El señor de las cenizas yace en un cuenco en llamas, donde poco a poco su cuerpo se hace uno con el éter y el azufre del ambiente. Su cara se encuentra perpleja, contemplando como su vida se extingue como si de una vela se hablase.

Todo va bien, parecía imposible que el esfuerzo diese sus frutos.La celebración se hundía en el humo desde hace años,la inestabilidad cotidiana se refugiaba en los amarillentos dedos de la suerte,con uñas mordidas, dejaba que las manos negras…

— La ilustración muestra las dos versiones de una misma persona interactuando entre ellas con las cenizas como elemento narrativo.

 

La danza de la pequeña llamarada reflectó su rumbo en cenizas. En virtud de ello, la vehemencia que irradiaba el ígneo y afable ademán disipó gradualmente su esplendor desfalleciendo hasta reducirse en polvo grisáceo al fin de las batallas.Su…