Este texto es un fragmento de

Los días en el gabinete del ministro Illa

David del Campo

1. Del jueves 23 de enero al viernes, 13 de marzo de 2020
 
En 1998 tuve mi primer contacto con una emergencia humanitaria. Un huracán llamado Mitch golpeaba con vientos sostenidos de 290 km/h. durante 10 días Honduras y Nicaragua. Murieron casi 11 000 personas. Desde entonces, desgraciadamente, diferentes emergencias humanitarias han acompañado mi vida personal y profesional. Sudán, Gaza, República Democrática del Congo, el Tsunami del Sudeste Asiático de 2004, terremoto de Nepal, Epidemia de Ébola en África Occidental, Siria, Níger, Mauritania…
 
Además de mis casi seis años en la Secretaría de Estado de Cooperación, sumarle los dos años como Director General del Gabinete del Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad con la ministra Leire Pajín. Como conocía el Ministerio de Sanidad, y también a personas que conformaban el Gabinete del Ministro Illa, mi cabeza empezó a hervir. Estaba claro que una pandemia de carácter global era más posible y cierta que nunca. También era cierto que un Gobierno que daba sus primeros pasos y cuyos ministros y ministras habían sido nombrados el 13 de enero de 2020 podría parecer el peor de los escenarios para que Salvador Illa —o cualquier otra persona— se estrenase como ministro de Sanidad. 
 
Los primeros días de marzo hablé con la exministra Leire Pajín. Hasta 2011 fui su director general del Gabinete del Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad. Ahora en ese mismo Ministerio había 2 ministros, Salvador Illa y Alberto Garzón, y un vicepresidente, Pablo Iglesias. En la fachada sigue aún, nueve años después, el letrero de aquel Ministerio. Siempre me ha hecho cierta ilusión cuando pasaba por allí o lo visitaba que no lo hubiesen cambiado. Imagino que algo de ego o de sentimiento de trascendencia tienen la culpa. 
 
Esta es la segunda razón de escribir este libro. Mi paso por el Ministerio de Sanidad fue intenso y como me pasó con los casi seis años en Exteriores me siento obligado siempre a contribuir y ayudar en lo posible a las políticas públicas de mi país. Precisamente, el sistema público de sanidad es la segunda razón para escribir este libro. Si esta brutal pandemia puede contribuir a algo positivo es que se produzca una enorme ofensiva política de blindaje del sistema público nacional de salud. Blindar la sanidad pública como ejercicio político de respuesta y aprendizaje es otra de las poderosas razones a las que pretende servir este libro. 
 
Solo la educación pública y el acceso a la cultura tienen una similar capacidad tan poderosa de contribuir a la cohesión de nuestro país. Hemos visto las grietas de nuestra sanidad pública, las hemos visto en forma de colapso primero de los servicios de urgencias y luego en saturación de nuestras Unidades de Cuidados Intensivos (UCIS) pero también hemos visto su poderosa capacidad para doblar una curva terrible y mortal de una epidemia. Tanto en las grietas como en su poderosa capacidad hemos visto a miles de profesionales sanitarios que es la tercera razón por la que escribo este libro.
 
Personal sanitario, que va más allá de las definiciones legales o internacionales. Personal sanitario que mantenía limpias las instalaciones y las UCIS, personal sanitario en las ventanillas de información al público, personal sanitario que tenía a punto las instalaciones básicas de nuestros hospitales y personal sanitario en forma de celadores, asistentes técnicos sanitarios (ATS), enfermería y doctores/as. 
 
Estas tres poderosas razones me han hecho escribir este libro y a esas mismas razones pretende contribuir al mismo; contribuir como servidor público, blindar nuestra sanidad pública y reconocer el inmenso y profesional trabajo de miles de hombres y mujeres que sostuvieron nuestra sanidad pública en la peor crisis sanitaria que hayamos conocido en España. Son estas tres razones y ninguna otra el motivo de este libro. 
 
Los beneficios que genere la venta de este libro serán donados al Instituto de Salud Carlos III para sus acciones relacionadas con la investigación de enfermedades infecciosas como el COVID-19. También quiero dedicar este libro a una persona anónima y sin su conocimiento previo. Se trata de una enfermera contratada para reforzar los equipos de atención directa a pacientes de COVID-19 el Hospital 12 de Octubre. Se llama Alba Castaño Menéndez. 29 años. Dejó su trabajo ordinario en la empresa que suministraba oxígeno al hospital para meterse en durante 12 horas al día en un equipo de protección individual durante tres meses. Cada día al regresar a su casa entraba sin tocar nada e iba directa a la ducha. Solo después de pasar un largo rato bajo el agua y desinfectarse a conciencia salía a saludar a su padre Seve y su madre Olga. Muchos días esto ocurría cuando ya estaban durmiendo. Hoy Alba sigue en el hospital. Alba representa lo mejor de nuestro país, representa aquello que debemos aspirar a ser. 



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