Este texto es un fragmento de

El último mono

Javier Ródenas

Piensa una palabra.

La primera que te venga a la cabeza.

Sin pensar. Da igual el idioma. Te va a dar igual.

Drake ya sabe cuál es.

No te molestes en intentar engañarlo, cambiándola en el último segundo. No te engañes a ti mismo. El Amo de la Mente la escribió antes incluso de que tu cerebro la eligiera. Así funciona su magia. Ahora piensa en el salón de convenciones de un cinco estrellas gran lujo y en mil desconocidos. Figuración. En un banquete con cócteles aguados. Atrezo. Piensa en la inquietante silueta en levita negra del escenario. La estrella. Sus dedos de prestidigitador sacan un papel y anotan esa palabra. Ahora él mira a su público. Mil personas de carne y hueso ante filetes de plástico. Mira a cámara dos. Su audiencia. Diez millones de telespectadores ante el gran festín y la pequeña pantalla. Hoy son personas que se atragantan con uvas. Mañana serán un porcentaje de share. Tan fatuos como sus propósitos de año nuevo. Falso directo. Sucede hoy pero lo verán en Nochevieja. Tú no sembrarás las calles de buscapiés, truenos XXL, ruletas multicolor y tracas de cuarenta cobras. Tú estarás pegado a la tele, buscándote entre el público. Afuera olerá a frío y pólvora. Hoy huele al sudor agrio de los eléctricos. A tabaco. Huele a milagro. A la magia de la televisión. Piensa una palabra. Y por un instante, el Amo de la Mente se gira y te mira directamente a los ojos. Sí, a ti. Feliz 1995.

Tienes diez años. Tu mundo se pliega sobre sí mismo intramuros del chalet con piscina y un césped que crece sano y fuerte como tú en la zona residencial más exclusiva. Lo tienes todo y los Reyes Magos se adelantan este año. Papá y mamá te llevan de la mano a ver a tu ídolo en vivo. Desde la mesa en el rincón solo ves su cogote, pero lo importante es estar aquí. Grabarlo con tu videocámara de primera comunión. Eres lo bastante mayor para leer el cartel: “Prohibido grabar el espectáculo” y lo bastante pequeño para que a nadie le importe si lo respetas. Drake echa su pluma negra al bolsillo de su levita negra y el papel a un sobre que sella con saliva mágica. Señala a un tipo del público. Le pide que confirme que no se conocen y que señale a otra persona de la sala. Cualquiera. El tipo lo hace. El nuevo señala a otro. Y este, a otro. Se trata de convencerte de que no puede haber tantos compinches entre los invitados. Tú cruzas los dedos. Le pides a los Reyes que te señalen a ti. Te levantas para que te vean. Como en clase, cuando conoces la respuesta y te encaramas al pupitre con el dedo queriendo tocar el techo. Que te señalen a ti. Porfa, porfa, porfa. Hasta tienes la palabra. Hakunamatata. Pero el tipo que señaló la joven que señaló la señora que señaló el chico que señaló el señor que señaló el hombre que señaló Drake señala a una señorona que ríe emocionada bajo el cañón cenital que la sigue camino del escenario. Cámara tres la mira reír. “Veo una operación”, advierte Drake, y la risa se esfuma. Así funciona su magia. Alza el sobre y le pide que diga una palabra. Y la señorona, cegada de focos y emoción, dice una ordinariez. Lo sabes porque preguntas qué significa y tu padre te chista y tu madre chasca la lengua. Tu palabra era más bonita. Significa no te preocupes. Drake pregunta por qué esa palabra. Qué diría Freud. “O su marido, que es el caballero que la acompaña”. Abre el sobre, saca el papel, lo mira de reojo. Intenta convencerla para cambiar de palabra. No muy convencido. La señora se niega, desafiante. Él le da el papel y el gesto de ella se resquebraja. Así funciona su magia. Ella lo muestra a cámara tres. Su mano tiembla. Mil invitados ante sorbetes de fresa hechos de puré de patatas y colorante rosa leen asombrados esa palabra en la pantalla gigante que reproduce la señal en directo. “La vida es una ilusión. No se la tomen muy en serio”. Todos ovacionan el prodigio, menos tú.

Tú, que creías en magia y milagros y luces esa frase en tu camiseta y aún no sabes que a eso se llama catch phrase. Tú, que pensaste una palabra más bonita, desde la escorada mesa que tu padre pagó con pesetas y favores cuando supo que era la ilusión de tu vida, grabas con tu handycam lo único que ves: la espalda de tu ídolo. Zoom in al sobre que se abre. Para ser el primero en leer. El primero en aplaudir. Tu plano es un primer plano del papel. Sólo ves su pulgar. La palabra no está. Y su pulgar escribe esa palabra. Justo ahora. Ágil. Fulminante. Ante tus ojos. Justo después. Así funciona su magia. “¿Seguro que no quiere cambiar de palabra?” Imagina el resto. Piensa otra palabra. Desde el ángulo muerto que Drake prohibió a las cámaras, solo tú lo has visto. Se lo dices a mamá y te manda callar. “Ha hecho trampa”, le dices a papá, y te da un sopapo sin dejar de aplaudir. Ágil. Fulminante. Como la diminuta mina incrustada en la uña de su pulgar. Aún no sabes que eso se llama uñil ni que con ese mínimo ingenio que escribe sin levantar sospechas Drake se ha tallado un altar en el Olimpo del espectáculo. La mejilla te palpita de dolor e injusticia. Y te va a doler toda la vida. Ahora imagina que todos vieran lo que has visto. Ese señor acaba de ejecutar a los Reyes Magos. Piensa otra palabra. Le vas a odiar el resto de tu vida. Ahora piensa que envías tu cinta al programa de vídeos caseros de una cadena rival. Piensa diez millones de espectadores. Veinte por ciento de share. Imagínate en tu salón. Viendo tu propia grabación. Imagina el efecto de ese plano en la carrera del Amo de la Mente, y sonríe.

Tu nueva palabra es venganza.




Comprar

Recompensa
+ XP
Acumulas XP y estás en nivel
¡Gracias!