«El murmullo que nos une»

Allí estaba otra vez. Un murmullo lejano, casi inexistente, que se volvió más latente con el paso del tiempo. Al principio la irritaba, no estaba segura de que ese continuo ruido le gustase lo más mínimo, pero acabó por acostumbrarse. Era placentero, incluso. Le ayudaba a dormir, a relajarse. A sentir que no estaba sola en esa masa líquida que la envolvía día y noche, protegiéndola.El murmullo eran también canciones, susurros, la frustración cuando las cosas no salían como quería y la felicidad latiendo aún más deprisa con una buena noticia. Las sentía todas, eran parte de su ser. La lentitud, el desasosiego, la calma… A veces también gritos y mal humor, pero otras tantas risas con amigos y un te quiero que escapaba de los labios de su madre mientras se acariciaba la tripa. Le gustaba. Y desde hacía un tiempo hasta ahora, había aprendido a estirar un pie o una mano para presionar contra el punto en el que se encontraban sus dedos y sentirla un poco más cerca. Eran una, en continuo movimiento y evolución. Pero de repente, algo cambió y el murmullo al que estaba acostumbrada se fue alejando más y más, sin que pudiese hacer nada para evitarlo. Trató de zafarse, de proteger con uñas y dientes ese pedacito de cielo en el que estaba acostumbrada a existir, pero la vida tenía otros planes para ella.El murmullo enmudeció para dar paso a una luz cegadora y un montón de ruidos estridentes que la hicieron gritar, enfadada y confusa por no haberle dejado elección. ¿Qué eran todos esos ruidos? ¿Y su madre? La luz seguía allí y no le dejaba abrir los ojos, pero a punto ya de tirar la toalla volvió a sentirlo. El calor, el contacto, la protección… El murmullo.Pum-pum… Pum-pum…