ADIÓS SALVA. HOLA RAMÓN
Cuando salí a la calle de su portal llovía mucho, pero me daba igual, necesitaba tener la sensación de que el agua limpiaba mi cuerpo, pero sobre todo mi mente, mis sentimientos.
En esa noche lluviosa de principios de julio, me di cuenta que la decisión que acababa de tomar iba a cambiar definitivamente mi vida. Salva siempre sería importante para mí, pero ahora lo necesitaba lejos de mi cuerpo y de mi cabeza.
Caminé bajo la lluvia no sé durante cuánto tiempo, y sin darme cuenta mis pies me llevaron hacia nuestro parque, hacia nuestro banco. Empapada por la lluvia y con los ojos llenos de lágrimas me senté y me juré a mi misma que nadie, bajo ningún concepto, me haría sentir lo insignificante que me hacía sentir Salva. Le quería mucho, pero después de la discusión que acabábamos de tener, no me daba la gana sentirme como una mierda. Así que me sequé las lágrimas. Mi cara seguía empapada por la lluvia, pero mis ojos ya se habían cansado de llorar. Y sonreí diciéndome a mí misma en alto para oírme bien: —Carla, lucha por ser libre para decidir sobre tu vida, sin depender de nadie, sin tener que dar explicaciones y sobre todo no dejes que te corten las alas.
Y entonces algo en mi interior empezó a moverse. Sentí un cosquilleo en el estómago y por fin, después de mucho tiempo, me sentí libre, fuerte y poderosa haciéndole honor a mi nombre. Con ganas de ponerme el mundo por montera y comérmelo con patatas.
Miré la hora en el móvil y ¡joder, ya eran las tres de la madrugada! Había dejado de llover y me paré a disfrutar de ese momento: el olor a hierba mojada era posiblemente uno de los mejores olores del mundo, junto con el de pan recién tostado y café recién hecho, bueno y el de bebé recién nacido… si, todo «recién», todo nuevo, como mi nueva vida, que «recién» empezaba en ese momento.
Lo primero que hice al llegar a casa fue darme una duchita, eran casi las tres y media de la madrugada y Aurora, (Aury para mí) mi compañera de piso y mejor amiga, dormía.
Me sequé el pelo con la toalla, no quería usar el secador dadas las horas y me metí en la cama. Hacía calor, 26 grados, julio, Madrid… pero aún así me tapé un poco con la sábana. El tacto de la tela sobre mi piel me encantaba y sin ser consciente pensé en Salva. Supongo que por relacionar la caricia de la tela con sus caricias y no pude por menos que sonreír.
Noté como me dolía un poquito el corazón, pero no dejé que fuera a más. La sensación de libertad que sentía era más fuerte que el amor que aún le tenía y eso me gustó. Cerré los ojos y poco a poco me dejé mecer por los brazos de Morfeo.
Me desperté a las once de la mañana y oí trastear a Aury en la cocina. Es sábado y los fines de semana no trabaja. Ella es enfermera y entre semana no nos vemos, pero los findes, si no tenemos otros planes por separado, nos encanta pasar el día juntas. Y desayunar aún más, así que de un salto me levanté de la cama y fui a la cocina. Entraba un sol maravilloso por la ventana y eso hizo darme cuenta de que es verdad lo que dicen: «Después de la tempestad llega la calma».
Estaba pletórica y con millones de ganas de contarle a Aury todo lo que había pasado la noche anterior. Me miró al entrar en la cocina y claro, me lo notó:
—Buenos días monina. Estás radiante... ¿Qué pasa?, que ayer hubo «mambo»,¿¡ no!?!
—Pues te equivocas lista, lo que hubo fueron palabras, muchas y muy altas. Vamos que discutimos como siempre. Pero esta vez fue la última, ¡lo juro! —dije levantando mi mano derecha para darle más credibilidad a mis palabras. Aury me miró con gesto de… no te creo...
—. Si Aury, por fin he tomado LA DECISIÓN. He dejado a Salva —su cara era un poema.
—¿Tú estás segura Carla? Mira que luego no quiero llantos y arrepentimientos y eso de «Ay, Aury que le quiero más que a mi vida y no puedo vivir sin él» y bla, bla, bla…
—De verdad que le he dejado para siempre Aury, se acabó Salva en mi vida. Me he dado cuenta de que Salva para mi es tóxico, es muy buena persona, pero no es para mi. Así que se acabó. Salva es historia.
—Te veo muy convencida y eso me gusta, bueno y me asusta, porque te conozco y sé que toda esa energía con la que te has levantado después del broncón de ayer, significa algo..., y eso, querida mía, me da miedo.
La miré a los ojos y pensé para mis adentros “¡que jodía la tía, como me conoce!”.
—Pues si Aurora, ha llegado el momento de tomar las riendas de mi vida. Voy a luchar por mi sueño y ser feliz de una vez por todas.
—¡¿Vas a aceptar el trabajo de fotógrafa?! —me dijo chillando.
—Definitivamente sí —me sorprendí a mi misma diciéndolo en voz alta, pues llevaba tiempo dándole vueltas al tema y ni siquiera estando sola, me había atrevido a decirlo en alto.
