-Mamá, ya eres mayor para estos trotes. ¿No crees que deberías descansar un rato?
-Solo quedan cuatro kilómetros y aunque sea mayor, soy capaz de continuar.
-No entiendo esta necesidad de subir a la cima ahora.- dijo parándose en seco.- Solo es una leyenda.
-¿Una leyenda?- dió la vuelta para mirar a su hija a la cara enfurecida.- Da igual que no creas en ella, yo sí. Además es mi única opción.
-Mamá, tienes que asumir que papá falleció. No puedes devolverlo a la vida.- gritó.
-Sé que no puedo hacer eso, pero comprendeme.- continuó con lágrimas en los ojos- Lo echo de menos, era el amor de mi vida, la razón de lo que soy. Me enseñó todo lo que sé y todo lo que soy. Necesito despedirme de él. No pude hacerlo. No puedo continuar mi vida como si nada sabiendo que no pude decirle todo lo que le quería.
-Papá sabía que le querías…
-Continuemos.- la interrumpió.
El camino fue arduo y agotador. Una vez en la cima no había nada.
-Mamá, te dije que solo era una leyenda.
-Déjame sola.- dijo en un tono autoritario.- Por favor…-añadió a modo de disculpa. Su hija comprendía la necesidad y el dolor que acompañaba a su madre desde el fallecimiento repentino, por ello se marchó.
-Solo un minuto, dadme un minuto tan solo para enmendar mi error.-fue entonces cuando la lava que cubría el cráter del volcán empezó a moverse. El magma creó la figura de un hombre. Algo insólito, que sin embargo, cumplía con la leyenda.
-Hola cariño.- dijo la figura de fuego.
Ella solo comenzó a llorar. No pudo decir todo lo que había preparado desde su muerte, cada palabra cuidada con cariño y que guardaba todo el dolor y el amor de la despedida.
Enhorabuena!
Saludos Insurgentes.