La identidad sólo es posible dentro de la contradicción: cada pareja de contrarios se necesita mutuamente. No hay noche sin día, vida sin muerte, bueno sin malo. Yo creo que las cosas existen y forman una unidad, precisamente porque son múltiples y constituidas por contrarios. Para que os hagáis una idea, Yo mismo no sería el que soy si no fuese producto de un cambio constante de infancia a vejez. La propia vida es cambio porque es un morir continuo. Por eso, en todas las cosas actúan unas fuerzas que están en constante tensión y que buscan un cambio de estado: visto así, la noche lucha para ser noche y el día para ser día. La muerte por serlo y la vida por ser ella misma. 

Pero lo que verdaderamente importa es, entender, que este cambio de planteamiento aportó a los griegos un nuevo esquema de creencias y una nueva forma de interpretar la existencia del hombre.

El hombre de aquella Grecia se enfrentaba a dos problemas: por un lado, el de superar los planteamientos míticos utilizando la racionalidad (la lógica, el estudio de los fenómenos de la naturaleza) y, por otro, el de saber imponer su pensamiento autóctono frente a la invasión de nuevas ideas adoptadas por sus contactos con otras culturas.

Por ese motivo surgieron dos corrientes de pensamiento totalmente opuestas. Los herederos de la tradición autóctona[1], y los de la tradición Oriental[2].

[1] La Escuela de Mileto  (Los naturalistas o Filósofos de la Physis)

[2] Las comunidades Pitagóricas.

Hace muchos años, antes del nacimiento de Jesús, existió una civilización, la Griega, a la que se le debe mucho en occidente porque forma parte de sus orígenes. Las cosas no siempre han sido tal y como las entendemos hoy en día.  No ha existido desde siempre la luz eléctrica, ni la televisión, ni los coches ni los móviles.  Todo lo que conocéis hoy es producto de una evolución, más o menos acertada, desde la cual os podéis reconocer cultural y socialmente. Mirar hacia atrás nos ayuda a entender quienes somos.