El almacén de telas está bajo llave y ningún participante puede acceder. Es comprensible. No sería justo que pudiéramos acceder a ellas antes de comenzar a trabajar. Todo debe de ser en directo. O al menos, se supone. Durante la recta final me he percatado de ciertas extrañezas. El participante más joven, el chico de ojos azules que roba suspiros desde el primer momento, pese a su ineptitud frente a la costura, posee el puesto número uno en el concurso. ¿Cómo alguien que no sabe ni coser un botón puede tener más posibilidades de ganar el concurso?
La puerta está cerrada, es imposible abrirla. Al menos si no tienes la llave. En el almuerzo conseguí distraer al encargado y robarlas sin que se percatara. Pruebo una a una todo el manojo de llaves. La última abrió la puerta. El crujido de esta acompaña al nerviosismo de mi corazón. Si me encuentran aquí me echarán y no habrá servido para nada todo el trabajo.
Busco con la mano el interruptor de la luz. Cuando noto el tacto de este, enciendo inmediatamente la luz. Los vestidos ya están confeccionados. Sabía que él no los hacía. En algún momento del programa hacían un cambio sin que nadie se percatara.
-Los vestidos ya están hechos.- suelto un puñado de estos sobre la mesa.- ¿Alguna explicación?
-Aman al chaval. Es un encanto. Si gana, tendremos más audiencia y un séquito de fans detrás de él. ¿Sabes qué significa? Un aumento de los beneficios. Todos ganamos.
-Todos no. ¿Qué ocurre con quienes hemos luchado por estar aquí?
-¿Qué quieres por tu silencio? Te podemos dar todo.
-Nada comprará mi silencio.- me marché pegando un portazo. Demostraré en el show en vivo la farsa del programa. Aunque me cueste todo mi trabajo.
Enhorabuena.
Saludos Insurgentes.