Este texto es un fragmento de

Slow travel

Mimi y Dani

INTRODUCCIÓN

Empezar una guía de viajes, que en realidad no es una guía de viajes, pero las peripecias de una pareja y de cómo, cuándo y con quién las han llevado a cabo, no es tarea fácil.

Después de haber vivido y trabajado en India y Australia y viajado con un presupuesto de risa alrededor de decenas de distintos países, andurreando miles de lugares diferentes y conocido a tropecientas personas de todo tipo, de las que muchas forman parte de nuestro corazón nómada. Somos Mimi y Dani; se nos ha presentado la oportunidad de compartir nuestra historia, nuestra forma de viajar y de pensar y nuestra visión personal del mundo.

Si lo que buscabas aquí era una guía de viaje detallada en la que se te expone punto por punto cómo viajar por éste o aquel país para ver todo lo que se pueda en diez días, este libro te va a decepcionar. Aquí es improbable que encuentres consejos de viaje y si los encontrases, nos gustaría que no se siguieran como un faro en la noche, puesto que cada uno es de su padre y de su madre (que dirían las vecinas de mi pueblo), cada lugar es diferente y cada momento exhuma ese aire de particularidad. Cada experiencia es sola, exclusiva y personalmente única. De este modo, esperamos que las vivencias que os vamos a relatar, abran 1001 puertas hacia un mundo que no se puede contar en documentales, ni noticiarios, ni reportajes, ni guías, ni siquiera en éste libro, un mundo que solo puede descubrirse con tus pies, tus manos, tus sentidos y tu mismísimo ser.

Por eso te invitamos a que leas nuestra forma de pensar, nuestras historias y anécdotas, partes de nuestros diarios de viajes y un resumen de lo que nuestro caminar nos ha cambiado y ha cambiado nuestro alrededor.

Si estás dispuesto a abrir tus sentidos, quizá descubras una nueva manera de viajar y el explorador que hay en ti. ¿Comenzamos el camino?


1. VIVIR VIAJANDO 

El cómo o el movimiento constante como la manera de vivir 

Es martes por la mañana. Me he despertado a las siete. Sin necesidad de alarma, sin ojeras y con buen humor. Son las siete y ya no tengo sueño. Si lo tuviera, me volvería a dormir, no pasa nada. 

Luego, si me apetece, haré un poco de ejercicio y me tomaré mi primera taza de café. No hay prisas. Hoy parece que el tiempo va a estar bonito, así que creo que trabajaré en la huerta de mis padres. Un poco. Si me apetece. No hay estrés.

Y allí estoy, rodeada de verde y con las manos llenas de tierra cuando empiezo a pensar en como escribir este libro. Cómo vivimos, cómo viajamos.

Hay nómadas que viven de sus viajes. El viajar es su trabajo y sus visitas a los sitios sirven como fuentes de sus ingresos. Nuestros viajes son puro placer (y aprendizaje), no ganamos dinero con ellos. Intentamos pasar cierto tiempo en diferentes partes del mundo para realmente ver como es la vida allí.

No, no tenemos trabajos fijos. No perseguimos carrera profesional. No tenemos veinte días de vacaciones al año.

Los últimos cinco años de nuestras vidas nos aprovechamos de las oportunidades. Si nos interesa lo que se cruza en nuestro camino, lo hacemos. Puede parecer el camino más fácil ya que no nos centramos en “labrarnos” un futuro, sin embargo, así es como nos sentimos felices: explorando y aprendiendo de lo nuevo. Y hay que decir que no siempre es tan fácil como parece.

Voy quitando la hierba mala que encuentro entre las fresas poquito a poco. Hoy hago lo que puedo, no hay prisa. Si todo fuera tan sencillo (¡y es que en realidad lo es!). Descansar, comer, reír. Y trabajar un poco. Todos los días son iguales para todos nosotros. Únicamente, alguien trabaja más y ríe menos, otro prefiere dormir y no trabajar tanto. Y, sin embargo, ¡cuánta diferencia se puede sentir!