Pero sí, iba a aceptar el trabajo de fotógrafa en la revista. Estaba muy bien pagado y así podría disfrutar de mis dos grandes pasiones: la fotografía y viajar.
—¡Tía, eso está de puta madre! Joder me encantaría ir contigo Carly (así me llama a veces), aunque solo fuera para llevarte los objetivos. Pero claro, no puedo dejar el hospital así de la mañana a la noche, mi jefa me mataría. Y a ti te pagarán todo, los viajes, las dietas, y yo con mi sueldo de mierda no pagaría ni el taxi al aeropuerto. Y, además, sería una carga para ti, porque yo no tengo ni idea de fotos, ni de cámaras, ni de objetivos, ni de nada. Vamos que no puede ser…..
Ojiplática, miraba a mi amiga mientras se paseaba por la cocina de arriba a abajo, e iba soltando la retahíla de palabras sin parar ni para respirar, y cuando paró y cerró la boca nos miramos y soltamos las dos una carcajada que se nos escuchó en la otra punta de la ciudad sin ninguna duda.
Nos abrazamos llorando de la risa y de los nervios, yo por el paso que iba a dar y Aury por que ella es feliz con todo lo bueno que me pase.
Es así de maravillosa.
Pasamos el resto de la mañana en la cocina, bañadas por el sol que entraba por la ventana y disfrutando del café, mientras le contaba mi súper bronca con Salva.
Desahogarme con Aury es tranquilizador.
Ella por una parte, tiene una incontinencia verbal desmesurada, pero en el momento que conecta el modo “amiga que escucha”, es la mejor oyente que hay en el mundo, porque lo hace de corazón y yo me desahogo hasta quedarme seca.
Enlazamos el desayuno con la comida y mientras nos tomábamos el cafetito de sobremesa, decidimos que lo mejor para pasar una tarde de sábado a 40º en Madrid, era irnos de compras a un centro comercial, y después a cenar por ahí.
Como aún tenía en mi cuenta bancaria el finiquito de mi último curro, me pareció una idea cojonuda gastármelo con mi mejor amiga y celebrar así el primer día del resto de mi vida.
O el que yo pensaba que era el primero…
Después de las compras nos fuimos a casa, había que ponerse guapas y estrenar la ropita nueva. Sobre las diez de la noche, salimos de casa subidas al tacón, con el labio pintado de rojo y con ganas de pasarlo genial.
Físicamente, Aurora y yo somos bastante parecidas. No somos tías súper altas, pero para la edad que tenemos, Aurora 32 y yo 34, estamos bien . Medimos 1,70 m . Yo soy morena con pelo largo abundante y ondulado y los ojos azules y Aury es morena con pelo largo y muy liso y con ojos negros.
También usamos más o menos la misma talla, depende de la marca, pero estamos entre la 40/42. Y esto para dos amigas es una ventaja cojonuda, porque multiplica por mil la posibilidad de ponernos una, la ropa de la otra.
Hacía una noche maravillosa y fuimos dando un paseo hasta uno de nuestros restaurantes favoritos de Madrid, La Musa Malasaña.
Estábamos mirando las cartas, yo la de comer y Aury la de vinos (como no), cuando un grupo de amigos sentados en la mesa que tenía frente a mi, se echaron a reír muy alto. Miré hacia ellos atraída por las risas y crucé sin querer la mirada con uno de los chicos. ¡Madre mía del amor hermoso, que vuelco me dio el corazón! Creo que son los ojos más azules que he visto en mi vida.
Cuando reaccioné y me di cuenta de que él también había clavado sus ojos en los míos, baje la mirada y un calor recorrió todo mi cuerpo, desde la cabeza hasta la uña del dedo meñique de mis pies.
—Carla, ¿qué te pasa por Dios? —me dijo Aury sonriendo —estás colorada como un tomate. Ella al estar de espaldas a la mesa del grupo no se había fijado en ellos.
—Nada, nada… —le dije aun mirando al suelo.
—Carly monina, que te conozco como si te hubiera parido, ¿a quién has visto? —se giró descaradamente e hizo un barrido por todo el local buscando al “culpable” de mi comportamiento.
—¡Aury por tu madre no seas tan descarada! —le dije entre nerviosa y divertida. Ella se topó con los ojos azules que me habían hecho acalorar de esa manera, y girándose hacia mí dijo —¡pero, tía, tú eres un pendón «desorejao' ! —y nos echamos a reír como dos colegialas.
— Aury, no sé que me ha pasado, pero nos hemos mirado a los ojos y me he puesto nerviosa nivel Dios. ¡Joder que me tiemblan hasta las pestañas!
—¡Se llama flechazo cariño!
—Pero qué dices, ¡¡¡si no hace ni 24h que he dejado a Salva!!! No puede ser un flechazo.
