito Lobeira del BNG:

A nivel autonómico non existe ningún tipo de cooperación, pode existir algún convenio pero non existe cooperación; nós (BNG) imos facer agora cos gobernos que temos nas deputacións de Lugo, A Coruña e Pontevedra, e grazas a que no acordo de goberno co PSdeGA collimos a competencia de cultura...imos a estabilizar unha estrutura das tres deputacións en materia cultural pra facer cousas en común, e para aproveitar as cousas de cada sitio e pra aforrar cartos, realizar un traballo en rede e que na práctica exerzan unha especie de contrapoder fronte á política da Xunta, porque tres deputacións pintan moitísimo mais se traballan en rede que coma illas. [A nivel autonómico no existe ningún tipo de cooperación, puede existir algún convenio pero no existe cooperación; nosotros (BNG) vamos a hacer ahora con los gobiernos que tenemos en las diputaciones de Lugo, A Coruña y Pontevedra, y gracias a que en el acuerdo de gobierno con el PSdeGA cogimos la competencia de cultura...vamos a estabilizar una estructura de las tres diputaciones en materia cultural para hacer cosas en común, y para aprovechar las cosas de cada sitio y para ahorrar dinero, realizar un trabajo en red y que en la práctica ejerzan una especie de contrapoder frente la política de la Xunta, porque tres diputaciones pintan muchísimo más si trabajan en red que como islas.]
Bieito Lobeira, diputado del BNG. 22-III-2016

Otro de los aspectos por los que ha destacado la política cultural gallega realizada desde 1981, es por la falta de planificación estratégica, y que por otra parte es un mal bastante endémico a nivel estatal. Para que la cultura logre ocupar un espacio relevante en la dinámica social y económica de una zona, la planificación debería tener en cuenta los siguientes ámbitos: recursos culturales propios del territorio (universo simbólico), los procesos creativos individuales que tienen lugar en la comunidad, los sectores culturales que operan y cómo se relaciona la ciudadanía con los mismos y con los creadores individuales y del Tercer Sector (prácticas culturales) (Rausell, 2007). La articulación de estos integrantes del ecosistema cultural, todo según los objetivos que persigan, debería plasmarse en una declaración de intenciones que integrase la política cultural de una región.

La opinión generalizada entre los entrevistados es que en Galicia no se ha realizado una apuesta por la planificación cultural, y que en muchas ocasiones se ha debido a una visión cortoplacista. Al respecto, Agustín Baamonde del PPdeG:

As planificacións non solo no ámbito cultural, senón tamén no ámbito xeral de actuación dos gobernos, a tendencia xeral é que é cortoplacista, e mais na situación que existe agora de crise económica...e as políticas culturais non son unha excepción. [Las planificaciones no solo en el ámbito cultural, sino también en el ámbito general de actuación de los gobiernos, la tendencia general es que es cortoplacista, y más en la situación que existe ahora de crisis económica...y las políticas culturales no son una excepción.]
Agustín Baamonde, portavoz PPdeG en la comisión de cultura en el Parlamento de Galicia. 6-IV-2016

La falta de planificación existente atraviesa buena parte de la política cultural y trae consigo un fenómeno que podríamos denominar individualismo cultural, el cual supone no abordar esta política pública por sus responsables de manera holística, sino determinada por la sensibilidad de cada agente político, y que realiza en muchas ocasiones una programación subordinada a sus preferencias personales, sin contar con una estrategia específica. El periodista Camilo Franco indica lo siguiente:

O problema é que case todos os gobernos pensan que a política cultural é programación cultural, entón, dedican moitísimos esforzos e moitísimo diñeiro a programar, que me parece que é o fácil da política cultural...o que non se ve tanto é alguén con pensamento estratéxico de cara o mundo cultural, quizás no bipartito existiron dez minutos de pensamento estratéxico. [El problema es que casi todos los gobiernos piensan que la política cultural es programación cultural, entonces, dedican muchísimos esfuerzos y muchísimo dinero a programar, que me parece que es lo fácil de la política cultural...lo que no se ve tanto es alguien con pensamiento estratégico de cara el mundo cultural, quizás en el bipartito existieron diez minutos de pensamiento estratégico.]
Camilo Franco, periodista cultural. 14-VI-2016

El actual sistema de programación de la Xunta de Galicia, y las cómicas situaciones que el mismo produce en ocasiones, nos lo ejemplifica Xabier Ron de AGE:

