Este texto es un fragmento de

El profesor y la muerte

Sergio Cardona Herrero

Capítulo 1

Películas de terror

El avión parecía que no se moviera durante el vuelo transatlántico entre Bogotá y Madrid. Un hombre algo mayor, con aspecto enfermo, dormía un sueño agitado. La pasajera de al lado le miraba con cierto cariño. Le recordaba a su abuelo. Los pasajeros de turista tienen un poco más de espacio en estos vuelos que en los nacionales. Aún así hay que mentalizarse para las ocho horas de vuelo. Le llamó la atención a la chica que el hombre no se había movido de su sitio, había dejado pasar la comida del avión, no había tomado los periódicos, ni encendido la consola del respaldo. Lo que sí hacía era soñar, porque se agitaba y movía los labios de vez en cuando. No era posible entender lo poco que decía. Ella abrió un periódico intentando no molestar, lo que no era tarea fácil. Cuando llevaba un rato leyendo llegó a una noticia en la que se hablaba de un profesor español que había dado una serie de conferencias en Bogotá. Leyó la noticia, en la que se hacía referencia a la colaboración del profesor en la detención de un asesino en serie, cuatro meses atrás. Le hizo gracia porque las conferencias eran sobre Psicología Social y Filosofía. La foto no era muy clara, pero al fijarse con más detalle se dio cuenta de que se trataba de su vecino de asiento. Abrió mucho los ojos. En ese momento se acercó una azafata a la que enseñó la foto y señaló al profesor. La azafata le dijo “sí” con la cabeza a la vez que le pedía discreción. Ambas sonrieron haciendo un pacto de protección del casi anciano. Él mantuvo los ojos cerrados, en una duermevela, mientras pensaba que estaba bien ser escoltado por dos mujeres. 

Al final cayó en un sueño profundo y agitado. Los sueños le daban cierto miedo porque últimamente venían acompañados de olores, sabores y sensaciones físicas muy intensas. Este no iba a ser la excepción. Soñó que se encontraba en un desierto. Llevaba puesta una armadura de samurái de color rojo bombero, si es que ese color existe. Se encontraba ante una hondonada y él estaba sentado en un borde. No sentía calor. Al contrario, sus músculos estaban muy tensos, sin gota de sudor y preparados al ataque. En un momento se comenzó a escuchar el griterío de un ejército que venía. Lejos de preocuparse sacó dos espadas y se puso en posición de ataque. Sus pies se hundían en la arena, al igual que los de sus atacantes. Estos se contaban por cientos, pero eso no le afectaba. En un momento determinado sus enemigos estaban muy cerca y se disponían al encuentro. Él cambió de posición preparado a asestar los primeros golpes. En ese momento el suelo se inclinó y todos se esforzaron por mantener el equilibrio. El cielo no era azul, sino color verde. El foco se alejó y pudo ver que la escena se desarrollaba dentro de una botella medio llena de arena. Se preparó a dar el primer golpe cuando una mano gigante tomó la botella y la movió. Todos los guerreros, él incluido, salieron por los aires. Todos comenzaron a preocuparse por salvar la vida y pasar del guerrero rojo. Pero dos o tres insistían en matarlo. Al final, en otro meneo de la botella, volvieron a salir por los aires y al cruzarse decapitó a dos enemigos que iban a por él. Se dio la vuelta para asestar otro golpe mortal y en ese momento se despertó. Su vecina le tocaba y movía el brazo mientras le preguntaba: 

- ¿Se encuentra usted bien?

Él abrió los ojos y compuso un gesto despistado. Miró a su alrededor y se hizo una composición del lugar en el que se encontraba. Al final fijó sus ojos en los de su acompañante y le dijo con voz cavernosa: 

- Bien, bien… gracias. Estaba soñando. 

- Ya lo noté -dijo ella con una voz muy dulce. 

- ¿He gritado? -preguntó el profesor. 

- Creo que le he rescatado a tiempo -dijo ella con una sonrisa. 

- Entonces, le debo las gracias… -sonrió, se dio la vuelta y siguió durmiendo. 

“Igual que mi abuelito”, pensó ella.

Se despejó una hora antes del aterrizaje y estuvo charlando con su vecina. Una vez que el avión se detuvo ella le ayudó con su equipaje de mano.

- Vaya, pesa mucho -dijo un poco sorprendida.

- Libros -dijo él a modo de excusa.

- Ha sido una conversación muy agradable, muchas gracias…

- Martín, ¿y tú te llamas…?

- Graciela. Muchas gracias.

- Al revés: muchas gracias a ti por rescatarme de mi pesadilla…




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