Y Ahora, parada frente al fuego y la horca, ahora que ya puedo ver. Veo a la gente gritar a mi alrededor, están furiosos, chillando, festejando, veo la ira en sus ojos, en sus labios. Veo sus rostros pero no escucho nada. Ellos gritan y yo solo puedo escuchar el ruido de mis pensamientos. ¿Cómo podría ser yo una bruja? ¡Si fuese una bruja ya hubiese desaparecido o los hubiese matado! ¿Acaso no pueden verlo? ¿Acaso no se dan cuenta que si fuese una bruja ya estarían todos muertos?
Pero no, parece que en sus cabezas no cabe esta idea. Parece que en sus cabezas solo tienen odio, odio por quien piensa distinto, por quien luce distinto.
Odio, y ¿envidia quizá? Y yo no puedo pensar en nada más que en mis hijos. ¡Oh, pobre de ellos! Mis adorados hijos, mi único tesoro verdadero. Pobre de ellos que vivirán sin madre. Pobre de ellos que vivirán toda su vida atormentados por la sombra de su madre. Y yo, que no puedo hacer nada para detenerlo, que no puedo hacer nada para que no me odien.
Y ahora, a un paso de mi muerte, a un paso de ser quemada, solo puedo esperar. Esperar a que esto termine, deseando que mis hijos me recuerden con amor y que no me odien hasta morir. Deseando que a mis hijos no les hagan daño, ellos no tiene la culpa de que este mundo sea tan injusto.
