Nadie sabe nada

Dos parejas son el ejemplo a seguir de la tradición y exaltación de la familia como núcleo motor de un pueblo costero. Al mismo tiempo sufren en carne propia la doble moral que caracteriza a la cultura de su sociedad. Y en medio, Ángel, un personaje más o menos libre, más o menos rebelde que llega a esa ciudad del sureste mexicano en busca de paz y un medio tranquilo de subsistencia. Bien pronto se dará cuenta que su estancia ahí no será lo pacífica o tranquila que él esperaba, a partir del momento en que conoce a estas dos parejas.
 

"Hay días en que los minutos pasan eternamente y los segundos parecen transcurrir tan lento que se les ve escurrirse por las paredes que cubren de a poco con una capa de moho. Es la humedá, decían por estos lares. Yo digo que era el marasmo de esta ciudad. Siempre había sido así, para mí. Una duplicación del tiempo, una capacidad de realizar hasta el triple de cosas en una jornada diurna, vespertina y/o nocturna. Esta vez fue todo lo contrario, parecía que el paso de tantos huracanes le dio confianza a la ciudad para encarrerarse, y el tiempo corría de otra forma, con otra inercia. Sin darme cuenta de a qué hora comenzó todo, yo ya parecía más una marioneta manipulada por dos parejas, la pobre víctima, y las campanas que avisan del final del cuento se acercaban de manera irremediable". 

Dejó la carrera de Comunicación Social, en la Universidad Autónoma Metropolitana, México, cuando tuvo de compañeros a una fan de Lolita Ayala y a un militar infiltrado (por aquellos años estaba al rojo vivo el tema de que el subcomandante Marcos del EZLN había sido profesor de esa misma universidad). Pero no renunció a los estudios por eso. Es sólo un dato curioso. Escritor púber de poemas de amor, tuvo a bien madurar y ser mejor crítico de poesía y destruir toda su obra poética y dedicarse al cuento; y de vez en cuando también escribe alguno. A los veintipocos años ganó un concurso literario de la región mexicana de Yucatán. Su obra ganadora, “Sobrerrealidades”, fue publicada por un diario campechano sin que el autor recibiera ninguna compensación económica por ello. Éste se considera su momento cumbre en su vida literaria, pero no se enorgullece de ello. Antes de dejar su país natal escribió esta novela, “Nadie sabe nada”, gracias al patrocinio involuntario del Hotel Villa Rolandi, en Isla Mujeres, México, al haber cambiado al turno de noche donde pudo dar forma a esta obra durante el periodo en que trabajó como recepcionista.
 

Además de cuento y novela, ha escrito teatro. En los últimos años se ha dedicado al teatro. Lo de vivir del cuento y hacer teatro siempre supo que era lo suyo. Y ha vivido de ello, de milagro, como diría Godoy, pero lo ha logrado. Es también técnico autodidacta de luz y sonido, promotor de teatro, músico doméstico y activista por los derechos de los animales.