Y, de repente... nada
Enviada el 28 ago 2021, 16:56h
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Empecé el día en la oficina con un café. Le traía otro a Samara. Una lámina de madera fina nos separaba y me gustaba mirarla por encima. Ella se reía de mis muecas mientras se iluminaban sus ojos aguamarina. Pero aquella mañana el café acabó…
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