Este texto es un fragmento de

Tierras centrales

Roberto Fernández Marín

2014

BREVE DIARIO DE VERANO

11 de Julio. 2014.

He venido a ver a mi amigo Gabriel. Está trabajando en una antigua ciudad industrial inglesa. En realidad este breve viaje forma parte de uno mayor, de más días, que he realizado con mi novia a Londres. Laura fantaseaba con ello desde hace tiempo, fascinada desde años atrás por la idea de pisar y formar parte, brevemente, de uno de los lugares más conocidos del mundo. Una de sus intenciones -nunca me lo ocultó- era pasar tardes enteras de tiendas, lo cual a mí -tampoco se lo oculté- no me entusiasmaba. De modo que decidimos seguir rumbos distintos durante tres días. Ella tendría su tiempo a solas para dedicar a las compras, y yo aprovecharía para visitar a mi amigo, ya que estaba en el mismo país. La verdad, dudo que lo hubiese hecho en otras circunstancias. Seguramente no habría realizado este viaje desde España sólo para verle a él.

Ya por teléfono me dijo que no vivía en un sitio muy especial, pero no podía imaginar que hubiese sido tan sincero. Hemos dado una vuelta por el centro y me ha dicho, siempre con esa sonrisa torcida -como si no quisiera que nada de lo que dijera fuese tomado muy en serio- que ya he visto lo mejor que ofrece ese lugar, que eso era todo. De camino al primer bar, ha añadido que tampoco habría mucha diferencia de ser otra la ciudad en lugar de aquella: que las hileras de viviendas unifamiliares de ladrillo con ventanas mirador, los edificios fabriles semi abandonados, y el cielo nublado se repiten, con variaciones pero sin sorpresas, en el resto del país. Me reí. No sé por qué.

12 de Julio. 2014.

No esperaba encontrar a Gabriel así. No sabría decir cómo esperaba encontrarle, pero no así. Pensaba que todo sería como antes, en España: un tipo normal, unas charlas habituales, unas borracheras comunes. Y aunque, en apariencia, no puedo negar que hayamos salido de este plan desde que le he visto, sí puedo decir que hay algo en el fondo de su voz, en su manera de expresarse. Es difícil describirlo. Me cuenta que tiene un grupo de amigos, pero que trabajan en hoteles y bares, y que con esos horarios es difícil quedar. No sé si creerle, a estas alturas. No sé si está solo. Y en este caso, ¿qué sigue haciendo aquí?

Diría que le hace falta una novia, pero cuando intento sacar el tema parece obviarlo y derivarlo a una de sus bromas. Viéndole, me considero afortunado. Llevo saliendo unos dos años con Laura, y a pesar de todo lo malo -no ha sido poco- la sigo queriendo. Gabriel, ¿ha tenido a alguien? No sabría decir, quizá sí, algún idilio fugaz, pero no cabe duda de que nada serio. Los dos estamos ya muy cerca de la treintena, creo hay que andarse con cuidado de no llegar a cierto punto de la vida solo. Luego es todo mucho más difícil. No quiero imaginar qué haría sin el apoyo de Laura, si tuviera que levantarme día tras día en una cama vacía en una ciudad extraña.Soy el primero -y, hasta el momento, único- de nuestro antiguo grupo de amigos que se ha acercado a verle. Si está agradecido, no me lo ha dicho. Si he perturbado algún posible plan que pudiera tener antes de mi visita, tampoco. Me dice que está bien, que tiene trabajo y gana su dinero. Pienso si necesitará, también, decirse a sí mismo estas cosas.



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