Este texto es un fragmento de

De Requena a Leningrado

Francisco Javier Pérez

Medallero divisionario: honores y errores

La épica divisionaria destacó siempre el gran número de medallas y condecoraciones que obtuvieron los voluntarios españoles en el frente ruso. En un texto de subida exaltación, correspondiente a una ponencia presentada en el congreso sobre el 70 aniversario de la División Azul, leemos: “Durante la Segunda Guerra Mundial, a miles de kilómetros de nuestro país, los soldados españoles de la División 250, integrada en el Ejército Alemán para luchar contra el comunismo, se hicieron acreedores de numerosas condecoraciones al valor y al mérito, dejando en aquellas alejadas tierras su sangre, a veces la vida y a miles de camaradas”.(1)

Tanto el ejército alemán como el español distinguieron a numerosos oficiales y soldados de la División Azul con medallas que reconocían su conducta en el transcurso de las operaciones militares desarrolladas en el frente oriental. La Whermacht, entre otras medallas, concedió a los españoles 138 Cruces de Hierro de 1ª clase, además de 2.370 Cruces de Hierro de 2ª clase y 16 Cruces del Mérito Militar con Espadas de 1ª clase y 2.200 de 2ª clase. Muchos de estos voluntarios condecorados fueron también acreedores, por parte española,  de la Cruz Laureada de San Fernando (8), la Medalla Militar Individual (53), dos medallas militares colectivas y numerosas Cruces de Guerra y Cruces Rojas al Mérito Militar, aparte de otras distinciones.

Además, el III Reich y  el gobierno franquista establecieron unas condecoraciones conmemorativas específicas que se otorgaban casi de oficio, siempre que no mediase algún precedente o conducta que empañase la hoja de servicios de los potenciales beneficiarios. Estas medallas  conmemorativas  fueron la española Medalla de la Campaña de Rusia y la alemana Medalla para los Voluntarios Españoles en Rusia (en alemán, Errinerungsmedaillefur die SpanischenFreiwilligen in KampfgegenBolschewismus), también llamada la Medalla Antibolchevique.

En el caso de la Medalla de la Campaña de Rusia, instituida por España,se requerían seis meses de permanencia en el frente, participación en tres hechos de armas sin menoscabo del honor militar o ser heridos no recuperables, en cuyo caso no era necesario  ostentar las dos condiciones anteriores.

Los nazis, por su parte,  crearon otra  condecoración específica, llamada  medalla del frente oriental (en alemán, “MedailleWinterschlachtimOsten 1941/42"),  otorgada a quienes sirvieron en el frente ruso entre noviembre de 1941 y  abril de 1942. Fue conocida como “la medalla del primer invierno” o, con ironía berlinesa, la "Orden de la Carne Congelada" (en alemán, Gefrierfleischorden), pues reconocía las penalidades  que pasaron los invasores de la Unión Soviética  como consecuencia del frío extremo de aquel invierno.

Se otorgaba a quienes hubieran estado 14 días sirviendo en combate activo,  60 días destinados en el frente del Este, heridos en combate, fallecidos en acción y heridos por congelación, siempre en el período comprendido entre  el 15 de noviembre de 1941 y el 15 de abril de 1942.

Nuestros protagonistas y paisanos  fueron distinguidos con un número significativo de estas  condecoraciones, según hemos podido comprobar en sus hojas de servicios y en la documentación disponible. No obstante, en general,  son bastante indiferentes a estas cuestiones si exceptuamos a Martínez Haba, García-Berlanga, Adolfo Masiá y Martínez Iborra. Estos cuatro se ocuparon, en algún momento, de asuntos burocráticos relacionados con el medallero.

De los demás, no hay evidencia de un  declarado  interés por la cuestión de las condecoraciones. Aceptaron  aquellas que les fueron concedidas, pero si reclamaron o estimaron que algún mérito no fue tomado en cuenta,  no hemos podido verificarlo. Muy probablemente, el sufrimiento y las calamidades padecidas les condujeron al silencio y también al desentendimiento respecto a los honores y las recompensas. Debieron pensar que no fue poca cosa regresar sanos y salvos. Eso no significa que no tuvieran a gala las medallas recibidas, que algunos  lucieron con orgullo en cuanta oportunidad se presentó. Estanislao Masiá, por ejemplo, dedicó tiempo y empeño para conseguir en un comercio madrileño de efectos militares la versión en formato miniatura de los pasadores y  medallas que recibió.

