Este texto es un fragmento de

El ángel que me cuida se escapó en un avión

Lucía Rubio

Capítulo 1

Cuando entré a la casa de Alberto lo hice de forma sigilosa, pues no sería la primera vez que aquel anciano que estaba mal del marote se escondiera detrás de la puerta con el solo fin de asustarme. Sin embargo, ese día no atendió porque no se encontraba en casa. Solo Max se acercó a recibirme, lamiendo los dedos expuestos en las sandalias. Me encogí de hombros y me senté a esperar. Observé a mí alrededor y noté que estaba demasiado ordenado. Aquel no parecía el apartamento de Alberto. Estaba todo en su lugar, no había ropa desparramada por los sillones ni en el piso, ni tampoco vajilla sucia sobre la mesa del living. En general dejaba vasos con un poco de bebida en diferentes lugares, pues bebía unos sorbos y no tenía la conducta de dejarlo luego en el fregadero. Lo mismo con el corazón de las manzanas o las cáscaras de las bananas, que solía dejar sobre la mesa, sin plato, así nomás. Y había olor a perfume, qué raro. Aspiré hondo. Era un olor similar al de lavanda. Me causó unos accesos de estornudos y tos. 

Las cortinas de enrollar estaban bajas. Apenas entraba un hilo de luz por una rotura. Miré la hora en mi reloj, marcaba las cinco de la tarde. ¿Dónde podría estar? Comencé a inquietarme. Me dirigí a la cocina a servirme un vaso de agua y noté que estaba pulcra de una punta a la otra, y la heladera: vacía. ¡Dios mío! Se ha ido, me dije en un ataque de nervios. Comencé a caminar de acá para allá, sin rumbo, del living a la cocina y de la cocina al living, sin reparar en que había dejado una nota en la otra habitación, sobre su cama.

¿Qué tienen en común un corazón bombeando sangre a todos los órganos del cuerpo y un reloj que va midiendo el tiempo? Ninguno debería detenerse jamás, pero sucede. 

Sentí cómo se detuvo y luego retomó su marcha y quiso escapar con todas sus fuerzas del envase que lo envolvía. Lo imaginé con dos manos intentando desgarrarme por dentro, como hace Superman cuando se quiere quitar la ropa y deja al descubierto la S de su traje de superhéroe. Bueno, algo así.

Todo comenzó de la siguiente manera:

Querida, es probable que esté a punto de cometer la locura más grande de mi vida. Pero la vida no es vida si de vez en cuando no le da un sacudón al estómago y el corazón. Antes de olvidarme de mi propio nombre, me escapo de esta tierra para descubrir las nuevas donde pisarán mis botas.

Viajo a España en busca de mis ancestros. 

Te quiere, Alberto.



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