LOS GUARDIANES
Bilal, el emir de la banda,
habla con metálica templanza
y mira firme sin claroscuros,
a semejanza de los curas de pueblo.
Parece un polichinela,
de barba de chivo y nariz aguileña,
pura máscara tragicómica de tristeza.
Nacido y criado a orillas del Éufrates,
se alimenta de té y leche de camella,
dice que así lo hacía el Profeta.
En su tablet me enseña torturas
en Abu Ghraib y Paghram a musulmanes.
Shuf, shuf –mira, mira-, me espeta.
¿Cómo será sobrevivir masticando cristales?
Asem al Afgani es mi hafiz,
su mirada tóxica amedrenta.
Abre la puerta, me grita, se acerca;
cierra la puerta, me grita, se aleja.
Argelino de Orán,
dice que su héroe es Tareq ben Ziad.
De larga trayectoria en el yihad,
conoce el arte de la guerra.
Me señala su kalashnikov y su gumía:
Éste es el único lenguaje –píaque
entienden los americanos.
Alá guiará las balas hacia sus cabezas.
¿Cómo será vivir con sangre oxidada en las manos?
Abed al Andalusi es imberbe.
Salió de su Tetuán natal
para seguir la recta senda de Alá,
para vestirse de negro y ocultar su inmadurez,
para, quizás, ser carnada de ataque suicida.
En grupo se muestra como un guerrero sin endeblez,
en el tú a tú sus ojos se humillan.
No es lo suyo, no,
el acero que hace arrodillarse a las madres de la Tierra.
¿Cómo será buscar la muerte sin afán de arrullo?
Y pienso sobre mi destino:
¿cómo será la vida después de la vida?
NOCHE
Desprovista de imágenes
líricas hiere la noche.
Un mantón negro estrellado
da sepultura al deseo.
Bordada de hilos de oro,
la constelación de Perseo
alumbra mi estrecho mapa
en este inhóspito aduar.
Las manecillas del reloj
caminan hacia el pasado.
Bilal, el emir de la banda,
habla con metálica templanza
y mira firme sin claroscuros,
a semejanza de los curas de pueblo.
Parece un polichinela,
de barba de chivo y nariz aguileña,
pura máscara tragicómica de tristeza.
Nacido y criado a orillas del Éufrates,
se alimenta de té y leche de camella,
dice que así lo hacía el Profeta.
En su tablet me enseña torturas
en Abu Ghraib y Paghram a musulmanes.
Shuf, shuf –mira, mira-, me espeta.
¿Cómo será sobrevivir masticando cristales?
Asem al Afgani es mi hafiz,
su mirada tóxica amedrenta.
Abre la puerta, me grita, se acerca;
cierra la puerta, me grita, se aleja.
Argelino de Orán,
dice que su héroe es Tareq ben Ziad.
De larga trayectoria en el yihad,
conoce el arte de la guerra.
Me señala su kalashnikov y su gumía:
Éste es el único lenguaje –píaque
entienden los americanos.
Alá guiará las balas hacia sus cabezas.
¿Cómo será vivir con sangre oxidada en las manos?
Abed al Andalusi es imberbe.
Salió de su Tetuán natal
para seguir la recta senda de Alá,
para vestirse de negro y ocultar su inmadurez,
para, quizás, ser carnada de ataque suicida.
En grupo se muestra como un guerrero sin endeblez,
en el tú a tú sus ojos se humillan.
No es lo suyo, no,
el acero que hace arrodillarse a las madres de la Tierra.
¿Cómo será buscar la muerte sin afán de arrullo?
Y pienso sobre mi destino:
¿cómo será la vida después de la vida?
NOCHE
Desprovista de imágenes
líricas hiere la noche.
Un mantón negro estrellado
da sepultura al deseo.
Bordada de hilos de oro,
la constelación de Perseo
alumbra mi estrecho mapa
en este inhóspito aduar.
Las manecillas del reloj
caminan hacia el pasado.