Pero todos, a excepción de Gallego, fueron distinguidos con las tres medallas conmemorativas. Felipe Gallego y Manuel Valle no recibieron la “medalla del primer invierno” porque todavía no estaban alistados. De acuerdo con el período de permanencia en el frente y los certificados de buena conducta que obran en sus expedientes, los  protagonistas de este trabajo recibieron Cruces de Guerra y Cruces al Mérito Militar, en algunos casos dos de estas últimas,  como fueron los casos de Rodrigo Royo Masiá y su primo hermano  Adolfo. El expediente de Manuel Valle Rodríguez en el AGMAV es tan exiguo, algo más de una decena de documentos, que apenas hemos podido indagar en su trayectoria divisionaria, y tampoco sus familiares disponen de documentación alguna.

Adolfo Masiá, entre todos, es quien acredita un mayor celo por tener al día su hoja de condecoraciones. En una instancia fechada en Albacete, el 30 de marzo de 1951, y dirigida al capitán general de la I Región Militar, expone que se encuentra en posesión de una Cruz de Guerra, una Cruz Roja al Mérito Militar, la Medalla de la Campaña de Rusia, la Medalla de Invierno, la Medalla Alemana de la Campaña de Rusia y un  Ángulo de Plata(2) y considera que por el tiempo de permanencia en filas le corresponde otra Cruz Roja al Mérito Militar.

Aduce, además, que en los combates de diciembre de 1942 y febrero de 1943 en el frente de Leningrado,  la unidad en la que estaba destinado, la III batería del primer grupo del regimiento de artillería 250, recibió consecutivamente, “a título colectivo”, sendas Medallas Militares. En su instancia manifiesta que fueron entregadas simbólicamente, al teniente coronel Villalba, jefe del sector, y al comandante Guillermo Reinlein Calzada,  jefe del primer  grupo artillero.

Adolfo Masiá solicita información para saber si tiene derecho a  “lucir  la Colectiva”. Hay un intercambio de escritos entre la capitanía general, el gobierno militar de Albacete, la subsecretaría del Ministerio del Ejército y el propio interesado para, finalmente, “pasarse la pelota unos a otros” sin que se responda a la cuestión fundamental planteada por el demandante: la legitimidad para lucir la condecoración otorgada a título colectivo, según el artillero Adolfo Masiá, a su unidad. No hubo tal.

Consultada diferente documentación, incluida una interesante biografía de Reinlein publicada en 2018 por la revista “Ejército”(3), podemos concluir que Adolfo Masiá incurría en un equívoco, pues las Medallas Militares en cuestión,  en concreto una otorgada  a Reinlein,  fue a título personal y no hubo condecoración colectiva por las acciones que él reseña.  Añadiremos que las dos únicas Medallas Militares Colectivas otorgadas durante la campaña de Rusia lo fueron a la compañía de Esquiadores, por la llamada “acción del lago Ilmen”, y al  2º Batallón del regimiento de infantería 269, que se distinguió en numerosos hechos de armas.

Lo más sorprendente de este embrollo no es que el divisionario Adolfo Masiá incurriese en un error al realizar la solicitud. Lo que produce cierta perplejidad es que las instancias  militares del mayor rango, incluido el ministerio del Ejército, le respondiesen con imprecisiones en lugar de ofrecer una información tan sencilla como que sólo se concedieron en la División Azul  dos Medallas Militares Colectivas y fueron a las unidades anteriormente mencionadas
.
Advertimos en este caso, como en otros que hemos revisado, cierto desorden burocrático y administrativo como consecuencia, probablemente, de la dispersión de organismos competentes y de las circunstancias en que se tramitó mucha documentación, en pleno frente de batalla. En el caso de Pérez Iranzo disponemos de un documento de 26-1-42,  dirigido a la Comisión Provincial de Recompensas de Combatientes, en Valencia, para que “se confeccione” (sic) su correspondiente título de voluntario.

Martínez Haba, condecorado con una Cruz Roja al Mérito Militar, tiene que oficiar al Ministerio del Ejército, en noviembre de 1944,  aportando la documentación que acredita su paso por la División Azul,  para que le otorguen a la Medalla Conmemorativa de la Campaña de Rusia. Alguien había olvidado facilitarle la preceptiva certificación. El ministerio resuelve a su favor. 

Vicente Martínez Iborra, en noviembre de 1966, escribe al Ministerio del Ejército para que le remitan copia del título de concesión de la Cruz Roja al Mérito Militar y antes, en 1942, Luis García-Berlanga, firma una declaración, “jurando por Dios y por su honor” que perteneció a la 4ª batería del 2º grupo del regimiento 250 de la División Azul, “a efectos de la concesión de la Medalla de la Campaña de Invierno instituida por el gobierno alemán”.

