A Raúl Cancio le ha podido la nostalgia con esta foto. Su padre, que fue actor, interpretó a Luis Daoiz en El abanderado, de Eusebio Fernández-Ardavín. También puede que haya querido hacer un guiño a dos protagonistas del Dos de Mayo, con la pareja formada por Daoiz y Velarde un tanto echada a perder con ese atuendo impropio de refresco para quienes fueran héroes. Por no hablar del vandalismo. Van descuajeringándolos, con ese desprecio que tienen algunos a la Historia con mayúsculas, incluso de los descalabros. O quién sabe, puede que los acontecimientos chiripitifláuticos de esta semana en la Asamblea de Madrid hayan llevado a nuestro fotógrafo a reivindicar con su objetivo la dignidad de una estirpe cuando son varios los representantes políticos que se conforman con un ridículo de saldo y una falta de respeto absoluta al votante. El caso es que la penumbra mercantil ensombrece su aspecto, generalmente más claro a la luz abrasadora del verano. Adoptan un tono crepuscular, pero resisten a ser desalojados de la memoria como un desahucio confuso en esta época donde lo torticero pretende hacerse hueco en el rigor. Se mantienen alerta junto al cañón, conscientes de que su condición de héroes de la Independencia puede obligarles a entonar otro “no pasarán”. O sencillamente se arman y rearman contra la crudeza del paso del tiempo. Cuanto más avanza hacia no se sabe dónde, más lejanas se hacen sus hazañas a nuestro errático sentido de la apreciación.