RÍOS DE TINTA SOBRE MADRID: muere Tierno Galván
Eran las 11 de la fría noche del 19 de enero del 86 en el número 39 de la madrileña calle de Juan Bravo. Eran las 11 de la fría noche en la Plaza de la Villa. Eran las 11 de la fría noche en las redacciones de todos los periódicos, televisiones y radios de Madrid, y de España entera. Todos pendientes del fatal desenlace de la vida de Enrique Tierno Galván. A las 23 horas de aquel domingo fallecía el «mejor alcalde de Madrid, el mejor alcalde de España, el viejo profesor», según comunicó Juan Barranco.
Periodistas de todas las edades, de todos los medios de comunicación y de todas las ideologías se arremolinaban en torno a los dos centros de información, Clínica Rúber y Plaza de la Villa, para estar “al loro”, expresión que “robó” el alcalde a los jóvenes de la «movida madrileña».
En aquella noche, las rotativas, micrófonos y cámaras echaban humo, muy negro y triste. Durante hechos como estos se ponen a prueba las mentes, neuronas y dedos de todas las personas que se ponen delante de un papel para relatar acontecimientos más o menos relevantes, históricos o anecdóticos, escritos en verso, novela, artículo de opinión o simple información. Ríos de tinta negra cubren una ciudad en penumbra.
«Madrid se ha puesto sobre su espalda de cemento, humos, flores y humanidad un mantón de Manila, ribeteado de crespones negros…. Se ha muerto Tierno y Madrid se ha quedado huérfana. Saben los madrileños que nunca han tenido regidor más castizo, chulapón, marchoso, crema de la 'intelectualidad', riguroso, agnóstico, marxista en retirada, sincero y abierto como don Enrique, el que pintó de colores la angustia ciudadana con bandos llenos de humanidad y esperanza, el que hizo del dolor un estímulo para vivir, de la muerte anunciada un pregón de voluntad inquebrantable», es lo que escribió el Cronista Oficial en su columna denominada «Plaza de Castilla», que publicaba cada día en el desaparecido periódico YA. Es la pluma del Ángel del Río, cuando todavía no era Cronista Oficial de la Villa de Madrid, y que lo es desde 1999, tras muchos años de información, artículos, crónicas, libros y locuciones en radio y televisión.
«Adiós de romance si a estas alturas brotase todavía del pueblo un romancero -escribía el Cronista Oficial Lorenzo López Sancho-. Pompa sin desvanecimiento, que no sólo el personaje era poco propicio a desvanecerse, sino que su condición de mito vivo y de alcalde muerto, eliminaba de raíz de la emoción del duelo popular cualquier florecilla, aun de legitimo enorgullecimiento».
López Sancho terminaba así su elogio al regidor: «Creo que el pueblo madrileño, con su fino instinto, había percibido ese itinerario hacia la modernidad. Por eso llora hoy, cuando se cierra el pasado y se abre el mito».
Es sólo una muestra de lo que contiene este libro. También encontrarás anécdotas, curiosidades, secretos … hasta la forma de vestir y caminar de algunos cronistas. Veremos las calles que tienen su nombre y entraremos en los cafés donde conversaban y se inspiraban. Pero tampoco me olvido de contarte el entorno histórico, los antecedentes, la definición de crónica, el costumbrismo y la novela contemporánea, así como la labor de los cronistas de villas pequeñas y de las grandes ciudades de España. Todo ello expresado con el rigor de una profunda investigación sin olvidar la delicadeza de una escritura ágil, atractiva e intrigante, al menos buscando esa intención.