A mediados de 1576, el escritor y militar Pedro de Bourdeilles, llamado Brantôme, acompaña en calidad de cortesano, a la reina de Francia Catalina de Médicis hasta Lusignan. La monarca desea conocer de primera mano la historia de Melusina. También quiere ver los restos del castillo, que fue una de las mayores fortalezas de Francia, quizá la más grande en aquel momento. Desde su invisibilidad, el hada ve cómo se emociona Catalina, una de las reinas más espirituales de Francia, ante su joya feudal arruinada. La reina está elegante pero dentro de la sobriedad, con su vestido de mangas largas y púrpuras y una camisa de cuello cuadrado. Justo el año anterior, en enero de 1575, el castillo había sido tomado durante la quinta guerra de religión por el duque de Montpensier. Tras un largo y complicado asedio, lo mandó destruir.
Pero también siente en su cuerpo sobrenatural, cual un torbellino, el gran cariño que la monarca le profesa, a ella y su historia. Melusina escucha con una sonrisa extraña a las lavanderas que cuentan a la reina (según reportó más adelante Brantôme) que siguen viéndola. Sobre todo cuando lavan su colada en las ruinas de la torre de la Fuente. Brantôme nos dejó una especie de reportaje escrito, previo haberlo escuchado en primera persona: «Algunas le decían –a la reina– que ciertas veces, la veían venir a la fuente para bañarse, bajo la forma de una mujer bellísima, y vestida de luto. Las otras le decían que la veían, si bien muy escasamente, bañarse en las vísperas de los sábados (ya que en ese estado apenas se dejaba ver), mitad mujer muy bella, mitad serpiente. Las unas decían que la veían pasearse vestida, con un semblante majestuoso y grave; las otras que aparecía en lo alto de su gran torre, bajo la forma de una mujer muy bella y serpiente. Las unas decían que, cuando debía pasar algún gran desastre en el reino, o cambio de rey, o muerte e inconveniente para sus padres, los más grandes de Francia y fuesen reyes, que tres días antes se la oye gritar, con un grito muy agrio y espantoso, tres veces. Se cree que esto es muy verdadero. Varias personas de allí que lo oyeron, lo aseguran y lo saben de padre a hijo; e incluso cuando ocurrió el asedio, muchos soldados y gente de honor lo afirman; pero sobre todo cuando la sentencia fue fallada: derribar y arruinar su castillo, fue cuando hizo sus más altos gritos y clamores; eso es muy verdadero, según dicen honradas gentes. Desde entonces, ya no se la ha oído. Algunos ancianos dicen, sin embargo, que se apareció, pero muy escasamente»
Así describiría Brantôme* lo que les cuentan en estos momentos las lavanderas, mientras la reina y él contemplan, embelesados, la última joya que ha quedado en pie: la torre Melusina. La más alta, preciosamente decorada, coronada con matacanes. Y ahora que miran esa obra maravillosa, que por ahora ha sobrevivido al derribo, ya no escuchan a las lavanderas. De repente, le parece a Catalina de Médicis,que ve una sombra entre velos blancos en lo alto de la torre. Las niñas de sus ojos se dilatan y Melusina vuelve a sonreír de una manera oscura. Porque las hadas se dejan ver por quienes eligen, nunca cuando les pedimos que aparezcan. Catalina merecía esa visión, esa percepción, de ser femenino a mujer...
*Brantôme, también relató que durante aquella destrucción, varias personas habían divisado en el cielo a la mujer serpiente «que los oficiales del ejército, oyeron lamentarse, cual una curruca de la que roban los polluelos, tras haber destruido su nido» Un tal M. Robert, presidente y teniente general de la Baja Marche (Robert del Dorat),relató: […] los testimonios de los oficiales de la ciudad de Lusignan, y principales habitantes del lugar, sobre apariciones que precedieron unos días,la muerte de Enrique IV y la de Luis XIII. La serpiente profería gritos terroríficos […]. Testimonio de Dom Mazet, incluido en las «Memorias de la Sociedad de Estadísticas del Departamento de Deux-Sèvres, 1882» Fuente: BnF Gallica.