As iniciativas que trae o PPdeG ó parlamento en moitas ocasións teñen que ver con coller as calendas, ver quen está de aniversario, pois este, pois veña, que a Xunta se preocupe por tal...e así, de forma sistemática o fan, eu chámolle as calendas grecas, e así llo dixen en comisión; deben ter un sistema de ordenador que salta cada día co nacemento dalgunha paisana ou dalgún paisano. Incluso, un do Barco de Valdeorras (municipio de 14.000 habitantes en la provincia de Ourense) trouxo a Gurriarán, que fora un defensor da República e comunista, e tiña un poema dedicado a “la hoz y el martillo”; entón, eu sabendo que ía provocar sarpullidos púxenme a ler o poema...despois de ler iso, esa iniciativa quedou en dúas actividades moi puntuais. [Las iniciativas que trae el PPdeG al parlamento en muchas ocasiones tienen que ver con coger las calendas, ver quien está de aniversario, pues éste, pues venga, que la Xunta se preocupe por tal...y así, de forma sistemática lo hacen, yo le llamo las calendas grecas, y así se lo dije en comisión; deben tener un sistema de ordenador que salta cada día con el nacimiento de alguna paisana o de algún paisano. Incluso, uno del Barco de Valdeorras (municipio de 14.000 habitantes en la provincia de Ourense) trajo a Gurriarán, que había sido un defensor de la República y comunista, y tenía un poema dedicado a “la hoz y el martillo”; entonces, yo sabiendo que iba a provocar sarpullidos me puse a leer el poema...después de leer eso, esa iniciativa quedó en dos actividades muy puntuales.]
Xabier Ron, portavoz de AGE en cultura del Parlamento de Galicia. 28-III-2016

La falta de diseño y desarrollo de planes estratégicos a medida en cada uno de los territorios, acompaña a la visión cortoplacista de nuestros responsables, y que lleva a que en la actualidad el 45% del gasto liquidado por la Xunta en materia cultural -en 2009 suponía el 73%- corresponde a gastos de capital. Estas cifras, guardan una gran relación con la apuesta de tiempos pretéritos en la construcción de casas da cultura y el mausoleo del Gaiás, de los cuales hablábamos en capítulos anteriores. Ramón Villares, presidente del Consello da  Cultura Galega, nos explica lo siguiente al respecto:

Nós fixemos unha reflexión estratéxica sobre cultura no 2010-2011, que creo que está bastante ben feita...pero non teño a impresión de que fose moi seguida nin polo sector, nin polos responsables das políticas executivas públicas...en Galicia non hai nada parecido ó Plan Vasco de Cultura, que é coma unha planificación a medio prazo das estratexias culturais que deben facerse, ou tampouco nalgúns aspectos como fai o Ramón Llul en Cataluña...habería que debater que modelo no ámbito de xestión se quere, porque iso non se fixo en ningún goberno, teoricamente debería facelo o Consello pero non ten recursos para aplícalo. [Nosotros hicimos una reflexión estratégica sobre cultura en el 2010-2011, que creo que está bastante bien hecha...pero no tengo la impresión de que fuera muy seguida ni por el sector, ni por los responsables de las políticas ejecutivas públicas...en Galicia no hay nada parecido al Plan Vasco de Cultura, que es como una planificación a medio plazo de las estrategias culturales que deben hacerse, o tampoco en algunos aspectos como hace el Ramón Llul en Cataluña...habría que debatir que modelo en el ámbito de gestión se quiere, porque eso no se hizo en ningún gobierno, teóricamente debería hacerlo el Consejo pero no tiene recursos para aplicarlo.]
Ramón Villares, Presidente del CdaCGa. 6-IV-2016

Planes estratégicos a medio y largo plazo, como el indicado por Villares y que se llevan a cabo en otras regiones del Estado español -también a nivel provincial y local-, y que el sector cultural debería luchar porque no estén sujetos a vaivenes políticos, siempre y cuando haya sido consensuado entre todos los actores implicados y traiga efectos positivos. Sin embargo, lo más característico de esta etapa de la política cultural estatal no ha sido la planificación estratégica en base a necesidades culturales objetivadas o en base a la participación sectorial o ciudadana.

Ciudades creativas
En los últimos años, uno de los discursos dominantes a nivel internacional ha sido el de la ciudad creativa, iniciado por Landry y Bianchini (1995) y desarrollado por Richard Florida con su idea de la capacidad de las clases creativas para transformar la economía urbana (Florida, 2005). Desde entonces, no ha existido administración ni plan cultural que haya escapado al influjo de las clases creativas. Un nuevo fenómeno social por aquel entonces, que transformaría las economías urbanas para siempre, y donde la concentración de jóvenes con creatividad en ciertas urbes resultaría fundamental para la creación de riqueza y empleo en las mismas. De esta manera, si las poblaciones querían crecer y competir en el mundo de las grandes localidades, tenían que apostar por hacerse con representantes de la clase creativa. Las teorías del profesor Florida sostenían que las áreas metropolitanas con alta concentración de trabajadores de tecnología punta, artistas, músicos, lesbianas, homosexuales, y un grupo que él describía como "bohemios de punta", se asociaban con un nivel elevado de desarrollo económico.

