Este texto es un fragmento de

Azul vivo

Ana Jiménez Cáceres

INTRODUCCIÓN

Existen representaciones artísticas de cetáceos más antiguas que el Imperio Romano. Mosaicos en los que los delfines aparecen llevando al dios Eros en su lomo, vasijas griegas en las que nadan bajo los barcos e incluso un jarrón del siglo XVI a.C. donde lo que parece un delfín, con su característica cola y rostro alargado, nos observa con ojos muy abiertos. Llevamos milenos dejándonos llevar por la fascinación que nos despiertan estas criaturas.

Circulan leyendas acerca de cetáceos que han salvado a bañistas de tiburones. En algunos lugares del mundo pescadores y delfines, lejos de competir entre sí, se ayudan mutuamente. Por supuesto, también está la imagen que el cine y las series nos forman sobre ellos. Toda nuestra cultura nos incita a verlos como animales especiales, algo que nos ha despertado la curiosidad suficiente como para descubrir maravillas sobre ellos, maravillas que cambiarían para siempre la forma que tenemos de entender a otros animales capaces de desarrollar vínculos emocionales y tener nombres propios entre ellos. Nuestra historia, en el sentido más estrecho de la palabra, tiene poco más de siglo y medio de antigüedad, tiempo en el que hemos aprendido mucho sobre qué hacer y qué no hacer, pero aún en el presente queda mucho camino por recorrer.

MARCO HISTÓRICO

En 1860, el Barnum's American Museum de Nueva York albergó cetáceos en cautividad por primera vez. Eran belugas, conocidas popularmente como ballenas blancas, y se mantenían en una pobre instalación sin iluminación natural. Los animales fallecieron en 1865 en un incendio ante la imposibilidad de ser evacuados, sólo cinco años después de ser capturados. Hasta 1938 no llegarían los delfines al primer acuario del mundo, el actual Marineland of Florida. Aunque nos cueste creerlo, en aquel momento no se tenía una idea real de la inteligencia de los animales, ni la intención de la captura fue entrenarlos para que realizaran un show. La capacidad de aprendizaje de estos cetáceos fue descubierta posteriormente por las personas encargadas de cuidar de ellos, que se dieron cuenta del interés de los delfines por la interacción y el juego. El parque comenzó a ofrecer oportunidades a la industria cinematográfica que propulsaron su popularidad.

En la década de 1960 llegó a las pantallas de gran parte del mundo occidental Flipper, y fue entonces cuando muchísimos delfinarios comenzaron a abrir sus puertas en América y Europa. Mucho ha llovido desde entonces, y hoy en día las leyes para mantener cetáceos en cautividad cada vez son más estrictas, tanto que algunos países han llegado a prohibir por completo su mantenimiento en zoos.

Paralelamente, la historia de las orcas en cautividad se desarrolló de forma desastrosa. La primera captura, en 1961, se dio en Canadá, de mano del acuario Marineland of the Pacific (a día de hoy cerrado y no relacionado con el Marineland of Florida mencionado anteriormente): fue una hembra moribunda y solitaria que vivió apenas dos días. La segunda captura no fue planificada: el Vancouver Aquarium quería exhibir una orca disecada en el museo y decidieron ir a cazar, pero tras varios intentos fallidos acabaron por capturar al animal y llevarlo a la base militar de Jerico, donde vivió desde el 16 de julio de 1964 hasta el 9 de octubre del mismo año. La llamaron Moby Doll, y vivió en un corral de redes donde la comunidad científica pudo estudiar una orca viva de cerca por primera vez en la historia. Sin embargo, los escasos conocimientos sobre sus necesidades (en los primeros instantes incluso le ofrecieron carne de caballo para comer en lugar de pescado) y las pobres condiciones de higiene de su instalación hicieron que viviera apenas tres meses.

No hubo ningún intento de entrenar a Moby Doll, y se sabía tan poco sobre las orcas en aquel momento que no fue hasta su necropsia (la autopsia que se practica a animales) cuando se supo que era en realidad un macho. La tendencia a entrenar a estos animales para realizar shows vino con Namu, una orca macho de la Columbia Británica que, tras ayudar a una cría a salir de un entramado de redes de pesca, decidió quedarse dentro él mismo. Ted Griffin, por aquel entonces dueño del Seattle Marine Aquarium, hizo un trato con los pescadores y compró al animal.

Namu también vivió en un corral de redes y fue la primera orca en ser entrenada para realizar espectáculos. Ted Griffin nadaba con él, lo alimentaba e incluso se filmó una película en la que aparecía el animal. Tras un año en el que Namu convivió sin problemas con humanos, murió, presumiblemente también por culpa de la precariedad de la instalación.

Ted Griffin incluso había capturado una orca hembra para que le hiciera compañía el 31 de Octubre de 1965, pero tuvo que vendérsela a otro acuario al ver que no se llevaban bien. Esta orca fue la famosa Shamu, cuyo nombre hizo mundialmente famoso al acuario SeaWorld. ¿Qué tuvo de especial Shamu? Algo tan sencillo como batir récords de supervivencia en cautividad en un momento en el que los animales de esta especie duraban poco y eran considerados grandes desconocidos. Durante seis años esta orca hizo las delicias de los visitantes del parque de San Diego, tanto que decidieron seguir usando su nombre como nombre artístico durante muchas décadas más para el resto de las orcas. "Shamu" se convirtió en una marca.

Pero Griffin no se detuvo ahí. En 1967 llevó a cabo la primera captura comercial, es decir, por primera vez se trató de un proyecto a gran escala, planificado específicamente para vender las orcas a otros acuarios. Esto daría paso a una era de años de capturas descontroladas y de animales en condiciones deplorables por falta de experiencia y conciencia, pero también porque era muy fácil capturar más animales si los que había en el acuario morían.

La primera orca en llegar a Europa fue Tula, un macho adquirido en 1968 por Dolfinarium Harderwijck (Holanda). Sólo sobrevivió durante tres meses. Con su caso quedó demostrado que tampoco resulta nada fácil transportar a estos animales de un lado a otro, y menos en un vuelo transatlántico. No sería hasta 1970 cuando Marineland Côte d'Azur abriría en Antibes (Francia) y lograría mantener a esta especie a más largo plazo. El mismo año abrió el primer parque con orcas en Japón, Kamogawa Sea World, iniciando también muchas tendencias en Asia. Cabe destacar que ni el parque francés está relacionado con los parques homónimos mencionados anteriormente ni el parque japonés lo está con la empresa americana de SeaWorld. La originalidad con los nombres tampoco era el punto fuerte de los parques.



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