En el archivo personal de García-Berlanga se conserva una carta de 6 de octubre de 1944, firmada por el cónsul de Alemania en Valencia, informándole que “le ha sido concedida por el Führer y Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas del Reich, la Medalla Conmemorativa de la Campaña de Invierno 1941-1942 y la cinta de la Medalla Conmemorativa de la lucha contra el Bolchevismo”. El diplomático nazi convoca a García-Berlanga  el día 9 de octubre de 1944,  en la sede del Consulado (Cirilo Amorós 76), para que el Agregado Militar del III Reich en España le imponga las citadas condecoraciones. 

También en el archivo personal de García-Berlanga encontramos un documento cuya literalidad es la siguiente: “El Generalísimo, y en su nombre y representación el General Jefe de la División Española de Voluntarios, en atención a los hechos notables prestados durante el segundo período de la campaña de Rusia, concedo al soldado de Artillería, Luis García Berlanga, la Cruz Roja del Mérito Militar. Cuartel General 1º de diciembre de 1942. Firmado, Agustín Muñoz Grandes.

Al margen de las condecoraciones, sea cual sea la naturaleza de las mismas, los protagonistas de nuestra historia observaron una conducta que no mereció reproche ni empañó sus hojas de servicio. Así lo hemos podido acreditar al revisar sus expedientes en el AGMAV.  Los más previsores solicitaron certificaciones a sus mandos  directos.  Es el caso de  Martínez Haba,  quien ya había demostrado en la guerra civil su celo para proveerse de avales, certificaciones y documentos acreditativos.

En su expediente encontramos un documento firmado por D. Juan Antonio Montero López, Capitán de Infantería, con destino en la compañía de Plana Mayor  del Regimiento “Vierna” 263, de la División Española de Voluntarios,  quien certifica que el soldado Francisco Martínez Haba “ha prestado servicios en esta compañía de mi mando, desde la fundación de la División, habiendo observado una conducta intachable, demostrando celo e interés en los servicios prestados”. Un detalle relevante es que el documento está firmado el 2 de junio de 1942, cuando Haba todavía seguía en la División y prestaba  servicio en el frente. Es obvio que ante la inminencia del relevo fue un hombre previsor y se apresuró en solicitar la certificación. 

Un documento muy semejante se extiende en favor de Felipe Guijarro Monsalve, también por parte del responsable de su unidad. Lleva fecha del 10 de noviembre de 1942 y su literalidad es la siguiente:

“El teniente Ozores Marquina, de la batería de Plana Mayor del Regimiento de Artillería 250 de la División Española de Voluntarios,  certifica que el artillero segundo Felipe Guijarro Monsalve ha prestado sus servicios en la citada unidad desde el día 18 de julio de 1941 hasta el de la fecha, en la que causa baja por ser repatriado. Durante su permanencia en esta unidad demostró elevado espíritu militar, habiendo observado buena conducta”. El certificado lleva el visto bueno del coronel del regimiento y jefe de artillería de la División, D.  Francisco Bandín Delgado.

Lo habitual, sin embargo, es que se expidan unos certificados de oficio, una vez repatriados, por parte de las correspondientes jefaturas de  Milicias  de FET y de las JONS. En el caso de Valencia los firma el teniente coronel de Caballería y jefe provincial de  Milicias,  Ignacio Despujol Trenor. Estas certificaciones  no contienen otro dato que el período de permanencia en la División. A los hermanos Adolfo y Estanislao Masiá Martínez les firma el certificado, en Albacete, el jefe de la Milicia albaceteña, Esteban Company Ribera, comandante del arma de Infantería(4).

En los expedientes de Royo Masiá y Martínez Iborra encontramos, además, certificaciones que dan fe de su ingreso o pertenencia al Benemérito Cuerpo de Mutilados pues ambos, como hemos visto, retornaron heridos de Rusia. Sus expedientes rebosan de certificados, partes médicos e instancias relacionadas con su estado de salud.

En cuanto a Joaquín López Martínez, que permaneció 21 meses en el frente del Este, y que durante la guerra civil había sido alistado con la “Quinta del Biberón” en el Ejército Popular de la República, comprobamos que tanto el ayuntamiento de Requena como la jefatura provincial de la Milicia tuvieron que acreditar, por causa excepcional, que se encontraba alistado en la División Azul.

