«ÑIQUI ÑIQUI»

Un vaso de agua y unas galletas es todo lo que queda en el frigorífico. Me gustaba cuando había la mitad de un limón y cuando entre los ya ausentes hacíamos limonada para tres. Es difícil cuando mi casa está a punto de salir a concurso de acreedores. Lo de dialogar, digo. Por eso he decidido el monólogo, sí.
La verdad es que no sé si los echo tanto de menos. A los ausentes, digo. Probablemente las promesas y el frío de Navidad están idealizados por muchos niños. Es en lo que me fijo últimamente, en sus caras, en qué sueñan para Papá Noel, que este año va a ser mi particular Navidad primera, si es que consigo comer algo en tres horas. Pero tranquilos amigos, no moriré de inanición, desde que un día vi con la televisión encendida que había comida para todos, una sonrisa bobalicona se dibuja en mi cara...
Un vaso de agua y una galleta, tendré que mojar una cosa en otra. El agua no la he tocado.
Tal vez llamando a Isabel, la cosa mejore. Me quedan diecisiete tests para poder ser camarero, pero no tengo luz para ensayarlos.
Cuidado, el timbre suena. Dijeron que me iban a dar dos días de cortesía. Todavía recuerdo explicarle a alguien cuál es la diferencia entre cortés y descortés. Eso y la maledicencia a través de una novela que me sirve para calzar una mesa coja. Ya no hace ñiqui ñiqui.