Es interesante ver la manera de pensar de cada uno. Describimos nuestra forma de vivir y la gente nos llama valientes. Nosotros vemos el ritmo de vida de los demás y pensamos: valientes los que se levantan con el primer sonido de la alarma, los que siempre llegan a tiempo, los que son capaces de seguir la rutina. Los que piensan en el futuro (y se olvidan del presente), los que prefieren ahorrar para más tarde (sin saber si eso algún día llegará).

He limpiado ya casi la mitad de la jungla que rodeaba mis preciosas fresas. Quizás será ya tiempo para el segundo café. Me pongo la silla con una mesita en el césped y saboreo los rayos de sol. Disfruto de la vista a mi jardín igual como quiero disfrutar de nuestros viajes. Queremos conectar con los sitios nuevos, no tratamos de desconectar de la realidad cotidiana aburrida y triste. Re-conectar con la gente y los sitios se ha vuelto (sin querer) nuestra misión. Estamos aprendiendo a gozar de lo que tenemos ahora, no perseguir lo que nos venden en la tele, Internet o en los libros de viajes.

Ha transcurrido la mañana y las fresas están por fin libres de las hierbas malas que les quitaban la alegría. Hubieran sobrevivido igual pero, me da a mí, que ahora les da más aire para poder dar frutos más grandes y sabrosos. Como la vida misma, cuando dejamos que nos entre más aire, de repente nuestras vidas tienen más sentido y se llenan de alegría. A diferencia del resto de nuestra generación, nosotros nunca hemos perseguido tener un trabajo estable ni tampoco nos centramos en mejorar nuestros currículums profesionales. Siempre hemos preferido trabajar cierto tiempo y el dinero ahorrado emplearlo en pasar más tiempo con nuestras familias o en viajar.

Para ser sincera, nuestra idea no siempre ha sido viajar de la manera slow. De hecho, no planeábamos dedicarnos a viajar en absoluto. Pero las ganas de ver el mundo pudieron con nosotros. Y quizás por eso optamos por vivir nuestras vidas de esta manera:

● Miramos el reloj bastantes menos veces de las que ojeamos las páginas de Internet, rastreando en busca de ofertas en vuelos. Nuestra disponibilidad y flexibilidad a la hora de poder elegir cuándo viajar es fundamental. Gracias a esta rutina explorando la web, hemos ahorrado mucho dinero y hemos descubierto destinos insospechados.

● Cuando se opta por no tener un trabajo fijo, el tiempo libre para poder hacer todas esas cosas (que de otro modo serían imposibles de hacer) se alarga. Pasando de 30 días al año a 6, 7, 8 meses o lo que la astucia y organización nos permita. Por otro lado, cuando viajamos y no tenemos que pensar en los días restantes para volver a la rutina, crea una sensación de libertad que nos ayuda a que el disfrute sea de una calidad mejor, libre de la carga del reloj. Esta manera de viajar nos ha enseñado a ver los sitios con más calma, administrar y gastar el dinero de manera más sabia y crear un interés por cosas menos obvias que a veces el turista con prisa suele pasar por alto. 

● Pensamos dos veces en qué gastamos el dinero. La idea de viajar, para muchos, es la de estar de vacaciones (que en cierta manera es verdad). Sin embargo, si viajamos a largo plazo no podemos comer todos los días fuera, no podemos visitar todas las atracciones o comprarnos todas las cosas bonitas que nos gustarían. Viajar a largo plazo significa planear los gastos y hacer decisiones importantes. Nuestro presupuesto en la mayoría de los casos suele ser bajísimo, lo básico para cubrir los gastos mínimos, transporte, comida y alojamiento. Lo que normalmente gasta una persona, nosotros intentamos gastar entre dos. Y así, comemos en los mercadillos (donde podemos probar cocina local por nada y menos), no reservamos los hoteles con antelación (sino que intentamos buscar y hablar con los locales y conseguimos dormir en sus casas y compartir buenos momentos con ellos), no gastamos en regalos o souvenirs (lo siento familia, os queremos, pero con fotos de nuestras aventuras es suficiente). 

● Salir de la zona de confort se ha vuelto adictivo para nosotros. Una vez hemos conseguido cruzar ese límite y aprender del miedo, empezamos a disfrutar de esos momentos de incertidumbre y de inquietud. Comprendimos que al renunciar a cierta comodidad ganaríamos muchas experiencias auténticas y genuinas.



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