Una tarde de primavera, Yuba volvió a casa después del colegio. Entró en silencio. No era normal ya que Yuba siempre llegaba alegre y gritaba fuerte:
—¡Hola! ¡Yuba está en casa!
Hoy Yuba no gritó «hola», ni anunció que había llegado. Hoy Yuba estaba triste.
Su madre siempre dejaba un aguacate pelado encima de la mesa de la cocina y Yuba lo primero que hacía era ir corriendo a pegarle un buen mordisco. Había oído la puerta cerrarse, pero no a Yuba. Al bajar las escaleras vio el aguacate intacto encima de la mesa.
—Qué raro – pensó – Yuba, ¿estás ahí?
Las piernecitas de Yuba colgaban del sofá. Parecía que todo Yuba, incluso su mochila, estaba triste.
En ese momento entró su papá por la puerta:
—¡Hola! ¡Papá está en casa!
Dejó las llaves en la mesita y extrañado al no recibir respuesta, preguntó:
—¿Hay alguien en casa?
Su papá vio los zapatitos de Yuba colgando del sofá y a su lado los pies descalzos de mamá.
Había mucho silencio… Solamente se oían los lagrimones de Yuba caer en el sofá.
—¿Qué pasa Yuba?
—Hoy en el cole Raúl estaba muy triste. No quería jugar ni hablar. La profe dice que es porque su mamá se ha ido.
La mamá y el papá se miraron extrañados. —Se ha ido, ¿a dónde? -
—Dice que se ha ido para siempre y que no va a volver... Mamá, ¿tú también te vas a ir para siempre?
Su mamá contestó con una dulce sonrisa y dijo:
—Cariño, todos nos vamos a ir algún día. Nacemos, vivimos la vida y un día, nos vamos. Así es el ciclo de la vida.
Yuba, todavía triste, preguntó:
—Entonces, si nos vamos a ir, ¿por qué venimos?
Su papá se levantó del sofá.
—Yuba, tengo algo para ti. Hacía tiempo que quería dártelo.
Buscó en unos cajones y sacó un cuento.
—Mira, Yuba, esto es un cuento muy especial y, cuando lo leas, entenderás por qué venimos a la vida. ¿Quieres que lo leamos juntos?
Yuba se secó las lágrimas de la cara y sus manos mojadas en el pantalón. Cogió el cuento con intriga. Tenía muchas ganas de leerlo. Lo abrió con mucho cuidado, y empezaron a leer...
—¡Hola! ¡Yuba está en casa!
Hoy Yuba no gritó «hola», ni anunció que había llegado. Hoy Yuba estaba triste.
Su madre siempre dejaba un aguacate pelado encima de la mesa de la cocina y Yuba lo primero que hacía era ir corriendo a pegarle un buen mordisco. Había oído la puerta cerrarse, pero no a Yuba. Al bajar las escaleras vio el aguacate intacto encima de la mesa.
—Qué raro – pensó – Yuba, ¿estás ahí?
Las piernecitas de Yuba colgaban del sofá. Parecía que todo Yuba, incluso su mochila, estaba triste.
En ese momento entró su papá por la puerta:
—¡Hola! ¡Papá está en casa!
Dejó las llaves en la mesita y extrañado al no recibir respuesta, preguntó:
—¿Hay alguien en casa?
Su papá vio los zapatitos de Yuba colgando del sofá y a su lado los pies descalzos de mamá.
Había mucho silencio… Solamente se oían los lagrimones de Yuba caer en el sofá.
—¿Qué pasa Yuba?
—Hoy en el cole Raúl estaba muy triste. No quería jugar ni hablar. La profe dice que es porque su mamá se ha ido.
La mamá y el papá se miraron extrañados. —Se ha ido, ¿a dónde? -
—Dice que se ha ido para siempre y que no va a volver... Mamá, ¿tú también te vas a ir para siempre?
Su mamá contestó con una dulce sonrisa y dijo:
—Cariño, todos nos vamos a ir algún día. Nacemos, vivimos la vida y un día, nos vamos. Así es el ciclo de la vida.
Yuba, todavía triste, preguntó:
—Entonces, si nos vamos a ir, ¿por qué venimos?
Su papá se levantó del sofá.
—Yuba, tengo algo para ti. Hacía tiempo que quería dártelo.
Buscó en unos cajones y sacó un cuento.
—Mira, Yuba, esto es un cuento muy especial y, cuando lo leas, entenderás por qué venimos a la vida. ¿Quieres que lo leamos juntos?
Yuba se secó las lágrimas de la cara y sus manos mojadas en el pantalón. Cogió el cuento con intriga. Tenía muchas ganas de leerlo. Lo abrió con mucho cuidado, y empezaron a leer...