Quedan 5 días para terminar la campaña de Marcos Ripalda y necesitamos a 15 mecenas más con ganas de leer narrativa breve de la buena. La que hace Marcos, como viene demostrando ya hace unos años.

Buena muestra de ello es su primer libro de microcuentos De subir a la montaña. Marcos os lo quiere regalar como detalle a los mecenas, y a los que aún no lo sois como gancho para que decidáis apoyar su libro.

De subir a la montaña me canso fue el primer libro de microrrelatos que escribió Marcos Ripalda. Los 93 microcuentos que contiene este librito fueron escritos entre julio y septiembre de 2011. A partir de este primer libro, surgio el blog de cuentos ilustrados del mismo título (http://blogs.hoy.es/marcosripalda), en el que fraguó su amistad con la ilustradora Carmura Lenteja.

En De subir a la montaña me canso reconocemos el estilo tan característico de Marcos en el que la ironía y el humor predominan, aunque hay relatos bien tristes, más que nada para que el lector perciba curvas, desvíos y hasta atajos de quita y pon.

Ayúdanos a difundir el proyecto de Marcos compartiendo este enlace: https://libros.com/crowdfunding/nada-podria-evitarlo/

¡Muchas gracias!

El libro de cuentos "Nada podría evitarlo" ha conseguido bastantes apoyos, pero aún no es suficiente para hacerlo realidad. Por esta razón, he decidido incluir un relato extra (más su ilustración correspondiente realizada por Carmura Lenteja) para que os animéis a colaborar y le deis la máxima difusión posible.

Os agradecemos tanto Carmura Lenteja como yo, el apoyo recibido hasta ahora. Sois unos mecenas fantásticos.

Y para animar a los indecisos y a los que aún no se han enterado, os dejamos un extracto de uno de los cuentos y una ilustración chachi.

Fragmento del cuento "El idiota", incluido en el libro de cuentos "Nada podría evitarlo"

—Idiota.
El idiota toma la libreta y se pone a dibujar un corazón de oro. Eso piensa, un corazón de oro. El idiota tiene un gran corazón, aunque ese corazón no es de oro. El idiota sabe que lo habrían rajado si fuera así. Primero le habrían partido las costillas y luego le habrían arrancado su corazón de oro. El idiota es idiota, sí, pero no estúpido.
—Oye, idiota.
El idiota se vuelve, tiene una cara agradable, sonríe.
—¿Viste a Lea?
No, no la ha visto. El idiota no miente. Lea no ha pasado por allí. El idiota tiene buena vista, no se le escapa una, por eso su hermano no le insiste cuando el idiota niega con la cabeza. Se va. Bueno, se va, pero antes le da un capón al idiota.
El idiota acaba de pisar un charco. Maldice. Sus botas nuevas. Mis botas nuevas. Hubiera sido mejor estar descalzo. ¿Quién habrá puesto el charco ahí? El idiota está pensando, no puede ocuparse de aquello, dibuja un corazón de oro.
—Enséñame tu dibujo.
El idiota se niega a enseñarle a este niño su corazón de oro. Aprieta la libreta contra su pecho, con fuerza, no la suelta por nada del mundo.

(...)