Soy periodista porque nunca he querido ser otra cosa. Sí, pertenezco a ese grupo de afortunados que siempre han tenido claro lo que quería hacer en la vida. Desde que tengo memoria y, lo que es más importante, desde que tienen memoria los que me quieren, siempre he sabido que quería ser periodista. Soy una drogadicta del periodismo, nunca he pretendido ser otra cosa y mucho menos desintoxicarme.
Pasé por la facultad de Ciencias de la Información sin pena ni gloria, incluso repetí un año. No me seducía lo que veíamos, para mí el periodismo siempre ha sido saber contar historias y yo en clase tuve la sensación que estaba haciendo COU seis veces (le eché uno más).
En aquellos años, en plena década de los años 80, prefería alimentar mi alma leyendo y gastándome el ‘chequetren’ que me pagaba mi madre en viajes Pamplona-Madrid, no me perdía un concierto de mis adorados poperos, una exposición o cualquier cosas que me alimentara más que saber que la ‘Gazzette de Renaudot’ se fundó en Francia en 1631… Ahí lo dejo.
Tocada por la varita de la suerte, acabe la carrera en una época que había pocas facultades de Comunicación y una gran apertura de medios. Así que a mis 25 recién cumplidos entré en El Mundo y entre sus paredes he pasado la mitad de mi vida. Allí aprendí que me encantan los retos y que lo que más me seduce es poner en marcha nuevos proyectos. Lo admito, soy una yonkie de profesión. Pero a ver, ¿quién tiene la suerte de pasar 24 años trabajando en lo que más le gusta en este mundo: la cultura y la comunicación? Soy una privilegiada, mi trabajo ha sido siempre mi pasión. Actualmente formo parte de la redacción de El Independiente.