Este texto es un fragmento de

El secreto es que no hay secreto

Marcos Neira

EL BUENO, EL FEO Y EL MALO

Me gustaría que te cuestionaras lo siguiente, ¿sabrías distinguir a «el bueno», a «el feo» y a «el malo»?.

Creemos que la respuesta a esta pregunta es muy sencilla por lo evidente que puede ser la misma pero, en realidad, no es así. Seguro que conoces, o has tenido el placer de conocer, a esa persona con el don de resolver todo lo que toca, de solucionar todo problema en el momento y lugar oportuno, siempre dispuesto a aportar la solución bajo el yugo del sacrificio personal y la dedicación más exclusiva, EL BUENO.

Por contra, también conocerás, o habrás tenido el placer de conocer, a esa persona que, incansable, derrocha todos sus esfuerzos sin pedir nada a cambio, sin solicitar el más mínimo reconocimiento, trabajando despacito y en silencio, con efectividad y diligencia, EL FEO.

Igualmente, seguro que conoces, o has conocido, a esa otra persona que niega cuando se ha de negar, da instrucciones cuando las tiene que dar, corrige cuando tiene que corregir, premia cuando tiene que premiar, y que siempre suele actuar conforme a las reglas, EL MALO.

Pues bien, más allá de lo que pueda parecer, si te fijas y analizas la realidad desde una perspectiva más distante, sin centrarte en las apariencias y dejando de lado la lupa del interés y la afinidad, verás cómo los papeles que en apariencia estaban muy claros, en realidad pueden no ser lo que parecen.

Decía que seguro conocías al personaje de «El bueno», esa persona capaz y dispuesta a todo, que siempre aparece en el momento oportuno para traer la salvación, como el superhéroe que con sus superpoderes tiene la capacidad de anticiparse a lo que va a suceder para, así, acudir raudo y veloz al rescate de la humanidad, pero, como ya sabes, los superhéroes con superpoderes no existen, así que fíjate bien y analiza los detalles de este personaje más oscuro que transparente, que suele aparecer cuando parece que los problemas ya no tienen solución, aportando la misma in-extremis.

Si te detienes a pensarlo puedes preguntarte, ¿si tenía la solución, por qué no la ha aportado antes?. La respuesta es que nada ha surgido al azar, no ha sido fruto de una solución que haya aparecido espontáneamente tras un análisis concienzudo de la situación, sino más bien un plan perfectamente elaborado y trazado por quien, pudiendo evitar desde un principio el problema, se ha encargado de enconarlo para finalmente aparecer como salvador, ganándose así la confianza de todas las partes, obteniendo réditos para sus futuras compra-ventas de favores y mentiras que lo hagan mantenerse en su posición de fiel benefactor al servicio de la humanidad, nada más lejos de la realidad, fíjate bien, ese es EL MALO.

Igualmente sucede, si te fijas, con «el malo». Esa persona que antepone la justicia a cualquier interés, que intenta actuar siempre bajo la batuta de la objetividad, con errores y defectos, pero siempre desde la más absoluta profesionalidad y responsabilidad. Que cuando tiene que decir que «no», es «no». Que no se erige en palmero del poder pero tampoco de la rebeldía sin causa. Aquel que cuando lo necesitaste estuvo contigo sin fisuras, pero que cuando con motivo de su responsabilidad tuvo que tomar una decisión que se te antojó injusta a tus intereses la tomó pensando en el bien común sin ningún atisbo de duda, que te dijo a la cara y sin rodeos lo que pensaba, éste como ya te habrás dado cuenta (y si no lo has hecho ya, piénsalo con tranquilidad y sin rencor), verás que es EL BUENO.

Por último, tenemos a «el feo», que trabaja sin hacer ruido, sin levantar la voz, siempre disciplinado, siempre diligente, pero que a los ojos de los demás no existe. No existe hasta que, como todos, comete un error. Un error fruto de su trabajo (porque quien no hace nada nunca se equivoca), y entonces lo encasillamos. Es el feo, el feo de una película donde hay buenos y malos y el resto son feos. Feo porque sólo se le ve cuando se equivoca. Éste sí es EL FEO, porque, desgraciadamente el resto están demasiado preocupados de ser buenos o malos y por tanto no son capaces de apreciar lo bello que es ese feo.

«El bueno» es «el malo», «el feo» no es feo y «el malo» es «el bueno»



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