CAPÍTULO 1.
La lectura
A lo largo de estos años de entrevistas el tema de la lectura ha sido tratado desde diversas perspectivas y enfoques: bibliotecas, lectura en pantallas, familias lectoras, animación a la lectura, lectura de clásicos... Personalmente, no me preocupa dejar un libro a medias, quizá el que más me pesa sea La Montaña Mágica.
Tal vez mi itinerario lector no haya sido el adecuado para llegar hasta a Mann o Joyce, de momento. Pennac me absolvió de esa lectura inacabada en su libro Como una novela cuando escribía: «Pero está claro que no es culpa de Thomas Mann que yo no haya podido, hasta ahora, alcanzar la cumbre de su Montaña mágica (...) Entonces tenemos dos opciones: o pensar que la culpa es nuestra, que nos falta una casilla, que albergamos una parte irreductible de estupidez, o hurgar del lado de la noción muy controvertida de gusto e intentar descubrir el mapa de los nuestros».
El concepto de itinerario lector se lo escuché a Lucas Ramada Prieto, que participa en el grupo de investigación GRETEL. Me sorprendió su determinación para dedicarse al mundo de los libros, aun estando prematriculado en medicina. En el último momento se decantó por Filología Hispánica y una especialización en Literatura Infantil y Juvenil (LIJ).
Todos hemos tenido un itinerario lector, las últimas etapas de un itinerario al uso puede ser autores como Thomas Mann con su Montaña mágica o James Joyce con Ulises. Los que seguimos a Lucas pudimos contemplar el proceso de elaboración de su tesis. Hoy por hoy ya es doctor con calificación Magna Cum Laude. Su erudición y pasión por la LIJ son patentes. Le planteé que no me quedaba claro cuándo empieza la literatura senior y termina la LIJ. Las fronteras son difusas, apostilló, e incorporó un concepto interesante: literatura ganada. Esos libros que sin tener en mente al lector en formación, se lo gana. Se trata de autores como Salgari, Stevenson, Verne...
Hay estudios que plantean que los jóvenes leen más en otros países porque las lecturas que se les plantean son más divertidas, como Gran Bretaña. Entre sus cien libros recomienda V de Vendetta, una novela gráfica. Sin duda los clásicos son importantes, no en vano acumulan patrimonio cultural humano, pero si queremos un progreso lector adecuado este deberá progresar. Cada vez leer más e interpretar con más profundidad, sin perder de vista lo que plantean los británicos, el disfrute. Este progreso se puede representar con el concepto de escalera, teniendo cuidado especial en los escalones y saltos que planteamos.
Maru Domenech explicó en otra entrevista que los clásicos se pueden tratar de otras formas, no de la forma tradicional. El proyecto colaborativo Quijote News en el 400aniversario de la publicación de la segunda parte de El Quijote, consistía en leer el libro, o parte del mismo y elaborar una revista, periódico o publicación digital en la que se tratasen acontecimientos que se daban en el clásico de los clásicos. El alumnado que participó en él ascendió a 1.500 personas, con elaboraciones muy creativas. No solo leían el libro enganchándose a él, también trabajaban el currículum en las aulas. El académico ArturoPérez-Reverte plantea que hay que obligar la lectura del Quijote. La obligación hizo que mi hija Candela una tarde de domingo pronunciase contundentemente esta frase que preside este capítulo: «¡Leer es un asco!». Maru demostró que los clásicos se pueden acercar a la realidad de los jóvenes y terminó diciendo que si pretendemos una lectura de los clásicos ala manera clásica, no llegaremos a ellos.
Lucas introdujo otro tema: las pantallas. Planteó que existen otro tipo de narrativas que son fundamentales y criticó que no existiese una canalización institucional de los inputs audiovisuales. Son una realidad en su vida y no están presentes. Parecerá mentira a los ojos de lectores nacidos en el siglo XX, pero el videojuego puede ser interesante para el desarrollo literario del lector. En estos tiempos hay desarrolladores independientes que están produciendo unos juegos muy interesantes y útiles para que el alumno interiorice la narrativa.
No hay dos chavales iguales, pero lo que está claro es que cuando se llega a secundaria es muy probable que dejen de leer, por diversas cuestiones. Acusan más esta deserción lectora los chicos. Una de las razones que pueden influir son los tabúes. Decirle a alguien «eso no lo tienes que leer porque es muy fácil», la autoimagen lectora es fundamental. No podemos quitarles de leer Gerónimo Stilton aunque sea un fenómeno paraliterario. Lo importante es tender puentes de esa lectura a otras. En este caso, por ejemplo, a Roald Dahl.