El modelo de ciudades creativas ha encajado además de forma notable en nuestra política por el protagonismo cultural de las ciudades, la importancia del turismo y la tendencia a la construcción de infraestructuras culturales sobredimensionadas, legitimadoras del poder político, sea este estatal, autonómico o local (Rubio y Rius, 2012, Rius-Ulldemolins, 2014).

Lo que había sido denunciado anteriormente por otros autores como acendrados procesos de gentrificación (Glass, 1955; Jacobs, 1973), se vislumbró a mediados de la década pasada como un modelo a seguir por un gran número de gobiernos y administraciones locales de corte liberal. Todo ello pese a las críticas recibidas por un gran número de autores (Peck, 2005; Pratt, 2008) y a la realidad de los datos en el tipo de empleo que generaba el modelo de las clases creativas, de corte temporal y precario. Tal y como señala un informe realizado por el Creative Industries Innovation  Centre de Australia, el 43% de la masa laboral de estas clases creativas está “incrustada” en otros sectores productivos, esto es, no trabajan exclusivamente en el sector cultural. A pesar de las críticas, este discurso ha contado con un notable prestigio y difusión en el Estado español, en el que se han desarrollado sucesivos encuentros de gobernantes, consultoras y agentes culturales para intercambiar experiencias y en general promover este paradigma (cf. Manito Lorite, 2010).

Pero la estocada final a la inflación discursiva en torno al potencial económico de las ciudades creativas se lo ha propiciado su máximo responsable, el propio Richard Florida que durante años se llenó los bolsillos por medio mundo alabando las potencialidades de este fenómeno. En una serie de artículos, admitía que las clases creativas generaban más desigualdad que prosperidad, y que los supuestos beneficios económicos que debían crear para la sociedad se ven limitados a unos pocos sujetos (Jaron Rowan, 2016). En conclusión, las ciudades creativas promueven un modelo puramente capitalista donde unos pocos se apoderan de toda la plusvalía económica, mientras los trabajadores capitalizan el valor generado socialmente. A fecha de hoy, resulta muy difícil sopesar que puedan constituir un modelo viable de desarrollo.

Este es parte del legado al que se enfrentan quienes actualmente asumen la responsabilidad de gestionar la cultura, una panoplia de opciones obsoletas sobre lo que la política cultural debe ser, y que se sitúan como imposibles para contribuir al cambio social. En este contexto, impera “hacer política con la cultura”, como ya lo expresó Rubén Martínez en 2014.

Privatización y Patrimonio
Bajo la retórica neoliberal de la superioridad y eficiencia del modelo de gestión privado por encima del público, se han implementado fórmulas que imitaban la nueva gestión pública en el sentido de que prometían eficiencia e independencia del control público, pero que en realidad han sido estrechamente controladas e instrumentalizadas por los gobernantes como medio de marketing político y una herramienta para favorecer el sector de la construcción.

La política de gestión cultural y del patrimonio durante la última legislatura de Feijóo, se puede ejemplificar en la privatización del castillo de Monterrei (Ourense). Considerado por muchos autores como la mayor acrópolis gallega, y declarado Monumento Nacional en 1931. El complejo, considerado Bien de Interés Cultural (BIC) y sede de la primera imprenta de Galicia, fue cedido en 2010 a la Xunta de manera gratuita por parte del gobierno central -durante la segunda legislatura de Zapatero-, para que tuviese un uso como "centro de divulgación, innovación y promoción de la moda, el vino y las aguas medicinales de la comarca, restauración y musealización de los edificios, y archivo de las tradiciones de la frontera y pueblos próximos".

Empero, años después, y en colaboración con el gobierno estatal que se vio obligado a modificar su propia orden ministerial -ampliando los usos permitidos para el inmueble cedido-, el castillo se ha convertido en un Parador de gestión privada. Rehabilitado con un presupuesto de 2,1 millones de euros de dinero público, de los cuales, el 80%  procedió de fondos FEDER, y el 20% de Fondos de Compensación Interterritorial. De esta forma, como enunció Noam Chomsky hace años, y que a día de hoy en la política cultural se demuestra como una práctica evidente: “En el capitalismo moderno, los beneficios se privatizan y las pérdidas se socializan”.

La gestión del patrimonio autonómico por parte del PPdeG es muy criticada por sus compañeros de hemiciclo, para muestra dos casos: el deterioro del Dolmen de Dombate y la dejadez hacia el Parque de Arte Rupestre de Campolameiro.

Durante el pasado mes de julio, la intervención de Xabier Ron -diputado de AGE y miembro de la dirección de Esquerda Unida- en la Comisión 4ª de  Educación e Cultura del parlamento gallego, lamentaba que el Gobierno de Feijóo. 




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