El motivo fue que el juzgado militar del Regimiento de Infantería nº 9 instruyó a López Martínez un expediente judicial por falta de incorporación a filas. Además del alcalde de Requena, Nicolás Armero, el jefe provincial de las Milicias de Falange, el citado teniente coronel DespujolTrenor, certifica, con fecha 14 de abril de 1942, que “Joaquín López Martínez fue encuadrado y se encuentra en la División Española de Voluntarios que en Alemania lucha contra el comunismo ruso”. Es evidente que la lucha, en aquel momento, no era en Alemania sino en territorio de la URSS.

Un caso idéntico ocurrió con Manuel Valle. En mayo de 1943 se le incoó un expediente judicial, número 653/V  por el Juzgado Militar de la III Región, por falta de incorporación a filas en el Regimiento de Infantería Tetuán nº 14 de Valencia.  El teniente coronel DespujolTrenor, jefe de Milicias de FET y de las JONS en Valencia, certificó el 15 de enero de 1944, a solicitud del teniente juez instructor que Valle marchó voluntario a Rusia como soldado de la División Española de Voluntarios.

El episodio ocurrido a López Martínez, ser llamado a filas mientras estaba en el frente ruso, no es algo insólito. Hubo  más casos acreditados en la Blau. Los procedimientos administrativos y burocráticos seguían su curso, pero  la conexión entre las diferentes instituciones debía ser prácticamente inexistente. Así que la Caja de Reclutas desconocía, en muchos casos, que algún mozo entrado en quintas se había enrolado a la División Española de Voluntarios y la maquinaria judicial se ponía en marcha para localizar al presunto prófugo. Es imaginable la desazón del patriótico divisionario Joaquín López  cuando tuvo noticia de que un juzgado militar lo reclamaba por incomparecencia.

Otro caso es el de Martínez Iborra, quien fue repatriado por herida “causada o agravada en el frente ruso”. Ello no fue óbice para que oficialmente, en marzo de 1942,  se instase el retorno  a su destino en el regimiento de Artillería nº 19 de Mataró, donde hacía el servicio militar en julio de 1941 cuando se afilió a la División Azul. La reincorporación no se llevó a efecto cuando acreditó su condición de herido en campaña que estaba tramitando la condición de Mutilado por la Patria.

Finalmente, y por lo que atañe a la conducta de nuestros paisanos, hemos localizado la hoja de castigos correspondiente al artillero segundo  Saturnino Sánchez Masiá. Figura en su expediente. En ella constan tres arrestos impuestos por el capitán de su unidad. El primero es del 2 de octubre de 1941, en vísperas de ocupar la División  sus posiciones en el frente del Vóljov. Saturnino es arrestado cinco días en la batería “por pedir tabaco a los alemanes”. Lo punible, habremos de convenir,  hubiera sido pedirlo a los rusos. El 31 de marzo de 1942 son tres los días de arresto, en este caso en la prevención, “por faltar a lista de retreta” y el 24 de abril del mismo año le cae un día arrestado en la batería por “falta de corrección en formación”.

Pero la dependencia castrense no concluía con la repatriación del frente. En el expediente de Estanislao Masiá Martínez localizamos un documento singular. Con fecha 26 de abril de 1943, un año después de su regreso a España, el jefe de las Milicias  de FET y de la JONS en Albacete, el ya citado comandante de infantería Company Ribera, impone “una sanción de 15 días de arresto al camarada Estanislao Masiá Martínez, que cumplirás  en este cuartel de Milicias, por faltas cometidas en la formación de hoy”. El jefe de las milicias falangistas  da cuenta del arresto al “camarada Delegado Provincial de Sindicatos”, organismo donde Estanislao prestaba servicio.

Hasta que concluyó la II Guerra Mundial, y después incluso pues no se descartaba una intervención aliada para desalojar a Franco del poder, España estuvo en pie de guerra. De ahí que las Milicias de Falange permaneciesen movilizadas y sometidas a un régimen de instrucción y acuartelamiento.

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(1) http://www.congresoladivisionazul.com/pdf/comunicaciones/comunicacion-mperez.pdf
(2) El ángulo de Plata era una distinción que otorgaba la Falange a los afiliados que se hubieran distinguido por su valor, ejemplo, brillantez y disciplina. Véase “Compendio legislativo de condecoraciones españolas” de Antonio Prieto Barrio. Edición disponible en la Red.
(3) http://www.condedegazola.com/wp-content/uploads/75.o-aniversario-de-una-batalla-historica.pdf
(4) La Milicia de FET y de las JONS era una fuerza paramilitar dependiente del Partido. Franco, siempre desconfiado y receloso del poder de la Falange, puso al frente de estas organizaciones civiles armadas a oficiales del Ejército para así asegurar un control estricto y seguro de estas organizaciones. 



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