Cuando Errekaleor dejó de ser el mundo mejor yo medía un metro treinta centímetros. Era un niño de pelo corto, patizambo, pecho de hormiga. Todo ojos. Tiene que haber fotos por ahí. Mi hermana conserva el álbum de aquel tiempo.
Errekaleor era un barrio para emigrantes del sur que se levantó en los cincuenta a las afueras de Vitoria. Al sureste. El pueblo más cercano es Arkaia. A todos los que llegaban al barrio, Esteban, un viejo que se pasaba los días sentado en el banco del bloque tres, les soltaba su frase chorra: "Acabas de llegar a otro mundo llamado Errekaleor, estás en el mundo mejor."
Al mundo mejor se llegaba desde pueblos de tierra seca, a veces con un camión en el que viajaba durante una noche la cama grande. A las patas y al cabecero se ataba lo poco que se había podido arañar a una casa sin enjalbegar, que moría solitaria en un pueblo donde a los acebuches los secaba la tristeza de tanto hombre y mujer que huye y se van, a otro sitio. Miseria. Emigrantes.
En aquellos años Extremadura tenía tres provincias: Cáceres, Badajoz y la República Independiente de Errekaleor. Pero solo sabían eso los que llegaron al mundo mejor y se quedaron a vivir. Los que nunca volvieron.
Se contaba que hubo una vez un tipo que vino desde Zafra, y al escuchar la frasecita de Esteban, le soltó: "¡Vete a tomar por culo con tu mundo mejor!", y otra vez se lo dijo: "¡Vete a tomar por culo, coño!"
Esteban se levantó lento. En ese momento tendría ochenta y pocos años. Le miró con rabia. Los puños apretados y las mandíbulas tirantes bajo la piel. Pero en un momento dado, volvió a sentarse. Igual de lento, pero ahora cabizbajo. Ese contratiempo que no acabó en pelea, porque si Esteban llega a levantar el puñetazo lo habría estampado sin éxito y con rebote, seguro, contra un tipo que era cuarenta años más joven que él, mantuvo a Esteban calladito durante una temporada larga.
Para cuando llegaste al mundo, dice el abuelo, al día siguiente de tenerte yo mismo en los brazos, hace una pausa corta, cuando tu madre había vuelto del hospital, sigue, y cuando no era tanta la gente nueva que llegaba de golpe a Erreka, volví a escuchárselo decir, y ahora me lo soltó a mí, que llevaba más años que ese malandro en este mundo mejor de las narices, puntualiza el abuelo antes de llevarse una nuez a la boca y encajarla entre los dientes.
¡Crack!
El abuelo escupe las cáscaras al suelo. Se limpia la boca. Hurga en el cascarón. Busca las migajas del fruto.
Nació el último en llegar al mundo mejor, dice el abuelo. Eso dijo Esteban cuando tú naciste, dice el abuelo.