Estimado lector, estás a punto de disfrutar una novela de Fantasía a la antigua usanza.
Hoy día el Género Fantástico parece escorarse hacia un realismo exacerbado en el que se nos muestra —en ocasiones con cierto exhibicionismo— lo más sucio y bajo del ser humano, su mezquindad, su egoísmo y sus traiciones rastreras, con abundancia de escenas escatológicas de sangre y crueldad, todo ello aderezado con pinceladas de sexo mórbido y salpimentado con tacos y palabras malsonantes. En este panorama, donde el propio elemento sobrenatural pierde peso frente a los hechos sociopolíticos —casi como en una novela histórica— y en el cual parece que no existan el Bien ni el Mal, o, de existir, los buenos acaban vejados y asesinados y los malos obtienen la ganancia… En este contexto, digo, encontrarse con una novela como El despertar de la leyenda, de Sergio Araujo Cruz, es como hallar un oasis en un desierto sin duda atractivo, pero también severo y árido.
Porque, como ya dije, aquí tenemos una novela a la vieja usanza, con los atributos que hicieron grande a lo que algunos llamaron Alta Fantasía o Fantasía Épica: la búsqueda y el crecimiento del héroe que desea salvar el mundo de las sombras que lo amenazan, las espadas hechizadas, el valor, la nobleza, la amistad, la belleza de los bosques y las montañas, la lucha entre el Bien y el Mal claramente definidos, el viaje, la aventura, el sentido de maravilla al descubrir criaturas mágicas y fantásticas, las batallas épicas, los dragones que duermen bajo la tierra y que emergen para arrasarlo todo con sus lenguas de fuego… Esta es una novela escrita a la sombra fresca y amable del maestro Tolkien, hay mucho de él en ella, pero también hay mucho del propio autor, Sergio Araujo, que le da su propio toque diferencial y la saca del molde para que la narración tenga cuerpo y personalidad propios.
Uno de los grandes atractivos es el amor que nos muestra el autor por la naturaleza: los ríos majestuosos, los bosques y sus diferentes árboles, cada uno con su propio carácter, las trochas y veredas, las montañas majestuosas, las praderas salpicadas de flores y las cavernas profundas. Las descripciones de estos parajes, lejos de aburrir o cansar, son un acicate para seguir adelante con la lectura. Otro atractivo es el sentido del humor fino e irónico —el sentido del humor por desgracia parece algo casi perdido en el propio Género Fantástico, demasiado pesado y trágico e incapaz de reírse un poco de sí mismo—. Sergio Araujo inserta en el flujo de los hechos dichos populares, chascarrillos y expresiones campechanas, así como acertijos y adivinanzas. La novela tiene un aire de cuento o leyenda antigua, como si la narrase un bardo en la corte de un rey, un abuelo a su nieto o un paisano a sus amigos en una taberna, y por tanto no pretende ser por completo cruda y realista, aunque sí resulta verosímil dentro de su propia estructura de narración popular. Pero lo anterior no impide la épica, las luchas, la acción y la batalla y una sana carga de dramatismo. Y por supuesto, la magia.
Uno de los puntos fuertes es la utilización de seres mitológicos de la cornisa cantábrica española. Nuestros héroes tendrán que vérselas con guajonas, musgosus, nuberus, ojáncanos, cúlebres o ijanas. De este modo el lector se introduce con facilidad y comodidad en un entorno estético muy concreto y lleno de encanto.
Esta es una novela ambiciosa, como toda obra que se precie de Fantasía Épica. El mundo que nos presenta se va desenrollando como una alfombra y poco a poco nos va mostrando su complejidad. Es una obra escrita con un estilo rico y minucioso, sin prisa ni pausa. Es una novela de corte clásico que gustará a todos los que disfrutan de una buena narración de aventuras, magia y épica.
Damas y caballeros, prepárense para recorrer los caminos de los diferentes reinos y lleven cuidado con los hechizos de las guajonas y el aliento flamígero de los cúlebres.
Andrés Díaz Sánchez