Este texto es un fragmento de

Renacer de sus cenizas

Susana Vázquez

El acuerdo

 

Don Emilio fue recibido con gran estimación por parte del maître del Cuatro Naciones. De inmediato avistó a su amigo Isidoro que esperaba sentado junto a su hijo Andrés en una de las mesas del fondo. No les hizo esperar. El banquero se levantó y lo abrazó con afecto. Andrés hizo lo propio y le estrechó su mano.

—Mi querido Emilio, espero que no te hayamos molestado de tus quehaceres con esta inoportuna cita pero el motivo la requería.

—No importa. Te dije que analizaras la situación del hotel y veo que no has perdido el tiempo —dijo a la vez que se sentaba y miraba fijamente a Andrés.

—¡Oh!, he invitado a mi hijo para que vaya aprendiendo los negocios financieros. Ya sabes que será el futuro director del banco cuando yo me retire.

—Espero que no le importe, don Emilio. —Intervino Andrés—. Tras la fiesta en honor a Lucía mi padre me informó de la situación del Cospedal. Por cierto, ¿cómo está su hija? Cuando nos marchamos me sentí un tanto preocupado al pensar que pude haberla ofendido. Espero que no fuera así, ya conoce el aprecio que siento por ella.

Emilio se sacó la chaqueta. Hacía demasiado calor allí dentro. ¿O era aquel joven? Su mirada penetrante y fría lo ponía nervioso. ¿Tal vez fuera una táctica que había aprendido para intimidar a sus clientes?

—Lucía está bien y puedes estar tranquilo, no te guarda ningún rencor por tus palabras. —Pidió una taza de café. Necesitaba despejarse—. Pero por favor, explicadme cómo está la situación.

Sin esperar que su padre dijera nada, Andrés extrajo los documentos de su maletín. Los expuso sobre la mesa e Isidoro empezó con su discurso.

—Sabes mejor que nadie el declive económico por el que está pasando el hotel. Los números no engañan y como puedes ver, —Isidoro se acercó a su cliente y le señaló el gráfico que representaba las arcas del Cospedal— en los últimos diez meses no existen apenas ganancias. Me consta que la situación política ha repercutido bastante en el turismo y que sólo algunos clientes son fieles al Cospedal.

—Por favor Isidoro, ves al grano, te lo pido como amigo.

—Lo que mi padre le quiere decir —el joven empresario no dudó en intervenir— es que ahora mismo el hotel está en quiebra.

Andrés notó que su padre lo miraba molesto por su comentario e intentó rectificar su discurso.

—Con ello no queremos decir que el hotel tenga que cerrar sus puertas. Como amigo de la familia, el BB ha sufragado los gastos de su negocio sin pedirle nada a cambio, algo que no acostumbramos a hacer con el resto de clientes. Le proporcionamos un préstamo con el objetivo de que nos lo devuelva a corto plazo, y sabemos que no será así si el hotel sigue perdiendo clientela.

—Vaya, Isidoro, tu hijo ha aprendido la lección del buen banquero. Tanto o más que su padre.

 Isidoro bajó la mirada y dejó hablar a su hijo.

—Si me permite la acotación, don Emilio, le diré que mi formación me ha ayudado a conocer todo lo necesario de números, algo imprescindible para mi futuro. Pero mi padre es la persona que me ha enseñado lo más importante del negocio, el trato con los clientes y saber qué es lo mejor para ellos. Por eso le informo de que el BB ya no puede aportar ni una peseta más al Cospedal y que usted más que nadie conoce la solución.

Emilio, que ya estaba harto del discurso de Andrés, miró a Isidoro buscando su intervención.

—Dímelo tú, Isidoro. Quiero que seas tú quién me diga cuál es.

El banquero levantó la vista y le dijo:

—Vender Emilio. Vender el hotel para cubrir todos los gastos y seguir adelante.

—¿Seguir adelante? ¿Con qué? —El camarero vio a Emilio levantar la mano y se acercó—.  Por favor, traiga otro café, éste se me ha enfriado. —El chico afirmó con un leve movimiento y recogió la taza. Emilio siguió quejándose—. No puedo vender, Isidoro, mi padre no me lo perdonaría nunca. El hotel es su vida. Se lo debe todo al Cospedal. —Se quedó en silencio unos segundos—. Podemos suprimir más personal y recortar en gastos innecesarios.

Isidoro movía la cabeza

—No Emilio. Ya lo hemos valorado y no conseguirías recuperar lo que has perdido.

—¡Maldita sea! —El empresario golpeó la mesa con su puño y derramó un poco del café que el camarero acababa de traer—. ¿Quién lo ha valorado? ¿Tú y tu hijo? ¿Es que acaso nos queréis ver arruinados?

—Don Emilio, sabemos que es difícil deshacerse del hotel después de tantos años. El Cospedal es una referencia en la ciudad, pero si quiere liquidar los gastos pendientes debe vender.

Emilio removía el azúcar pensativo.

—Tú y tu familia sois muy importantes para nosotros. Nos conocemos desde hace años y nos duele tanto como a ti darte esta noticia pero en los negocios hay temas que no se pueden prorrogar más. —Isidoro no sabía cómo suavizar la situación.

Emilio dio un primer sorbo y los Arias le miraron esperando algún comentario. Al final el empresario habló:

—Lo siento pero mi intención no es vender. Tiene que haber otra solución. Tal vez si subastáramos una parte de las acciones del hotel y ceder mi puesto a alguien que sí pueda salvar el negocio...

Isidoro y Andrés se miraron. Después de un largo silencio Andrés habló:

—Puede que sí haya alguien interesado en comprar acciones del hotel.

Esta vez Emilio lo miró interesado.

—¿Quién?

—El banco.

El empresario parpadeó un par de veces y dirigió la mirada a Isidoro esperando una explicación.

—Lo que quiere decir Andrés es que el banco compraría una porción de las acciones del hotel y formaría parte del negocio.

—¿Quieres decir que estáis interesados en el hotel?

—Yo no, Emilio —se explicó Isidoro—, ya soy mayor para involucrarme en ciertos asuntos. Sería mi hijo.

Emilio no entendía nada. Apresuró el contenido de su taza y preguntó:

—¿Pero no me acabas de decir que Andrés —miró al joven que repiqueteaba sus dedos en la mesa disimulando su interés— será el futuro director del banco?

—Perdóneme Emilio —el joven no pudo evitar intervenir en la conversación— pero quiero que sepa que mi calidad como contable no desvalora mi capacidad como empresario. Un banquero no deja de ser un empresario y el trabajo no deja de ser el mismo: el trato al público. Si usted está de acuerdo, el BB comprará la parte de las acciones correspondientes al valor de la deuda y la dirección del hotel seguiría siendo de los Cospedal.

Emilio se reclinó aliviado por lo que acababa de oír. Pero conocía muy bien a los Arias y sabía que se lo habían puesto demasiado fácil. Entonces preguntó a Isidoro:

—¿Qué ganáis con todo esto? ¿Formar parte del Cospedal? ¿Que ambas familias compartan la dirección?

Andrés no pudo evitar una media sonrisa. Isidoro volvió a hablar:

—Emilio, te proponemos un trato para que la dirección recaiga exclusivamente en los Cospedal y todos salgamos ganando.

Andrés levantó la mano para atraer la atención del camarero.

—Pónganos tres whiskies, por favor, ya no son horas de cafés.




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