A LOS SUEÑOS
I
Creo que el cielo se dispone para la lluvia. Es probable.
El aire ha tomado un color definitivo, y la noche,
desequilibrada,
emprende su vuelo oblicuo,
desesperada por envolverme
y encaramarme sobre sus hombros negros.
Tengo miedo de que me lleve
lejos,
de que se rompan sus alas
y caiga
sobre la ciudad equivocada.
Sobre piedras que me hayan olvidado.
II
Los asesinos se reunieron a la orilla del río.
El jefe replegó sobre sí sus cuchillos y los otros
comenzaron a matarme.
Sus brazos se movían sobre olas de sangre
mientras sus armas flotaban en el viento.
Las del jefe se clavaron en mi estómago.
Los otros se quitaron sus ropas empapadas, se retorcían.
Sobre sus cuerpos danzaban arañas negras.
III
Una lluvia fría cae sobre las tumbas,
sobre los rostros de los cadáveres descompuestos.
Blancas paredes que ya no les protegen
persisten en la ilusión del retorno.
Pero ya es inútil.
I
Creo que el cielo se dispone para la lluvia. Es probable.
El aire ha tomado un color definitivo, y la noche,
desequilibrada,
emprende su vuelo oblicuo,
desesperada por envolverme
y encaramarme sobre sus hombros negros.
Tengo miedo de que me lleve
lejos,
de que se rompan sus alas
y caiga
sobre la ciudad equivocada.
Sobre piedras que me hayan olvidado.
II
Los asesinos se reunieron a la orilla del río.
El jefe replegó sobre sí sus cuchillos y los otros
comenzaron a matarme.
Sus brazos se movían sobre olas de sangre
mientras sus armas flotaban en el viento.
Las del jefe se clavaron en mi estómago.
Los otros se quitaron sus ropas empapadas, se retorcían.
Sobre sus cuerpos danzaban arañas negras.
III
Una lluvia fría cae sobre las tumbas,
sobre los rostros de los cadáveres descompuestos.
Blancas paredes que ya no les protegen
persisten en la ilusión del retorno.
Pero ya es inútil.