—Carly cariño, tú hace mucho tiempo que ya no sentías nada especial por Salva. Tu relación con él se había vuelto cómoda. Después de cuatro años juntos, os conocíais con los ojos cerrados, lo sabíais todo el uno del otro y era cariño lo que había entre los dos. Pero nada más. Es verdad que os habéis querido mucho, pero eso pertenece al pasado. Para ti ha sido una liberación dejarlo, porque como en todo lo que haces, pones más corazón que cabeza. Y en el momento que tu corazón ha decidido que no quiere seguir amando a Salva, se ha liberado de sus cadenas y al estar libre, está con ansias de amar, hija mía. Y como tienes el radar del amor a tope de cobertura, se te han cruzado unos ojazos azules y ¡zas! ha saltado cupido y ha hecho su trabajo. ¿Comprendes monina?
—Puf, que calor tengo ahora mismo. Claro que te comprendo Aury, pero yo no quiero ahora nada con nadie.
—Eh, nena, ¿quién te está diciendo que te cases con ese morenazo de ojos azules? Porque yo no. Solo te digo que estás libre para hacer lo que quieras. Se puede controlar un acto, pero nunca un sentimiento.
—Bueno, vamos a pedir un vinito que tengo la boca seca. A ver si se me quita un poco el calentón.
—Perfecto, yo elijo —y mientras ella miraba la carta de vinos, yo fui desviando la mirada hacia él muy lentamente.
Y ahí estaba, con sus ojos azules por bandera. Llevaba una camisa azul clarito, que aún ensalzaba más su piel morena.
Su cabello moreno, mojado y perfectamente despeinado, le hacía ser casi un Dios. Estaba hablando animadamente con un chico sentado frente a él y sonreía asintiendo con la cabeza mientras él otro chico le contestaba. Cogió su copa de vino y de repente me miró.
Dios, creí que me desmayaba ahí mismo.
Y sin esperarlo, inclinó su copa levemente hacia mí, sonrió igual de leve y bebió un sorbo, todo sin dejar de mirarme a los ojos. Yo como aún no tenía nada en mi copa, solo pude sonreír levemente, igual que él. Le aguanté la mirada dos segundos más y él volvió a mirar a su amigo sin dejar de sonreír .
Me dejó tan descolocada que no escuché a Aurora decirme, casi a grito pelao', que si me parecía bien que pidiéramos una botellita de Luna Lunera.
—Ehh... Sí claro, sabes que me encanta ese vinito blanco.
La cena fue divertida. No paramos de reírnos imaginando las mil y una locuras que haríamos juntas si Aury se viniera de viaje conmigo a fotografiar el mundo. Sería genial la verdad.
Durante la cena miré un par de veces hacia su mesa y siempre le pillaba sonriendo.
—¡¡Que guapo es, joder!! —me decía a mi misma por lo bajinis.
Cuando acabamos de cenar, decidimos ir a tomar una copa a algún sitio tranquilo. La época de irnos a bailar hasta las tantas ya había pasado, pero tampoco queríamos irnos a casa.
Eran las doce y cuarto cuando nos levantamos de la mesa. Justo al llegar a la puerta, antes de salir del restaurante le miré de reojo y ahí estaban sus ojazos azules mirándome.
—Joder, joder, joder —murmuré.
Y mientras él ponía cara de que le gustaba lo que estaba mirando, alguien le llamó por su nombre.
—Ramón ¿pedimos otras dos botellas de vino?.
Él sonrió y sin dejar de mirarme dijo —claro, la vida es bella.
El domingo fue un día tranquilo, nos acostamos a las tantas, así que nuestro desayuno fue la comida. Una ensalada de «pon de todo lo que haya por la nevera» y helado de vainilla fue lo que comimos. Un par de pelis y unas palomitas a media tarde completaron el resto del día. Nos dimos las buenas noches con un abrazo de los nuestros, de esos eternos y en silencio.
—Te quiero monina. —me dijo Aurora bajito.
—Y yo a ti petarda. —le contesté, y cada una nos fuimos a nuestra habitación.
Tumbada en la cama escuchando en Spotify una playlist de los Dire Straits, se me vino a la cabeza Ramón. —Joder con Ramón, qué tío más guapo. Qué ojazos y qué sonrisa de anuncio. ¡Bah! pero seguro que es un creído que sabe que es muy guapo y es insoportable.
Aunque, para un «aquí te pillo aquí te mato» ¡es perfecto! Bueno, deja de pensar en guarradas, que luego te pones cachonda y necesitas estar descansada para mañana. Ya has decidido aceptar el trabajo de fotógrafa. Muy bien, pero tendrás que llamar a Estela para decirle que al final aceptas el curro, concretar las condiciones… en fin, todas esas cosas importantes para el trabajo —. Cuando me di cuenta que estaba hablando en alto yo sola me eché a reír —. ¡Tía, estás como una puta cabra! ¡Venga a dormir que mañana es un día importante!
Apague la luz, pero no la música, me gusta dormir con música de fondo. Con Salva no podía hacerlo nunca. Él lo odiaba y en ese momento me juré a mi misma que nunca dejaría de hacer lo que realmente me gusta y me hace feliz. Y sin querer, o queriendo no lo sé muy bien, me quedé dormida pensando en Ramón y en sus preciosos ojos azules.