Tengo 53 años, llegué a Madrid con 17 porque alguien me dijo que era el camino más recto hacia el cielo, jaja. Para ser sincero, vine a Madrid huyendo de la miseria que en aquel tiempo proponía mi situación familiarsocioeconómica (me acabo de inventar la palabreja esta) en un pueblo pequeñito de Extremadura. Fue la predestinación, sino que alguien me explique porqué un niño de 12 años, atendiendo a su desesperación, pidió tres deseos mirando al cielo, y se cumplieron. Y desde entonces mi vida ha sido muy ajetreada; estudié, ocupé posiciones de responsabilidad y jerarquía en diferentes multinacionales, hasta que caí en la cuenta que me corroían el alma y decidí vivir una nueva vida, sin viajes, sin aviones, sin hoteles, sin cenas de negocios, sin la necesidad de demostrar cada día la eficiencia, sin vanidad, sin orgullo, sin soberbia, sin egoísmo. Y desde hace tres años hago cosas que me gustan, vivo dependiendo del éxito diario, que a veces es exiguo, pero me reconforta saber, que este tipo que soy ahora, se parece más a mí. Continúo estudiando y escribiendo por afición, fui, según dicen las malas lenguas, un buen jugador de fútbol, y soy, eso lo digo yo, jaja, un jugador de ajedrez a tener en cuenta.