Pero lo que verdaderamente importa es, entender, que este cambio de planteamiento aportó a los griegos un nuevo esquema de creencias y una nueva forma de interpretar la existencia del hombre.
El hombre de aquella Grecia se enfrentaba a dos problemas: por un lado, el de superar los planteamientos míticos utilizando la racionalidad (la lógica, el estudio de los fenómenos de la naturaleza) y, por otro, el de saber imponer su pensamiento autóctono frente a la invasión de nuevas ideas adoptadas por sus contactos con otras culturas.
Por ese motivo surgieron dos corrientes de pensamiento totalmente opuestas. Los herederos de la tradición autóctona[1], y los de la tradición Oriental[2].
En el siglo VI antes de Cristo, Mileto era una de las ciudades más prósperas de la Costa Mediterránea. Necesitaban entender las cosas mediante un criterio racional puesto que los esquemas míticos no explicaban satisfactoriamente los porqués de los procesos de la naturaleza. Buscaban las causas de los fenómenos: buscaban el origen. Y su búsqueda se nutría de la pura observación.
A partir de ellos, la naturaleza, deja de ser caprichosa para tener un sentido. Se entiende que las estaciones se siguen unas a otras, que si se planta una semilla ésta luego crece,… La naturaleza sigue un orden porque, simplemente, no es caótica. No es fruto del azar.
[1] La Escuela de Mileto (Los naturalistas o Filósofos de la Physis)
[2] Las comunidades Pitagóricas.