Otro aspecto esencial, continúa Lucas, es que sin referentes no se da progreso mediante la lectura. Si en casa no se lee o se es amante de la literatura, difícilmente tendrán un modelo que les invite a leer. Verdad de perogrullo. Pero no es una verdad absoluta. Víctor Moreno plantea que puede darse la circunstancia de que un joven se convierta en lector sin que en su casa lo sean, y, lo más dramático, la opción inversa, que de una familia con metros cúbicos de libros salga un no lector. La causalidad en este caso hace aguas. Arenas movedizas. El escritor navarro huye del hecho de que la lectura nazca de una insatisfacción, de una búsqueda de lo que la persona carece. Esgrime que es una trampa cuando autores como Mario Vargas Llosa plantean que solo los tontos son felices, pues no dejan de ser falacias sin confrontar con la realidad.
Cada persona lee por muchas razones, con una gran variedad ¿Tú por qué lees? Víctor me aseguraba que la escuela primaria no hace lectores: su responsabilidad es hacer lectores competentes. La decisión de hacerse lector es voluntaria.
En este punto surge la pregunta: ¿qué tenemos que hacer familias o profesorado antes de darles un libro? Víctor plantea que se podría solucionar diciendo que lo mejor que le puede pasar a un niño es que sus mayores les doten de palabras, vivan en el mundo de la palabra, den sentido de la realidad con la palabra. Si no hay relación con la cultura, libros, palabra... estarán abocados ala desidia. Otra cuestión importante es que lean para sí mismos, en la línea de lo que sostenía Gianni Rodari, y no para la institución que encuentren su propia identidad como lector. Tengo un primo cuyo hijo tiene catorce años y devora libros. Está preocupado porque lo ve en verano en la piscina abstraído en la lectura, olvidándose de amigos. Se zambulle en la lectura sin flotador, por la noche tiene que decirle: «Vamos, hijo, a la cama, mañana sigues». Samuel, así se llama el chaval, ha encontrado su identidad como lector, su género, no se lo han impuesto, ha sido por elección propia. Da gusto verlo leer en el sofá con una manta entre él y el mundo que en ese momento le toca visitar.
Samuel me recordó la entrevista que realicé a José Luis Sánchez, bibliotecario de profesión en Peñaranda de Bracamonte. Me contó que cuando era joven su biblioteca era su mundo privado, la utilizó mucho. Él no veía la tele, leía y, al igual que Samuel, se perdía en la fantasía. Él navegaba con Huckleberry Finn o Tom Sawyer por el Mississippi, paseaba por Maracibo con Sandokán o jugueteaba con los hijos del capitán Grant.
José Luis cree que hay un momento crítico en el que los muchachos dejan la lectura. Antes había un retorno, pero ahora es más difícil porque hay otros estímulos audiovisuales (quizás otras formas de leer, como me comentó Estrella López).
Entre tecnología sí, tecnología no, entrevisté a Inés Andrés sobre el magnífico proyecto Kuentalibros, que consistía en subir vídeos recomendando libros cuando aún no estaba de moda el movimiento booktuber. En él participaron muchos colegios con mayores y pequeños expresando las virtudes de los libros que habían leído. Aún está en la red, puedes echarle un vistazo.
La enriquecedora charla con Víctor Moreno concluyó asegurando que la lectura no cotiza en la bolsa de la sociedad y que deberemos tener cuidado con lo mensajes grandilocuentes sobre que leer es algo que nos hará libres o más grandes. En realidad nadie se hace más razonable leyendo. La razón llega hablando con los demás: son los otros los que nos construyen como personas, no la lectura.
Volvamos, para terminar, a lo que planteaba el doctor Ramada Prieto: lo esencial es que sin referentes no se da progreso. En enero de 2012 entrevisté a Ana Condioso, bibliotecaria en el CEIP Menéndez y Pelayo de Valverde del Camino, y a Salvador Pérez Guantes, amigo de la red que nos abandonó el pasado mes de mayo de 2016. Ambos volvían del Congreso de familias lectoras en red, y destacaron que para que la lectura adquiera su importancia hemos de tener en cuenta que actualmente las bibliotecas de los centros aparentemente son una esquina y no la plaza del centro. Se hace difícil contagiar la lectura porque transmitimos a los pequeños nuestras prisas, a través de muchas actividades. La familia debe implicarse y desde la biblioteca de centro intentan formar a padres y madres para que lleven a cabo la tarea de animación a la lectura. Concluía Salva diciendo que el amor hacia la lectura es un trabajo en la familia. Recuerdo leer a mi pequeña La canción del pirata. En casa es donde se pueden inculcar las ganas de leer, siendo esta una labor a largo plazo. Cada familia y cada niño es distinto, pero el objetivo es que disfrute.
Disculpa.
Voy concluyendo este primer capítulo.
Se me hace tarde. He de leer con mi hija, esa misma que dice que leer es un asco, pero que no puede dejar que termine el día sin dejar que unas letras se deslicen entre sus sábanas.