Capítulo 1. El principio del caos.
A mí el apocalipsis me pilló recién levantada, con el móvil sin sonido, en mi casa de Madrid y sin haber hecho la compra mensual.
Si te despiertas con un aluvión de llamadas perdidas, puede que sea tu cumpleaños, o puede que haya pasado algo horrible.
No nací a principios de Junio, así que ese interés desorbitado por localizarme, viniendo de gente que no se conocía entre sí, no era buena señal.
Reactivé el sonido del teléfono y conecté el WiFi. Antes de hacer la primera llamada, mi móvil ya estaba bloqueado, recibía tantas notificaciones que se había quedado inutilizable. La pantalla estaba congelada en mi Whatsapp, donde todas las conversaciones empezaban igual: ¿dónde estáis?, ¿estáis bien?, por favor, responde, no te localizo.
En lo que corrí a coger el teléfono fijo, me imaginé un atentado bestial, un choque de trenes, un accidente de metro, el subsuelo de Madrid explotando con una fuga de gas, los aliens, un tornado, la revolución… Yo que sé.
Llamé a mi madre mientras buscaba el mando de la tele. No hubo respuesta, aunque no sé si me hubiera centrado al escuchar su voz, estaba entrando en ese modo de confusión mental que produce la mezcla entre tensión y desinformación.
En la televisión, la presentadora del programa de las mañanas, conectaba en directo con la Puerta del Sol[1]. Parecía que por fin iba a conseguir enterarme de algo.
Gente corriendo, gritando, cayendo al suelo mientras intentaban alejarse del centro de la plaza. Cobraba fuerza la teoría del atentado, otro más[2], pero entonces, justo en la salida de la estación, me pareció ver a un hombre que se abalanzaba sobre una señora. ¿La estaba atacando?, ¿la estaba reduciendo? Me pegué un poco más a la pantalla, frunciendo el ceño, intentando interpretar correctamente lo que estaba viendo. No daba crédito a las imágenes, me pegué un poco más, ya casi era Carol Anne en Poltergeist[3], estaba alucinando y no sabía si era metafórica o literalmente.
Las dudas sobre el atentado tardaron en abandonar mi cabeza, lo mismo que aquel hombre tardó en levantar la suya, con un trozo de brazo colgando de su boca. No era un ataque terrorista, eso estaba claro, o por lo menos no uno convencional. Pero desde luego, necesitaba tiempo para procesar esa imagen mentalmente y encontrar una explicación lógica. ¡¿Qué cojones era esto?!
¿Un loco bajo los efectos de la droga caníbal?, ¿un perturbado sembrando el pánico?, ¿un serial killer en su obra final?
Apareció el rótulo definitivo en la televisión.
Fin de las teorías, principio del caos:
ATAQUE ZOMBIE EN MADRID
[1] Plaza principal a la que se acude a celebrar las campanadas, a fotografiarse los pies en el km 0 o manifestarse.
[2] 11 de marzo de 2004. Hora punta. Varias bombas explotan en cuatro trenes de cercanías. Un atentado yihadista que asesinó a 193 personas y que permanece en la memoria colectiva de la ciudad.
[3] Famosa película de los 80 que da casi tanto miedo como la maldición que se comieron algunos de sus protagonistas en la vida real. En su mítica escena Carol Anne, Carolain para los españoles, habla a través de la televisión con los muertos que la acechan. “Ya están aquí” es su frase más célebre, comúnmente repetida por el hombre de a pie con tono infantil y cara de locura.