Este texto es un fragmento de

París según las bestias

Héctor Pintado

ESPEJOS PARA LOS FANTASMAS Y LLUVIA PARA EL MUNDO DE LOS MUERTOS

 

I

 

Extrañamente solos, inmensamente extraños,

como las visiones o las puertas que llevan a viajar en el tiempo,

de nosotros mismos,

como cuando una canción suena igual de día que de noche,

como cuando te miras en el espejo

y esa otra parte de ti resulta más real y más creíble,

como cuando miras a tu alrededor

y eres tú quien se siente menos humano.

Extrañamente solos, en el camino.

 

Una noche cualquiera se planeó la llegada del hombre a la luna,

algún país preparó las armas por si acaso

y los muertos vieron su futuro de nuevo en la tierra, algún

loco soñó con un mundo mejor

en alguna película de cine puso su nombre,

los muros se sintieron poderosos

sin espejos sin poesía

alguien aprendió a amar alguna ecuación falló

alguien sonrió a la vida

antes de morir.

 

Es inquietante la noche sin planes sin sueños sin luz por si acaso

sin fugas sin programas de radio sin música sin cines

sin esa otra persona o sin todas esas personas

sin esa pastilla contra el insomnio sin vecinos

sin ese cigarrillo sin el dinero para pagar los vicios

sin minifaldas

es inquietante la noche sin veneno sin fotos sin palabras

sin sombras sin filosofía sin labios sin taxis

sin final. 

 

Las rejas desde donde ves

a los niños empezar el día,

la esquina donde escuchas

negociar el precio del cuerpo de una mujer,

la ventana desde donde imaginas

aviones, pájaros, la ciudad creciendo,

las cruces unas más grandes que otras

que carga cada persona que se cruza contigo,

tú mismo, llevando la tuya,

las manos que te ayudan a levantarte

cuando tropiezas y te caes,

la sonrisa desde donde observas el mundo

pensando que podrías con todo,

la luz de las farolas que te sostiene tantas noches,

el cajón donde guardas tus desastres

y el tiempo inútil que coleccionas sábados y domingos…

Vuelves a mirar cómo los niños empiezan el día;

tú has pagado los cuerpos de demasiadas mujeres

y piensas que ya es tiempo de mirar más allá;

un día de estos vas a ser una persona normal,

vas a encontrar a esa otra persona,

te casarás y tendrás hijos: dos,

una niña y un niño,

la parejita.

 

Olvida esta multitud corriendo,

el ruido de los autobuses

los pitidos y los gritos

de las y los adolescentes,

haz silencio en tu mente un momento,

párate

cierra los ojos y respira;

y ahora mírame:

ya sabes lo que hay que hacer,

yo sólo soy tu conciencia.

 

Las mentiras están en los espejos y en los cuadros,

la inocencia permanece a oscuras

mientras el tiempo devora nuestro tiempo

y se consumen en el fuego los libros,

las brújulas, la música y los diarios,

(nombres, lugares y fechas).

La perversión llega a medianoche,

el deseo es permanente.

Los propósitos están en el principio,

las compatibilidades son excusas.

Nuestra naturaleza y nuestra ignorancia.

Nuestra estupidez.

Siempre hay una diosa que las precede.

Después viene la noche,

y su secreto. 

 

Humo, neurosis, pañuelos,

cristales, de nuevo humo.

Tragicomedia, desalabanza, algo ajeno,

los coches, la noche, el invierno,

las ruinas de lo que fue una ciudad romana,

todo ajeno, las miradas, los pasos,

de nuevo el rojo de los semáforos y la pérdida de mi identidad.

Los sitios donde otros amaron,

los cajones cerrados con llave que siguen cerrados aún hoy,

el deseo, la prohibición,

los cinco pasos del amor,

contraindicaciones, contradicciones,

las permutas,

los pasos equivocados,

de nuevo el deseo.

 

Han quedado en nuestra cara

las huellas de unas manos injustas,

todos los años difíciles

que nos han doblegado sin piedad;

silencio no es una boca cerrada.

Nos devoran, hay gritos y rebelión,

y sin embargo, todo parece tranquilo.

Quizá sea cierto aquello

de que los números dicen más que las personas.

Silencio no es una boca cerrada,

silencio no es una noche más. 

 

Estás agotado, parece que todo fuera un peso enorme que aguantar, levantar

ciudades enteras, tú que de hombre tienes el sexo y nada más, imagino

que es difícil que yo te entienda como tú quieres que te entienda, porque

las cosas desde fuera se ven siempre más fáciles,

te tiendo mi mano cuando tú necesitas un abrazo, te hablo de ayudarte

cuando no más que necesitas que esté ahí, perdóname por estos años

que tardé en encontrarme, ahora que ya lo hice soy capaz

de todo, ninguna posibilidad impide que tú y yo

nos encontremos de nuevo.

 

Alguien te ha borrado de todas las listas,

y ya ni tu sombra se refleja en las paredes

ni eres capaz de asustar a las palomas.

Sobre las puntas de las grandes catedrales

se han ido extendiendo tus alas,

y en el ascenso a los infiernos,

cuando tú ya has dejado de pertenecerte,

cientos de pasos han hecho desaparecer tus sombras.

Ella está llena de veneno, pero a menudo,

la segunda vez, no cambia nada. 

 

Revisaremos los planetas, en busca

de nosotros mismos, intentando hallarnos,

una vez se acabó nuestro tiempo

y tuvimos que dejar nuestro espacio a muchos otros.

No nos merecimos más, no supimos,

el silencio fue demasiado grande y entre las cenizas

no conseguimos encontrar nada.

Volver será posible, pero ninguno de nosotros

llegará a dar ese paso. 

 

A medio camino de encontrarnos,

los cadáveres se amontonan y se apilan

debajo de los puentes,

sin un orden concreto, tal y como

la vida nos escoge para redimirnos.

Hay una gran bola de fuego engulléndoselo todo.

Alguien me estará mirando

imaginándose ser yo, por un momento.

Los puentes son sólo una excusa,

si los echásemos abajo

y nos dejásemos ver la luz del día,

ver lo que significa ser una sombra sin más,

quizá entonces dejaríamos de imaginarnos

nuestras vidas de otra manera.

El fuego sigue engulléndoselo todo,

de nuevo alguien se ha dejado caer.

 

En las paredes están los restos

de los nombres que sobraron,

las deshoras, el cuaderno

de las inercias y de las gravedades,

las migajas de los encuentros fracasados,

las malas artes;

son otros los que recogerán esto

aquí donde nosotros lo dejamos,

los que nos devolverán todas nuestras palabras,

los que, llegado el día, nos darán por muertos. 

 

Tus historias, mis historias, nuestras historias,

todas las historias,

en algún momento tendrán su fin,

dejarán de cruzarse, de repetirse, de suceder,

desaparecerán en algún punto del tiempo,

con nosotros.

 




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