Transmigración
Ana Pérez Cañamares
Está bien, muy bien, tener a alguien
con quien hablar de todo esto.
De cómo bailaban las sombras
en el techo de la cueva.
De la visión de París sitiada
aquel siglo que nos despertamos vikingos.
El primer surco que sembramos.
En nuestros labios el nombre
del primer gato doméstico.
Amarillearon ante nuestros ojos
periódicos, anales, mapas y meninas.
Fuimos la deshonra de tierras vírgenes.
En mi carro escapamos de la peste
cruzando los puentes del Támesis;
del gueto de Varsovia me sacaste tú
bajo un uniforme de enfermera.
Nos hemos mirado de una hoguera a otra
antes de que nos abrasara el fuego.
De cruz a cruz, de paredón a paredón
establecimos sin hablar la siguiente cita.
Mi mayor miedo no es que un día
la transmigración nos abandone.
Pero si alguna vez se extinguieran los claveles
que en cada vida traes a nuestro encuentro
cómo voy a distinguirte entre todos.
No quiero ser normal si es normal el olvido.