Celia Rico escribe desde su seudónimo: Octavia Blume. Aquí es donde se siente cómoda como escritora, no porque quiera ocultarse en un nombre falso (que así es como la RAE define la palabra seudónimo), sino porque el acto de escribir le resulta tan íntimo que prefiere alejarlo de los ruidos de su vida cotidiana.

Lo que ocurre luego, cuando Celia se sienta al ordenador y se transforma en Octavia, es impredecible. Puede estar un rato revisando las notas que ha recogido esa misma mañana en uno de sus cuadernos (su vida está llena de cuadernos) o igual vuelve a escuchar en su cabeza la conversación que «robó» hace unos días a unas señoras en la cola del supermercado; es posible, también, que se quede ensimismada imaginando alguna historia mientras mira las fotos y los dibujos que cuelgan de la pared de su estudio. Al cabo, Octavia escribe. Y cuenta las cosas de la vida cotidiana, de las personas normales, con sus preocupaciones de todos los días. A veces, incluso, habla del olor de la hierbabuena que hay en su jardín. Octavia también se ríe y traslada su optimismo a los personajes de sus relatos.

Ahora, con Los tres veranos de Úrsula, su primera novela, Octavia quiere probarse a sí misma y ver si puede dejar de ser «una escritora en prácticas».

Sobre la pregunta que siempre está en la cabeza de los lectores acerca de cuánto de la novela es autobiográfico, Octavia responde de manera simple y honesta: «sí, todo, absolutamente todo lo que cuento es cierto».