¿QUIÉN ME QUIERE INCOMPRENDIDO?
Quién me quiere incomprendido
bestia suelta, soy cobarde,
soy valiente.
Hay otra cosa que no vale:
tiene tus ojos, tu caída de párpados,
me encuentra lejos
no me encuentra
tiene mis ojos, la bestia
se esconde, se ultramunda,
tiene espejos, cama y ojos,
ojos grandes enfermos.
“Quien me quiera me querrá”,
lo dijo una señora,
lo dijo mi madre medio tiesa.
Tengo arañas en la boca,
tengo miedo a las arañas,
a los muros, los golpes, las cercas,
mi membrana.
“Corre, corre, te querrá
quien tu menos quieras”.
Abajo la compasión, el ánimo,
la palmada;
no existe la palabra pena
solo sangre, sangre y sangre…
¿Quién te querrá que no te quiera?
ANTES DE QUE HABLEMOS
Antes de que hablemos en un bar,
o cuando me presentan a esa parte de ti que pretende ser amable,
yo ya he muerto 20 veces.
En el tiempo que va desde el primer contacto visual hasta el primer beso
ya he visto como recorrías mi cadáver con las yemas de tus dedos
y ya he sentido el calor de tus palabras
y no estoy muerto.
Mucho antes de que nos presenten,
antes incluso de establecer el primer contacto visual;
o en el momento en que nuestras manos se cruzan por vez primera
yo ya he muerto 20 veces
y apenas se me nota -tal vez el ojo levemente más azul
o el aire más frío entre los brazos-.
El micrófono está cerca: me dispongo a cantar.
Mucho antes de que nos presenten yo ya he muerto 20 veces.
Vengo de una era glacial que cambia de nombre, temperatura y forma.
El micrófono se acerca y me dispongo a cantar.
Leo la letra pequeña antes de que se muera
y tú intentas leer en mis ojos que de por sí se diluyen.
Que una cicatriz una tus ojos con mi deshielo
es una circunstancia que al aire le importa poco.
La muerte no es triste pues nos permite ser miles.
Justo antes de abrir la boca, de tensar el hilo que nos una,
ya puedo ver mi cadáver entre miles de dedos.
El público grita.
Empiezo.
NO SÉ SI SABES…
No sé si sabes… mamá, que papá se olvido de ir a su funeral porque se perdió en el agujero negro de su chaqueta… me han dicho, también, que a las células, si están alteradas, es mejor no molestarlas… ¿Sabes?, ayer me corté en el baño, pero he aprendido a respirar y ya no me ahogo en mi submundo… ¿te acuerdas de cuando me dijiste que habías visto al fantasma de mi padre por la calle? Era yo… Te quiero agradecer que no hayas extinguido la vida de tus hijos para encender la tuya… Recuerdo cuando te pinchabas los dedos cosiendo vestidos que odiabas: con el tiempo aprendiste a tejer una red que nos protegiese… También me acuerdo del día en el que la Muerte llamó a nuestra puerta: la vida se oscureció tanto que el miedo parecía una broma… Ah, una última cosa… si miras al cielo, uno de estos días, es posible que veas a dos amantes formar un trapecio, van en busca de su esplendor, les oirás cantar algo así como:
Uno dos…
Uno dos…
Uno dos…