Este texto es un fragmento de

Haku

Emy Fernández-Luna Abellán

Ocurrió hace largo tiempo, en los primeros albores del mundo, cuando la más hermosa de las diosas se marchitaba en su palacio de Folkwang, derramando lágrimas de oro rojo por su marido ausente.
Freyja, hastiada de los largos períodos de ausencia de su amante, se enfundó en su valshamr, la capa de plumas de halcón que le permitía volar entre los mundos y se lanzó en su búsqueda. Recorrió los profundos valles, atravesó los áridos desiertos, penetró en las frondosas selvas….pero pese a sus denodados esfuerzos por hallar su paradero, el rumor de sus pasos se desvanecía en la niebla del tiempo.
Cuando estaba a punto de desistir de su empresa, llego a sus oídos, que una de las valquirias, la que se hacía llamar  Sigdrifa, se había encaprichado de él y con sutiles engaños había logrado confinarle en el Castillo de Vingolf, deleitándole con su belleza y dándole de beber hidromiel, para hechizar de ese modo sus sentidos y hacer languidecer su voluntad de alejarse de aquel laberíntico lugar.
Las valquirias  servían a un propósito mayor, pues cabalgaban sobre sus monturas de lobos salvajes buscando entre los despojos de los campos de batalla los restos de los guerreros fallecidos, elegían sólo a aquellos que habían demostrado su coraje y heroicismo en combate para transportarlos al Valhalla, donde se convertirían en einherjar, invencibles guerreros cuyo glorioso destino era combatir en la batalla del fin de los tiempos. La armadura de las valquirias  cuando conducían a los valerosos combatientes a su última morada despedía una luz extraña, que destellaba sobre los cielos septentrionales creando lo que los ancestros llamaban Luces del Norte.
Encolerizada ante la afrenta cometida por la joven princesa valquiria, cómo podía, una simple mortal,  osar privarla a ella, la más hermosa de entre las diosas, de la presencia de su idolatrado marido, sin temer enfrentarse a las nefastas consecuencias que había de conllevar tan deplorable ultraje. Ataviada con su valshamr, se presentó en el Castillo de Vingolf para cumplir con su infame propósito, pues con tan sólo un susurro de sus voluptuosos labios, la princesa Sigdrifa y las más hermosas doncellas del Reino fueron trasformadas en extraños seres, mitad mujeres y mitad anfibios, condenadas a habitar por siempre bajo las aguas. Para asegurarse de que nunca escaparan de su funesto destino, ordeno a la despiadada Hidra su celosa custodia, conminándola, a que cualquier desobediencia, sería castigada con la sumaria ejecución de quien se atreviese a transgredir sus caprichosos designios.
Sissel le miró intensamente, clavando sus fatigadas pupilas en la aniñada cara de Haku,  y con el amenazante índice casi rozando su angelical rostro, le advirtió.
-Guárdate de las sirenas, pues son criaturas crueles que emponzoñan el corazón de los hombres con sus dulces melodías, sabedoras, de que nunca podrán amarlas, y como penitencia por sus lujuriosos deseos conducen a los pobres infelices que las contemplan a un trágico final del que nadie ha regresado jamás.
-¡Pero madre! Todas las sirenas no son así. Replicó un disgustado Haku.
- Por las agujas de Glasir, no  se debe hablar  a la ligera de aquello que se desconoce. En este mundo hay misterios que nunca, ni tú ni yo alcanzaremos a comprender, pero de lo que no hay duda es de que los hombres estamos condenados a coexistir con temibles criaturas, que albergan oscuros propósitos y nos despedazarían a la menor ocasión, pues ansían algo que nunca podrán tener…Una brusca tos interrumpió el monólogo de Sissel, su irritada faringe se había colado en el discurso para convertirse en protagonista de un  punzante carraspeo.
-Toma un poco de agua madre, tal vez sería mejor que descansases un poco.
-Será mejor que ambos descansemos, con tanta cháchara se ha hecho ya muy tarde. Mañana hablaremos.
Al día siguiente, Haku estaba ávido por conocer más acerca de las sirenas, de las valquirias y de todos aquellos fantásticos seres que desataban su desbordante imaginación, y espero el momento propicio para intentar sonsacar de nuevo a Sissel.
La anciana se hallaba sentada en una plataforma algo elevada del suelo, sobre la que había colocado, a fin de  ablandarla, un gran saco de plumas de gallina. Allí, con el mortero entre las escuálidas piernas, se afanaba por machacar granos de cebada, que posteriormente mezclaría con agua, levadura y lúpulo, para obtener nabid, la bebida de cerveza más codiciada por aquellos lares.
Haku la abordó, fingiendo mostrar  interés por el delicado proceso de elaboración de la nabid, y cuando ella le hubo explicado con toda suma de detalles el arduo sistema para destilar el preciado líquido, la interrogó, planteándole lo que de veras  quería saber.
-A propósito madre, ayer no terminaste de contarme el final de la historia…
- ¿El final de la historia? Por las ocho patas de Sleipenir, eres un chiquillo insaciable. ¿Acaso no tuviste bastante con lo que escuchaste ayer?
-Pero madre, me dejasteis a medias, como queréis que no sienta algo de curiosidad después de la fabulosa historia que me disteis a conocer. Os lo suplico, contadme el final y ya no os pediré más otro relato semejante.
- Bien saben las dríades, que el único motivo de no embarullar tu mente con estas viejas historias ha sido el intentar proteger tu joven espíritu de los pérfidos espectros que corroen el corazón de los hombres, convirtiendo a los valerosos en pusilánimes, a los virtuosos en deshonestos, a los bondadosos en engreídos petulantes preocupados tan sólo por el peso de la bolsa en su casaca….
-Pero madre, no os entiendo, ¿Que tiene que ver todo esto con las sirenas, la Hidra…..? Sissel le interrumpió, en su ajado rostro parecía condensarse un indescriptible saber, un saber labrado por la experiencia de los años y la crudeza  de todos los acontecimientos que le habían tocado vivir.
-Aún eres muy joven, pero los designios de los hados ya han escrito sobre tu imberbe rostro las sendas que habrán de marcar tu destino, bien sabes que te he criado como si fueras de mi propia sangre, pero desde que te halle gimiendo desconsolado junto al cuerpo sin vida de tu joven madre, había de temer el día en que tu destino te fuera revelado y ansiases cumplir con tu inexorable sino. Por ello he tratado de evitarte fútiles conocimientos, salvo aquellos que habrían de valerte para subsistir en estos bosques, pero justo es ya que conteste a cuantas preguntas quieras hacerme.
-Entonces, os lo imploro madre, contadme el final de la historia, esto es lo que en verdad ansío saber. Sissel miró condescendientemente a Haku y comenzó a narrar.



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