Este texto es un fragmento de

La historia de amor más bonita jamás contada

Carol B. Resurrección

NOTA DE LA AUTORA

Hay historias que nacen para ser contadas. Otras simplemente nacen y se mueren antes de que nadie tenga siquiera tiempo de leer la primera línea. Hay historias que te cortan el aliento nada más comenzar a escucharlas o que te ponen los pelos de punta y te mantienen con la intriga desde el principio hasta el final. Algunas son sencillas, vienen y van, como la vida misma. Historias como la tuya, o como la mía, que se esconden en los cajones de tu casa mientras cogen polvo hasta que alguien se decide a hablar de ellas. Hay historias e historias pero todas, sin excepción, son únicas, tan únicas como su escritor y tan únicas como su lector. 

No sé qué clase de lectora (o lector) serás tú, pero yo puedo decirte qué clase de escritora soy. Poco constante. Imagino más que escribo. Sueño con el final de cuento de hadas en mi vida y en mis libros, aunque a veces prefiero quedarme en la comodidad que arriesgarme a perder lo que no tengo. Me dejo la piel en cada uno de los folios en blanco y desgasto las teclas del ordenador hasta que ya no las reconozco. Callo más que hablo por vergüenza o por miedo (o una combinación de ambas). 

Soy una de esas mujeres que pelea, que lucha con uñas y dientes por los que quiere, pero en silencio, en segundo plano, sin que nadie se dé cuenta. Observo, hablo por los ojos y no puedo contener la sonrisa en tardes de verano. Una escritora con historia sin personajes, o personajes sin historias. Una mujer que quiere darlo todo, que quiere amar hasta que duela, pero no sabe cómo. 

Quizás pienses que esta es mi historia, pero te estarás equivocando. Esta es una historia accidental de alguien que se levanta con el pelo alborotado una mañana de domingo, que olvida enviar correos, que sale de copas un viernes, o degusta una buena historia una tarde de lluvia y frío.

Esta es la historia de alguien que se levanta cada mañana para enfrentarse a esta «puta vida» o a esta «vida puta», según se mire. 

Es una historia de gente sencilla que te podrás encontrar un día cualquiera por la calle. 

Es una historia para devorar lenta y delicadamente. 

Esta, quizás, sea más tu historia que la mía.




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