Resistir escribiendo
Elena Lacková
«Si pudiera nacer de nuevo, me gustaría nacer nuevamente como Rromni (gitana). Me gustaría vivir dela misma manera que viví y hacer lo mismo que hice. Me gustaría escribir alguna buena palabra sobre la verdad del corazón romanó, del corazón gitano, y vivir para ver el día en que esa palabra verdadera del corazón de los Rroma obtuviera por respuesta una buena palabra del resto del mundo»
Elena Lacková
Narodilajsem se podšťastnouhvězdou (Nací con buena estrella)
Elena Lacková (antes de casarse era Doktorova) es un referente en la cultura checa y eslovaca por méritos propios: fue la primera escritora gitana de la antigua Checoslovaquia, fundadora de la primera compañía de teatro amateur romanó y la escritora romaní más importante de Eslovaquia y, por si fuera poco, y con todo lo que esto representa, en estos países es considerada la primera mujer gitana en terminarlos estudios universitarios.
Elena nació el 22 de marzo de 1921 en la parte romaní de Veľký Šariš, pequeña ciudad al este de Prešov situada actualmente en territorio de Eslovaquia y conocida por tener la mayor empresa cervecera del país: Pivovar Šariš. Aquel barrio gitano lo componían unas sesenta casas situadas en las lindes exteriores de la ciudad. Fue la cuarta hija de una familia de Servika Rroma (en el contexto gitano español la traducción sería «gitanos caseros») de nueve hermanos. Sus padres se conocieron en Rusia durante la Primera Guerra Mundial. Su madre Mária era una gachí polaca costurera que, según contaba la propia Elena, cosía de noche y de día para sacar adelante a su familia. Su padre Mikuláš Doktor era violinista y el vàjda, el gitano de respeto de su comunidad, de manera que actuaba como portavoz comunitario frente a las autoridades. Mikuláš viajaba continuamente por todo Prešov con su banda de músicos y tocaba en mesones, tabernas, en bodas y fiestas de los gachés que lo contrataban. Sus ganancias eran magras. Volvía a casa con dos o tres coronas en el bolsillo. Como Elena misma contó, si no hubiera sido porque su madre cosía desde que se levantaba hasta que se acostaba, hubieran muerto de hambre.
Elena asistió con regularidad a la escuela municipal y fue la única niña de su comunidad gitana en completar su escolaridad (la comunidad estaba formada por seiscientas personas). Aunque no continuó estudiando, sí mantuvo el gusto por la lectura: «Si la noche era clara, leía a la luz de la luna porque mi madre me reñía por malgastar el queroseno de la lámpara leyendo».
En 1940 se casó con Josef Lack, gitano hijo de una familia de tratantes de ganado porcino de Veľké Kapušany, una ciudad de la región de Košice situada a más de 100 kilómetros de la que había sido hasta entonces su residencia familiar, a donde se trasladó para vivir con la familia de su marido tal y como mandaba la costumbre romaní de entonces. Durante la Segunda Guerra Mundial, su marido, como tantos otros hombres gitanos, fue enviado a un campo de trabajo y ella, que ya tenía tres hijos –Milan y las mellizas Máňa e Irenka‒, regresó a la casa familiar.
Una noche de 1942 su comunidad fue atacada por la Guardia de Hlinka. Se despertaron por el ruido chillón de los bocinazos de los coches y los gritos de que según la nueva ley los gitanos no podían vivir a menos de dos kilómetros de la ciudad ni que tampoco podían estar en contacto con los vecinos gaȝe, payos. Los obligaron a salir de sus casas y las destruyeron. Apenas tuvieron tiempo de recoger algunas de sus pertenencias. Era noviembre, en el viento helado ondeaba la nieve. Salieron todos juntos y se refugiaron en el bosque de la colina de Korpáš, situado a unos tres kilómetros de la ciudad. «Sólo puedo recordar los llantos de las mujeres que se ahogaban por el viento y los gritos de dolor confundidos con la burla del chirriar de los cuervos». Allí, en mitad del bosque, las autoridades les proporcionaron algunos materiales para que ellos mismos se construyeran unas cabañas. Sin casa, en pleno noviembre y con el frío rodeándoles falleció su hija Irenka.
Aunque los Rroma y los gaȝe habían convivido en las áreas rurales casi en simbiosis, la guerra lo destrozó todo, y también esos lazos de mutua colaboración. Aquel ataque inspiró su primera obra de teatro, Horia cicigánsky tábor («Arde el campamento gitano»), escrita en eslovaco en 1946 y estrenada el 16 de abril de 1948 en la Casa de la Cultura de su Veľký Šariš natal. «Escribí en eslovaco. No pensé que podría escribirla de otra manera, pero las oraciones de mis personajes sonaban en romanó en mis oídos», afirmaba Elena años después. El reparto estuvo compuesto por miembros de su propia familia que durante meses ensayaron la obra en la casa familiar. La obra narra su vida: la alegría de la celebración del compromiso matrimonial entre Gejza y Shayah, los hombres que son enviados a los campos de trabajo…
Al estreno acudieron los Rroma de Veľký Šariš, por supuesto, pero también los de Prešov, Stulian, Sabinov y de todas las aldeas vecinas: «Una hora antes del espectáculo, el salón ya estaba lleno a reventar. Todos eran gitanos y gitanas... Y entonces ocurrió algo maravilloso: empezaron a llegar gaȝe, y nuestra gente se levantó de sus asientos para cedérselos. En las primeras filas, luego en las de detrás, hasta que todas las sillas estuvieron ocupadas por nuestros vecinos gaȝe. Los Rroma se quedaron de pie debajo de los palcos, en los pasillos, detrás del escenario. Solo papá y mamá se quedaron en la primera fila […] Cuando en el segundo acto mataron al viejo Miku y su hija Angela gritó “¡Papá, no mueras!”, no había en el auditorio ni una sola persona que no llorara, incluso a aquellos campesinos que durante la guerra habían formado parte de la Guardia de Hlinka se les llenaron los ojos de lágrimas […] Al terminar sonó un gran aplauso. Los actores también aplaudieron porque no sabían que debían inclinarse en una reverencia para saludar al público. Entonces el público me pidió que subiera al escenario. Hice un breve discurso. El primer discurso de mi vida. Dije que éramos como todos los demás y que queríamos vivir como personas. Luego cantamos “Cikánskýpláč“ (Llanto gitano). El público aplaudió como si fueran a partirse las manos.
Por primera vez en mi vida sentí que los gaȝe nos miraban como personas».