Tenemos lista la primera corrección de El ocaso de la esperanza. Ahora, el texto pasará a la cola de maquetación para que nuestro compañero Álvaro dé forma a los textos y haga la lectura más llevadera.

Mientras tanto, te invitamos a que des una vuelta por las últimas campañas que hemos lanzado.

-Oye Fran, ¿a qué acontecimientos tendremos que esperar?, ¿a qué dificultad te referías? –le preguntó Mar mientras depositaba la cubitera en una mesita, al lado del sillón.
-Bueno, es fácil de imaginar. Nuestra prioridad es ganar pasta. Grabo un disco y gano pasta. Si no hay pasta no hay más discos. Si el disco se vende, que se va a vender, ganaremos pasta y entonces habrá otro disco y otra gira, por contrato. A partir de ahí, puede hacer lo que quiera. Es la única manera de que grabe en solitario, ¿tampoco es tanto sacrificio, no?
-No lo sé, pero lo explicas con una frialdad inquietante. ¿Y si no quiere?
-No te preocupes, una vez que entre en el mundillo todo será más fácil. ¿Es aquí donde Ruth compone su música?
-Sí, casi siempre al piano y la ayuda de un pequeño teclado. Alguna vez utiliza el bajo y la guitarra e incluso el chelo. Yo disfruto escuchando su voz cuando, a veces, me pide que la acompañe o que le ayude cuando no encuentra la armonía. Son momentos especiales, ha heredado lo mejor de su padre y de su abuelo, pero tiene un don exclusivo, no sé como explicarlo, es escuchar su voz y sentirla tan dentro –dijo cerrando los ojos y llevando su mano al pecho.
-Eso, querida mía, se llama belleza, algo que nos hace sentir amor y deleite y es especial por escaso. Y ya sabes de quien lo ha heredado –dijo Paloma.

-Mira, Ruth, a ver si logro explicarme. La música está ahí, millones de combinaciones de notas y tiempos y cientos de maneras de interpretarlos, esperando que alguien los descubra. Nosotros solo somos meros autores o intérpretes de una, varias o muchas de esas combinaciones, pero lo más importante de todo es que la sientas, que la vivas; no que te sirva, ni servirte de ella porque entonces te habrás alejado totalmente de su filosofía. Debes estar a gusto contigo misma, buscar esa fortaleza que te haga sobrellevar los malos momentos y esa humildad que te proteja de la euforia de los buenos. Me hace mucha gracia esa gente que dice que es feliz, ¡como si ser feliz fuera una forma de ser! La felicidad no es la meta, es el camino y necesitamos de todas las sensaciones que la vida nos procura para encontrarlo. 
-Ojalá fueras mi padre –musitó Ruth casi imperceptiblemente. 
-No digas eso ni en broma.
 

Todo esto lo sabía Paloma por Sole, que la conoció en uno de los pisos de acogida que la fundación tenía en la ciudad. Con la experiencia, Sole adquirió el don de intuir el miedo en la mirada de esas mujeres, ese poso que queda tatuado en el subconsciente, inapelable, eterno, confidencial. Era también experta en abrirles el alma. Eran incontables las mujeres que habían depositado esos miedos en su hombro, relatos inimaginables, hechos de una crueldad extrema, insoportables, inhumanos. Con Luisa le costó, su afán era trabajar para sacar adelante a sus hijos, impenetrable y muy reservada, guardaba bajo cuatro llaves esos recuerdos.
 
Un año después, en una visita rutinaria, Sole al fin lo logró. La escuchó durante una hora, una hora interminable, humillante para Luisa, algo normal en las víctimas de violencia machista, porque el miedo subsiste y de alguna manera, oculta cierto sentimiento de culpabilidad.  Después llega el llanto, amargo y vivificante a la vez. Sole lo incentivaba para acentuarles la autoestima, rehabilitarles la dignidad, elogiar su fuerza vital y, sobre todo, recuperar su feminidad, absolutamente aplastada por sus verdugos.

El dj engarzaba los temas con maestría. Budos Band, The New Mastersound, Brand New Heavies, The Haggis Horns, The Sweet Vandals, Speedometer y muchas más bandas sonaban una detrás de otra. Mar bailaba sin parar, el funk le volvía loca. La pista era pequeña y recordaba a esas de los 80 con un sonido espectacular. La cabina del dj, casi en el techo, dominaba la pista. Mar echó un ojo, tenía curiosidad. Es buenísimo, cuánto le tiene que gustar esta música, pensaba casi con admiración. Al primer vistazo lo reconoció, quedándose paralizada.

En la mesa comentaban sobre Mar, Sole estaba impresionada y a Silvia todavía le duraba el hechizo.

-Venga, animaos, vamos a bailar un poco –les dijo Silvia cogiéndoles las manos.

Paloma se levantó mirando a la pista de baile -¿qué le pasa a Mar?, está quieta, como una estatua y, ¿qué está mirando?- Sole y Silvia giraron la vista, Mar les devolvió la mirada y regresó junto a ellas.

-¿Qué te pasa?, parece que hayas visto la luz –le dijo Paloma a su regreso.

Mar seguía obnubilada, se mordía el labio inferior mientras su mirada se perdía en un recuerdo imborrable. Paloma le volvió a preguntar, esta vez zarandeándole el hombro.

-Es Javier, el dj es Javier –contestó casi sin darse cuenta.

-Vale, ¿y se puede saber quién es Javier? –le preguntó Paloma impaciente.

Mar le miró pensando la respuesta y en si realmente debería responder, eran tantos años guardando ese secreto en sus entrañas, era tan suyo, tan hondo su vestigio.

-Está bien, os diré quien es, aunque no se si debo. Cuando os lo explique, comprenderéis lo que me pasa.